miércoles, 23 de octubre de 2013

RANKING: LOS MEJORES ESCOLTAS DE LA HISTORIA DE LA NBA

Después de haber hecho hace unos meses una entrada dedicada a los mejores bases de la historia de la mejor liga de baloncesto, era cuestión de tiempo que continuara la serie con la siguiente de las cinco posiciones básicas: la de escolta. Hoy me decidido y aquí os dejo la entrada con mi selección de los jugadores más importantes que han actuado en la NBA en este puesto. Como siempre que hago un ranking de carácter subjetivo, sé que no estaremos de acuerdo en todos los nombres y en todas las posiciones; eso sí, supongo que no habrá discusión en cuanto al que encabeza la lista...

10: JOE DUMARS


Toda su carrera profesional (entre 1985 y 1999) la vivió vistiendo la camiseta de los Detroit Pistons, franquicia con la que fue dos veces campeón de la NBA en 1989 y 1990. Menos espectacular que el célebre Isiah Thomas, pero casi igual de importante en el juego de su equipo, Dumars destacó por su extraordinario trabajo en defensa y por su buena aportación en puntos y asistencias. Sus galardones individuales dan buena muestra de sus elevadas prestaciones: 6 veces All Star, 4 veces en el mejor quinteto defensivo, 2 veces en el tercer equipo ideal de la NBA y MVP de la finales en el 89, el año en el que los "Bad Boys" de Detroit machacaron  por 4-0 a los Lakers de Magic Johnson. También tuvo su pequeño momento de gloria con la selección, con la que fue campeona del mundo en Canadá en 1994.

9: SAM JONES


Aunque en su época la distinción entre base y escolta no era siempre tan clara como hoy en día, su habilidad para el lanzamiento (era apodado "The Shooter") me ha llevado a incluirle en esta posición y no como director de juego. Su nombre está ligado exclusivamente a los Boston Celtics, entidad con la que jugó en sus doce temporadas como profesional y en la que obtuvo nada menos que diez anillos de campeón (solamente superado por Bill Rusell) entre finales de los 50 y los 60, años en los que los Celtics dominaron totalmente la competición. Rápido y con buena visión de juego, fue incluído en la lista de los 50 mejores jugadores de la historia de la NBA realizada en 1996 y participó en seis ocasiones en el All-Star Game.

8: DWAYNE WADE


Un jugador aún en activo, y destinado a escalar algunos lugares en esta lista cuando haya terminado su carrera. Wade llegó a los Miami Heat a los 21 años, en el 2003, y desde entonces ha sido uno de los puntales de su equipo. De gran explosividad física, muy difícil de defender y con una enorme aportación en anotación, Wade destaca también por ser un "clutch player", uno de esos jugadores que siempre están dispuestos a jugarse el tiro decisivo. En cuanto a premios colectivos, tiene tres anillos (2006, 2012, 2013) y dos medallas olímpicas (oro Pekín 2008, bronce en Atenas 2004); a nivel individual, ha sido 9 veces All-Star, tiene dos presencias en el mejor quinteto de la liga y tres en el segundo, y fue nombrado MVP de las finales contra Dallas en el 2006, en las que promedió unos siderales 34,7 puntos.

7: REGGIE MILLER


Desde luego la foto no está elegida al azar, puesto que todos los que vimos jugar a Miller lo recordamos así: alzándose por encima de su marcador, en busca de un lanzamiento en suspensión con el que poner a su equipo por delante. Fue un escolta que destacó especialmente por su efectividad en el tiro de tres puntos y por su enorme solvencia en los minutos decisivos de los partidos, en los que jamás le quemaba la pelota. Sus 18 temporadas en la NBA las jugó con los Indiana Pacers, sin llegar a ganar un anillo que por talento y meritos de su equipo probablemente mereció (pero los Bulls de Jordan y los Lakers de O'Neal-Bryant no eran muy amigos de concesiones, que digamos). Fue campeón olímpico en Atlanta 96, campeón del mundo en Canadá en 1994 y 5 veces All-Star.

6: CLYDE DREXLER

 
Un fenómeno del baloncesto, cuya fama seguramente se ha visto algo mermada por haber jugado en la misma época que Michael Jordan. Sin duda estamos ante uno de los escoltas más completos de todos los tiempos, ya que sus números eran brillantes en todas las facetas del juego; como prueba de ello, destacar que es uno de los tres jugadores de la historia (junto con Oscar Robertson y Havlicek) capaz de conseguir más de 20.000 puntos, 6.000 rebotes y 6.000 asistencias durante toda su carrera. Sus quince temporadas como profesional las repartió entre Portland y Houston, logrando con los Rockets el anillo en 1995. Además, fue diez veces All-Star, tuvo una presencia en el mejor equipo del año en la NBA y dos en el segundo, y fue campeón olímpico con el Dream Team en Barcelona 92.
5: GEORGE GERVIN


La ausencia de anillos y finales (¡qué diferencia con la última década de San Antonio!) en su palmarés ha restado algo de nombre a este excepcional escolta, que desarrolló su carrera NBA principalmente con  Spurs (más un añito en Chicago). Su fuerte era la anotación, obteniendo un sensacional promedio de 26,2 puntos en su carrera en la Liga y siendo cuatro veces líder en este apartado. Además, fue 9 veces All-Star, y estuvo en cinco años consecutivos en el equipo ideal del campeonato (78-82) y otras dos veces en el segundo. Terminó sus años como jugador en el TDK Manresa, donde compitió a los 38 años y aún así dejó un rendimiento extraordinario.

4: ALLEN IVERSON

 
Su triste final de carrera y sus problemas fuera de las canchas no deben desmerecer su extraordinario nivel como deportista, habiendo sido con todo merecimiento uno de los jugadores más temidos y valorados en la NBA en los últimos quince años. Con un estilo de juego espectacular como pocos, tiene el sexto mejor promedio anotador de la historia de la competición (26,7 puntos por encuentro), y entre sus múltiples logros destacan sus tres presencias en el mejor quinteto de la liga, sus 10 participaciones en el All-Star y su MVP de la temporada 2001. Lamentablemente, su indudable talento no fue suficiente para conseguir el ansiado anillo con el que siempre soñó, siendo frenado por los Lakers en las finales del citado 2001 cuando vestía la camiseta de los Sixers (franquicia con la que vivió sus mejores años profesionales).
3: JERRY WEST


Un auténtico mito de la historia de la competición, no en vano es su imagen la que sirvió como modelo para el logotipo de la NBA. De enorme aportación ofensiva (tiene el cuarto mejor promedio anotador de todos los tiempos) y excelentes prestaciones defensivas (estuvo en cuatro ocasiones en el mejor quinteto defensivo de las seis en las que pudo entrar), West destacó especialmente por su disposición a jugársela en los momentos decisivos, lo que le valió ser considerado uno de los primeros "clutch player" del baloncesto americano. Toda su carrera la desarrolló en Los Ángeles Lakers (1959-1973), ganando un anillo en el 72 y quedandose en múltiples ocasiones a las puertas del título. Fue 13 veces All-Star, estuvo en diez ocasiones en el equipo ideal (la última en el año de su retirada), ganó el oro olímpico en Roma en 1960 y es el único jugador de la historia en ser MVP de las finales a pesar de no haberlas ganado (en 1969 contra Boston).


2: KOBE BRYANT


También es de los Lakers (a los que llegó directamente desde el instituto en 1996) el jugador que ocupa la segunda posición de este listado. Un auténtico fuera de serie del baloncesto, que ha jugado un papel clave en los cinco títulos ganados en los años en los que él ha formado parte del equipo. Ha sido dos veces máximo anotador de la NBA (2006 y 2007), ha estado once veces en el mejor quintento de la competición, ha formado parte en otras nueve ocasiones del mejor quinteto defensivo, ha sido quince veces All-Star y dos veces MVP de las finales (2009, 2010), y actualmente es el cuarto máximo anotador de la historia de la competición, a sólo 675 puntos del tercero. Su carrera aún no ha acabado, y aunque sus Lakers no parecen tan competitivos como hace unos años (incluso a él, Gasol y Nash les afecta el paso del tiempo) Kobe sigue teniendo hambre y carácter para intentar añadir un nuevo anillo a sus manos.


1: MICHAEL JORDAN


El inevitable número uno de este ranking, y seguramente lo sería también si realizara otro de los mejores jugadores sin tener en cuenta sus posiciones. Poco se puede decir de Jordan que no se haya dicho ya: que cambió la historia de los Chicago Bulls, que no ha habido otro como él, que ha sido un jugador completísimo... Pero ante todo y sobre todo, Jordan pasará a la historia como un ganador, como el jugador más decisivo y desequilibrante, capaz de anotar 38 puntos en un partido de las finales del 97 a pesar de estar enfermo, capaz de hacer seis triples en la primera parte del primer partido de las finales del 92, capaz de hacer la canasta decisiva a los Jazz en el 98 con una facilidad sólo al alcance de los genios...

Fue dos veces campeón olímpico (Los Ángeles 84 y Barcelona 92), Rookie del año, seis veces campeón de la NBA (91, 92, 93, 96, 97 y 98), cinco veces MVP de la temporada, seis veces MVP de las finales (todas las que jugó), catorce veces All-Star, nueve veces miembro del mejor quinteto defensivo y en diez ocasiones parte del mejor equipo del campeonato. También fue en diez temporadas el máximo anotador de la competición, ocupando el tercer puesto entre los máximos anotadores de la historia de la Liga con 32.292 puntos en temporada regular. Pero por encima de todos los datos y premios nos queda su talento, el talento de uno de los mayores genios de la historia del deporte. Disfrutemos una vez más (desde luego no será la última) de Michael Jordan.


sábado, 12 de octubre de 2013

¡SI ESTOY HECHO UN CHAVAL!

Hace unas semanas asistimos a lo que podríamos considerar una de las grandes sorpresas deportivas de la temporada: el norteamericano Chris Horner, ciclista del equipo RadioShack Leopard, se alzó con la victoria en la general final de la Vuelta Ciclista a España. Un éxito inesperado, teniendo en cuenta que la mejor clasificación de este corredor en una carrera de tres semanas había sido un noveno puesto en el Tour de Francia en el 2010.

Pero además, había un segundo motivo para la sorpresa: la avanzada edad con la que Horner obtuvo su victoria. Nada menos que 42 años, una cifra a la que casi ningún ciclista llega en activo. Sorprendido por este dato, me animé a investigar casos más o menos semejantes, en los que deportistas que por edad deberían estar retirados obtuvieron éxitos dignos de mención. Tras recopilar unos cuantos ejemplos, y siendo consciente de que me habré dejado a muchos que también merecían reconocimiento, he preparado este post como homenaje a esos héroes cuyas glorias (todas o parte de ellas) fueron tardias. Todos ellos hacen bueno el refrán: "Nunca es tarde si la dicha es buena"

JASON LEZAK


No ha sido una figura sideral de la natación, pero sí un más que notable deportista y pieza indispensable en los equipos de relevos de Estados Unidos de principios de este siglo. De hecho, 7 de sus 8 medallas olímpicas fueron en competición por equipos, la última en 2012, con 36 años.

No obstante, su momento de gloria lo vivió en las olimpiadas de Pekín cuando estaba muy cerca de los 33, una edad (y esto hay que resaltarlo especialmente) en la que muy pocos nadadores siguen en activo en el deporte moderno. A pesar de ello, fue el héroe indiscutible de su país en la prueba del 4x100 libre masculino, al nadar en 46,06 el último relevo, recuperando la enorme ventaja que les llevaban los franceses y dando un nuevo oro a su delegación (uno de los 8 que Phelps se apuntó en aquellos Juegos). Además aún tuvo fuerzas de apuntarse una medalla en competición individual, al llevarse el bronce en los 100 metros libres.

OSCAR SWAHN


Del "joven" al más veterano de mi lista. Nacido en 1847 y fallecido en 1927, posee el record de ser el medallista con más edad de la historia de los Juegos Olímpicos. Lo logró en Amberes 1920 a los 72 años, obteniendo una medalla de plata en la prueba de ciervo móvil - doble disparo por equipos, representando a Suecia. También posee el record de ser el medallista de oro más veterano, medalla ganada en Estocolmo 1912 en la prueba de ciervo móvil - disparo simple. Aún podría haber llevado más lejos sus marcas si hubiera podido participar en la olimpiada de París 1924, pero una enfermedad le impidió concursar a pesar de que estaba clasificado.

STANLEY MATTHEWS


El primer y más veterano ganador del Balón de Oro lo obtuvo a una edad impensable hoy en día: a los 41 años, y batiendo en la votación nada menos que a Di Stefano. No fue un homenaje a toda su carrera, puesto que a pesar de su avanzada edad seguía siendo un extraordinario extremo, con una velocidad y un dribbling casi imparables. Además, por entonces todavía formaba parte de las convocatorias de la selección inglesa. Aún se mantuvo otras nueve temporadas en activo, para completar una carrera profesional de 34 temporadas, repartidas entre el Stoke City y el Blackpool (más una breve temporada como entrenador-jugador en el Hibernians maltés).

JEANNIE LONGO


Otro ejemplo extraordinario de longevidad, a pesar de que las sospechas de un presunto dopaje han arrojado algunas dudas sobre el valor de sus logros. En el caso de esta ciclista francesa sus exitos a partir de los 40 no superan lo logrado anteriormente, puesto que entre los veintipocos y los treintaimuchos obtuvo 3 Tours de Francia, 3 medallas olímpicas y 8 títulos de campeona del mundo; sin embargo, su bronce en la prueba contrarreloj en Sidney 2000 con 41 años, su título de campeona mundial (también contra el crono) a los 42, su cuarto puesto en Pekín 2008 a los 49 y sus títulos de campeona de Francia con 51 y 52 años la sitúan como ejemplo de deportista que, a pesar del paso del tiempo, se mantiene en la élite.

 JOAN "CHICHI" CREUS





Sus logros seguramente no impresionan tanto como los de la mayoría de miembros de este listado, pero es indudable que sus éxitos más famosos (junto con la medalla de plata del Europeo del 83) llegaron a una edad avanzada como deportista. Fichado por el TDK Manresa a los 37 años, en lo que algunos consideraban el paso previo a la retirada, Creus se mantuvo seis temporadas más en activo, llevando al conjunto catalán a las más altas cotas de su historia. Desde su posición de base, lideró a su equipo en la consecución de la Copa del Rey de 1996 (anotando la canasta decisiva) y sobre todo fue el gran héroe en el título de la ACB conseguido en 1998. Por entonces contaba con 41 años, pero ello no le impidió ser el jugador clave de la final y MVP de la misma. Se retiró un año más tarde, tras 24 años en la élite y dejando una imagen de excelente deportista y mejor persona.

HIROSHI HOKETSU



 Más que los resultados o los títulos, lo que me ha llevado a incluir en el listado a este jinete japonés es la extraordinaria extensión de su carrera. Nacido en 1941, tuvo su primera experiencia olímpica en Tokio 64, en la categoría de saltos. 44 años más tarde, y ya jubilado de su oficio de farmaceútico, volvió a competir en unos juegos, en este caso en los de Pekín 2008, ahora en la prueba de doma. Cuatro años después rizó aún más el rizo, repitiendo experiencia olímpica en la misma prueba, y convirtiéndose en el tercer deportista más veterano de la historia de una olimpiada, solo superado por el ya citado Swahn y por el también jinete Arthur Von Pongracz.

MERLENE OTTEY



Ningún practicante de atletismo representa el espíritu de este post mejor que la jamaicano-eslovena Merlene Ottey. Nacida en 1960, con una carrera profesional de más de 30 años (oficialmente sigue en activo), 7 participaciones en los Juegos Olímpicos y más de 20 medallas en grandes eventos (incluyendo tres oros en campeonatos del mundo), esta mujer es una auténtica referencia mundial cuando hablamos de deportistas incombustibles. Su mérito es todavía más formidable si tenemos en cuenta que compite como especialista en pruebas de velocidad, en las cuales la longevidad deportiva suele ser mucho menor. Entre sus grandes hazañas, destacar los 20 años de diferencia entre sus primeras y últimas medallas olímpicas (logradas en Moscu 80 y Sidney 2000), o su participación en el Campeonato de Europa de Helsinki en 2012, con 52 años.

CARLOS SORIA



Aunque todos los casos comentados anteriormente tienen mucho mérito, lo que intenta este alpinista español no tiene comparación posible (y os aseguro que esto no es patriotismo barato). A sus 74 años, Soria se ha propuesto conseguir ser la persona de más edad en conseguir hacer cima en los catorce ochomiles de la Tierra. De momento, ya ha conseguido subir a once de ellos (el primero lo logró con "solo" 53 años), y aunque este verano no ha tenido suerte en el Himalaya, tiene previsto seguir acometiendo su objetivo a partir de la próxima primavera.

Practicante del alpinismo desde su juventud, ya consiguió otro record memorable en 2010, cuando al completar la ascensión del Kilimanjaro a los 70 años se convirtió en la persona de más edad en hacer cumbre en las montañas más altas de cada continente de la Tierra. Este logro, junto con el reto pendiente ya comentado, le han convertido en un verdadero héroe para los aficionados a la montaña, y en un claro ejemplo de como el ser humano es capaz de romper barreras que parecen casi imposibles.

domingo, 29 de septiembre de 2013

JUDOKAS DORADAS

Aunque no soy ningún experto en judo (pido disculpas de antemano por no saber el nombre exacto de las llaves y técnicas del mismo), me gusta la idea de seguir tocando deportes hasta ahora no vistos en este blog. De ahí que me aventure con esta disciplina, y lo voy a hacer recordando un momento  histórico: las dos medallas de oro conseguidas por judokas españolas en las olimpiadas de Barcelona 92. Un hecho especialmente destacable puesto que el judo español nunca había logrado un metal olímpico, racha que se rompió gracias a las hazañas protagonizadas aquel verano por Miriam Blasco y Almudena Muñoz.

Además, estas medallas tienen otro valor añadido: fueron los primeros oros femeninos en la historia olímpica española. Hasta entonces, el único metal conseguido por una mujer era el de Blanca Fernández Ochoa, logrado solo unos meses atrás en los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en Albertville. Miriam y Almudena fueron las primeras en romper una barrera que, gracias a estos éxitos y a todos los posteriores, ha quedado totalmente en el olvido.


Aunque las dos eran conocidas en el panorama internacional del judo, Miriam Blasco era la que gozaba de un palmarés más rico y extenso. Nacida en Valladolid y afincada en Alicante, practicante de este deporte desde su niñez, Miriam empezó a llamar la atención a nivel internacional en 1988, año en el que se proclamó por primera vez campeona de España y en el que obtuvo la medalla de plata en el Europeo de Pamplona. Al año siguiente, obtuvo dos bronces en los campeonatos de Europa (Helsinki) y del mundo (Belgrado). Su consagración le llegó en 1991, con los títulos de Europa y del mundo ganados en Praga y en Barcelona, en el mismo escenario en el que competiría por la gloria olímpica. Y apenas unos meses antes de los Juegos, volvía a colgarse del cuello un bronce europeo. Con este currículum y llegando a los Juegos en la plenitud de su carrera, no es de extrañar que Blasco fuera una de las favoritas para colgarse el oro en su categoría, la de -56 kg.

La valenciana Almudena Muñoz no tenía una colección de éxitos de tanto prestigio, pero tambien era una judoka de renombre y con una bien ganada fama de luchadora que no se rendía ante las adversidades. En 1989, con 21 años y justo antes de participar en sus primeros mundiales, sufrió una gravísima lesión de rodilla que podría haberla retirado del deporte. Tras un largo y duro periodo de reucuperación, en 1991 conseguía sus mejores resultados hasta entonces al proclamarse campeona de España (ya lo había sido en el 89) y acabar séptima en el Mundial de Barcelona. No partía como la gran favorita, pero en principio si que era una rival con opciones de meterse en la lucha por las medallas. El resultado definitivo superó todas las expectativas.


Por tanto, y aunque ambas tenían posibilidades, era Miriam la que contaba más en los pronósticos previos. Sin embargo, dichos pronósticos quedaron en el aire cuando una terrible desgracia golpeó a Blasco unas semanas antes de los Juegos: su entrenador Sergio Cardell, el hombre que guiaba sus pasos desde muchos años atrás y con el cual había progresado hasta alcanzar los magníficos resultados ya comentados, encontraba la muerte en un desgraciado accidente de moto. El golpe moral para Miriam fue devastador, e incluso se especuló con la posibilidad de que no participara en Barcelona 92. Días después del desafortunado suceso, la propia Miriam daba a entender con sus palabras que no sabía si sería capaz de superar la perdida:

"Lo que me preocupa ahora es la ausencia de Sergio. Yo me encuentro muy bien, mucho mejor que el año pasado en el Mundial, pero a nivel psicológico no sé que pasará en ese momento. En el judo es muy importante, porque como no hay marcas establecidas puedes tener una contrincante difícil de entrada, y a mí Sergio me daba mucho apoyo, mucha moral y mucho ánimo, y me conocía perfectamente. Sabía desde fuera del tatami lo que tenía que hacer dentro".
Extraído del archivo del periódico El País, 14-7-1992


Miriam culminó la preparación para los Juegos de la mano de Josean Arruza, que ya colaboraba previamente con Cardell en la preparación física y psicológica de la judoka. Con la voluntad de dedicar el oro a su fallecido entrenador, Blasco apretó los dientes y se esforzó en llegar en las mejores condiciones posibles al día de competición, que en su categoría era el 31 de julio y que se celebraría en el Palau Blaugrana.

Exenta en la primera ronda, el abarrotado Palau se volcó con Miriam a partir de su primer combate en los octavos final. Haciendo gala de su habitual garra y concentración en el tatami, Blasco se libró de tres peligrosas contricantes antes de llegar a la final. Primero venció a la coreana Sun Chung, luego a la japonesa  Tateno, y finalmente a una jovencísima Driulis González, que la sucedería cuatro años más tarde en lo más alto del podio olímpico. Constantemente jaleada por el público (entre el cual se encontraba buena parte de su familia y gente de su club de judo en Alicante), Blasco aprovechaba los descansos entre combates para analizar en vídeo sus movimientos y pulir posibles errores de cara a cada nueva ronda. Mientras recuperaba fuerzas pudo ver el combate en el que la belga Flagothier era tumbada por la británica Kim Fairbrother. Contra esta se jugaría el primer puesto.


La final, de la cual incluyo un enlace para verla en YouTube a continuación, tuvo desde el inicio una actitud ofensiva por parte de ambas contendientes. En su deseo de obtener el oro las dos optaron por el ataque, intentando lograr una ventaja que pusiera su rival en una lucha contra el crono. Miriam logró los dos primeros derribos, pero sin lograr puntuar gracias al buen trabajo defensivo desde el suelo de la inglesa.

Cuando faltaban aproximadamente dos minutos y medio para el final de la lucha, se produjo la técnica clave: tras varios segundos agarradas por el judogi, Fairbrother intentó un ataque para derribar a Blasco, quien se zafó de la llave y consiguió derribar e inmovilizar a su rival. Aunque el intento de ganar el combate por ippon fracasó (lo habría logrado si hubiera logrado aguantar la inmovilización durante medio minuto), la técnica le sirvió para anotarse un yuko en la puntuación (la tercera en valor para ganar el combate, por detrás del ippon y del Waza-ari), que obligaba a la inglesa a ir a por todas.


Y realmente lo hizo. Fairbrother intentó repetidamente recortar distancias con la española, a base de intentar barridas y llaves desde el suelo. Pero Miriam planteó muy bien la defensa y en pocos momentos pasó realmente apuros. Ünicamente una inmovilización a poco menos de un minuto la puso momentáneamente en dificultades, pero el árbitro (en una decisión que no gustó del todo a la inglesa) paró el combate al considerar que no había una salida técnica factible a la llave. El "koka" que obutvo como recompensa Fairbrother no compensaba el yuko de Miriam.

Blasco siguió aguantando bien los envites de su rival, contratacando siempre que era posible, y solo en los últimos diez segundos rehuyó del cuerpo a cuerpo, sabedora que la penalización que pudiera sufrir por esa pasividad no sería decisiva. Agotado el tiempo y sabiéndose ganadora, Miriam inició su eufórica celebración sobre el tatami, rompiendo a llorar allí mismo, y necesitando que el juez de la contienda le recordara que tenía pendiente el protocolario saludo posterior al combate.


Los minutos y horas siguientes fueron de abrazos, felicitaciones y dedicatorias. Ante todo, Miriam tenía presente el nombre y el recuerdo de Sergio Cardell: "He soñado muchas veces con este momento, y me hubíera gustado poder decirle a Sergio que por fin lo hemos conseguido". Además de a su marido, familia y amigos, Miriam recibió las felicitaciones y agasajos de las múltiples personalidades que habían asistido a su combate, entre ellos los Reyes de España.

Quien no pudo asistir a la machada de Miriam fue Almudena Muñoz, que se vio obligada a acostarse pronto y cuidarse al máximo de cara a la competición del día siguiente. Lo cierto es que Almudena no había llamado la atención de la prensa tanto como Miriam Blasco en los días precedentes. Después de todo, no había ganado ninguna medalla en mundiales ni europeos, y en cambio otros judokas nacionales aglutinaban un palmarés más brillante. No obstante, su participación en el Mundial del 91 y su victoria ese mismo año en el Torneo de París sí que había provocado que sus rivales estuvieran pendientes de ella. Sabían que podía ser una rival peligrosa.


El combate clave para dirimir a que optaba la española fue el de cuartos de final, y en él se enfrentó a la británica Sharon Rendle, dos veces campeona del mundo y medalla de plata en el Mundial celebrado un año antes. "Era una de las más difíciles. Pero yo ese día estaba muy fuerte y cuando vi sus labios morados a mitad combate apreté", confesó Almudena 20 años más tarde en una entrevista al diario El País. Obtenida la victoria, se deshizo en semifinales de la china Zhohgyun Li y logró el pase para la final contra la japonesa Mizoguchi, una rival a la que no se había enfrentado nunca y a la que tuvo la oportunidad de estudiar en vídeo en los momentos previos a la lucha decisiva.

Dicha lucha, de la que también os dejo aquí un enlace, se disputó con un público tan entregado con Alumdena como lo había estado el día anterior con Miriam Blasco. Sin embargo, la presión ambiental no pareció afectar en exceso a Mizoguchi, que tuvo aquel día su oportunidad de obtener un oro en una gran cita internacional. Si he de ser sincero con mis conclusiones tras ver el combate, la verdad es que la japonesa llevó la iniciativa durante la mayor parte del duelo, obligando a la española a esforzarse al máximo en defensa para no entregar la victoria.


Ya en el primer minuto Mizoguchi salió al ataque muy decidida, consiguiendo llevar en dos ocasiones a Almudena al tatami y realizar dos técnicas de suelo que no fueron efectivas de cara al marcador. Tras un nuevo intento de inmovilización de la japonesa que tampoco dio resultado, Muñoz aprovechó la mejor oportunidad que tuvo en el combate para ponerse por delante: en una acción de contraataque, consiguió derribar a Mizoguchi y anotarse un "koka", una mínima ventaja que le daría la victoria si conseguía mantener el marcador de su rival a cero. Faltaban dos minutos y medio, durante los cuales la japonesa llevó su agresividad y su ofensiva a cotas aún más altas, en un intento de equilibrar la contienda.

Dos nuevas técnicas de suelo que tampoco obtuvieron puntuación empezaron a provocar el enfado de la japonesa y de su entrenador, que no quedaron muy satisfechos con las decisiones arbitrales. El combate se convirtió en una sucesión de rápidas arremetidas de Mizoguchi (que casi salía corriendo hacia la española cada vez que el crono se ponía en marcha) a las cuales Almudena respondía defendiéndose con fiereza e intentando contraatacar si veía la opción. A pesar de que hubo varias caídas y llaves de ambas luchadoras, los árbitros no apreciaron posibles puntos en ninguna acción y el combate finalizó con el triunfo de la española por la mínima ventaja posible.


Las escenas y declaraciones siguientes fueron más o menos similares a las del día anterior. Las mismas personalidades se encontraban presentes en el eufórico Palau Blaugrana para felicitar a la judoka por su triunfo. Los amigos y familiares de Almudena, desplazados desde Valencia, también compartieron con ella la alegría por el éxito obtenido. Un éxito que, como la propia deportista ha reconocido, modificó su forma de ser:  "Era una chica joven, muy muy tímida, no estaba acostumbrada a que me mirasen. De repente todo el mundo me felicitaba, me quería entrevistar (...) ¡no me quedó más remedio que cambiar mi carácter!


Aquellas dos medallas de oro supusieron la cima de la carrera de ambas judokas. Miriam Blasco, tras un amago de retirada unos meses después de los juegos, siguió compitiendo hasta 1996, pero no repitió los éxitos vividos previamente: su mejor resultado fue el bronce obtenido en el campeonato de Europa de Gdansk en 1994, y no volvió a disputar unos Juegos Olímpicos como atleta (como entrenadora, guió en Atlanta 96 a Yolanda Soler e Isabel Fernández a dos medallas de bronce).  Almudena Muñoz, por su parte, tuvo un 1993 fenomenal al proclamarse campeona de Europa y subcampeona del mundo, pero posteriormente no volvió al podio, siendo el quinto puesto obtenido en las olimpiadas de Atlanta su clasificiación más relevante. Se retiró en 1997, a los 29 años.

En los días siguientes y en los Juegos posteriores, muchas españolas se unieron a estas dos judokas en esa cima deportiva que supone ser campeona olímpica: las chicas del hockey hierba en el 92, Theresa Zabell, Marina Alabau, el equipo de gimnasia rítmica en el 96... Miriam y Almudena dejaron rápidamente de estar solas en el Olimpo, pero el hecho de que fueran las primeras en romper una barrera deportiva que en España había existido durante casi 100 años hace que su triunfo sea especialmente difícil de olvidar.



jueves, 12 de septiembre de 2013

RAFA PASCUAL: EL LEÓN DEL VOLEIBOL

Después de mi casi periódica entrada sobre fútbol (es el deporte que más conozco y por ello el que más aparece en el blog), quería hablar de alguna disciplina que todavía no hubiera tocado; y tras pensarlo un poco me decanté por un deporte que me permitía homenajear a uno de los deportistas más notables de la historia de este país: hablo del voleibol y del gran Rafa Pascual, el indiscutible protagonista de dicha disciplina en España durante casi 20 años y que llegó a ser considerado el mejor jugador del mundo. Un deportista cuya amplia y rica trayectoria sólo puede generar respeto.


Nacido en 1970, dicha trayectoria se inicia en su infancia, jugando en su Madrid natal. Rafa formo parte del llamado CIF (Centro de Iniciación Deportiva), cuya base era un programa de educación deportiva promovida por el Consejo Superior de Deportes. Tras probar en varias disciplinas, quedó claro que el voleibol se adaptaba a la perfección para aquel muchacho espigado, de grandes reflejos y excepcional salto. Con once años y como resultado del citado programa, Rafa empieza a jugar en el Salesianos de Atocha, el equipo donde el futuro deportista de élite irá tomando forma.

Tras el paso por el cadete y el juvenil, Pascual alcanzará el primer equipo en la temporada 85-86, con solo 15 años. Jugará con ellos durante tres temporadas, en las que los Salesianos de Atocha lograrán buenos resultados pero siempre a la sombra del gran dominador de la Superliga masculina de voleibol del momento, el Son Amar Palma. En 1988, se convierte en jugador del A.C.D. Bomberos de Barcelona, un equipo que pese a ser recién ascendido supondrá un paso adelante en su carrera. Ese mismo verano del 88 se produjo su primera convocatoria con la selección española, iniciándose una extraordinaria trayectoria en competiciones internacionales que le llevaría a disputar 537 encuentros con la absoluta (es el segundo deportista español que más veces ha sido internacional, sólo superado por el waterpolista Manel Estiarte).


Las siguientes temporadas acabarán de moldear a Rafa, que se convertirá en el mejor jugador español y empezará a ganarse un nombre en el panorama internacional. Jugará tres años en Barcelona (en los que llegó a ser subcampeón de la Superliga), asumiendo el rol de rematador, posición que ocuparía en sus diferentes equipos durante la mayor parte de su carrera. Tras su paso por el A.C.D. Bomberos, Pascual fichó por el otrora dominador de la competición, el Son Amar Palma, que ahora iba a ser relevado como equipo más fuerte por C.V. Gran Canaria. Rafa sólo duraría allí un año, hasta que se concretó su pase al Club Voleibol Almería, con el que jugaría la temporada 92-93. Año tras año, y aunque los títulos no llegaban, sus prestaciones y números iban en aumento. Ni siquiera una lesión en el hombro que le tuvo un tiempo alejado de las pistas pudo frenar su progresión.

Sus dos últimos años en nuestra liga fueron también los años en los que la selección española de voleibol empezó a dar señales de vida. La oportunidad le llegó al combinado nacional principalmente gracias a su clasificación automática para los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. De cara a dicho torneo, se esperaba que la selección española fuera una mera comparsa (ni siquiera gozaba de la confianza de las instituciones, que la habían retirado del plan ADO); sin embargo, tras meses de preparación y muchísimas jornadas de concentración, el seleccionador Gilberto Herrera consiguió formar un bloque que se erigió en la sorpresa de la competición. Ganó a selecciones más potentes sobre el papel, como Japón y Francia, y logró el pase a los cuartos de final. Fue eliminada por Cuba y acabó ocupando la octava posición, pero el equipo se ganó el respeto del voleibol internacional.


En 1993, se produce lo inevitable: Pascual, que ya había sido tentado anteriormente por la liga italiana, decide dar el salto a esta competición. No es un país cualquiera en el mundo del voleibol: Italia tenía la más potente y mejor pagada liga del mundo, por lo que era habitual que las grandes estrellas de este deporte acabaran dando allí con sus huesos. No obstante, el reglamento sólo permitía que hubiera un jugador extranjero por equipo, lo cual impidió que los más grandes de la competición realizaran ofertas a Rafa, que finalmente se decantó por la oferta de un conjunto modesto: el Banca de Sassari de Cerdeña, que jugaba en la A-2. 

Allí estuvo dos años, consiguiento el ascenso a la máxima categoría en la primera temporada. En la siguiente (la 94-95), el equipo sardo quedó último y regresó a la segunda división, pero ello no le impidió a Pascual ser nombrado mejor jugador de la competición (ya había recibido el mismo reconocimiento el año anterior en la A-2). El alto nivel mostrado en su juego y la garra que ponía en el mismo le valieron para convertirse en uno de los jugadores idolatrados del campeonato, y para ganarse apodos como "el Toro" o "el León". Consolidado entre los grandes, le llegaba la hora de jugar en uno de los equipos punteros de Italia: el Alpitour Cuneo. Tuvo tiempo, entre medias, de hacer un fugaz retorno a la competición española, colaborando a que el Unicaja Almería se proclamase campeón de la copa del rey en 1995.


Los 5 años que pasó en Cuneo fueron el periodo más largo que estuvo en un club dentro de su trayectoria profesional. A nivel colectivo fue su mejor experiencia: gano dos Recopas (97 y 98), dos Copas de Italia (1996, 1999), una CEV Europea (1996), una Supercopa de Europa (1998) y una Supercopa de Italia (1999). Nunca logró alzarse con el título de Liga, aunque si que obtuvo dos subcampeonatos. A nivel individual, durante sus años de Cuneo fue reconocido en varias ocasiones como el mejor jugador y mejor extranjero de la Liga, logrando también tres veces el título de máximo anotador.

Pero además, se convirtió en santo y seña de la afición del Alpitour, que lo veneró como un auténtico ídolo. Hasta el punto de que, cuando estaba negociando la renovación de su contrato en 1998 por este club, la afición guardó un minuto de silencio en un partido de Liga para presionar de cara a llegar a un acuerdo. La firma del contrato finalmente se produjo, embolsándose Rafa Pascual cantidades millonarias por el mismo (aunque no he podido confirmarlo como me hubiera gustado, en diversas fuentes se hablan de cifras en torno a los cien millones de pesetas por temporada)


Durante sus años en Cuneo, Rafa brillará como nunca a nivel de selecciones gracias al Mundial del 98, disputado en Japón, en lo que supuso el debut de España en un campeonato del mundo de voleibol y en el que dejó una notable imagen.Por entonces nuestra selección ya no era una desconocida en el panorama internacional: llevaba cuatro años seguidos en la Liga Mundial, y además de Pascual tenía a varios jugadores en la liga italiana (como Juan Carlos Robles, Miguel Ángel Falasca o Jesús Garrido). Dirgidos por Vincenzo di Pinto formaban un buen bloque aunque no partían entre los favoritos al título. Aún así, la selección despertó bastante expectación entre el público, principalmente por la presencia de un Rafa Pascual cuya imagen fue usada insistentemente por los organizadores como reclamo publicitario.

A la hora de la verdad, el equipo rindió incluso por encima de lo esperado: pasó la primera fase invicta, al derrotar a Egipto, Japón y Corea del Sur. En la segunda fase (grupos de 8 en los que solo 2 alcanzaban las semifinales) obtuvo cuatro victorias en sus cinco primeros partidos, pero en los duelos clave el cansancio de sus jugadores y el enorme potencial de los rivales que tuvo enfrente (Brasil y Cuba) llevaron al equipo a acumular dos derrotas que los apartaron de de la lucha por las medallas. España acabó octava, pero no se fue de vacio: Rafa Pascual se llevó los títulos de máximo anotador y de mejor jugador del torneo. Y además, como el mismo reconoció, alcanzó una fama en el país nipón comparable a la que pudiera tener una estrella del cine de Hollywood.


Precisamente esa fama, junto con el deseo de jugar un tiempo en una competición más relajada y un excelente contrato económico llevaron a Rafa Pascual a regresar a Japón a finales del año 2000 (poco después de los Juegos de Sydney, en los que España no logró llegar a cuartos), para jugar una temporada en la liga nipona defendiendo la camiseta de los Panasonic Panthers de Osaka. Fue el primero de una serie de equipos por los que Rafa desfiló durante las tres siguientes temporadas, paseando su calidad por cuatro ligas y cinco clubs diferentes pero sin echar raíces en ninguno de ellos.

Tras su experiencia en Osaka,  al año siguiente regresó a Europa, donde jugó en el modesto ICOM Latina de la liga italiana (logrando la permanencia) y durante un muy breve periodo compitió con la elástica del Poitiers, con el que obtuvo una Copa de Francia. Para rematar una temporada 2001-02 completita, y tras quedar fuera de la selección española para la Liga Mundial de aquel año, Pascual firmó por los Playeros de Puerto Rico durante unas semanas, en otra curiosa y relajada experiencia deportiva. También jugó el Mundial con España, aunque con menos brillo que cuatro años antes: España solo pudo ser 13ª, Rafa no lució a nivel individual y el torneo acabó con una desagradable disputa dialéctica entre el jugador y el presidente de la Federación, acerca de la gestión de la misma y del rendimiento de Pascual en el torneo.


En las temporadas siguientes, Rafa regresó a la mejor liga del mundo, la italiana. Lo hizo para jugar un año en el Perugia y otros dos en el Gioia del Colle, con un fugaz regreso al Son Amar Palma. En cualquier caso, y aunque seguía siendo un jugador que aportaba mucho, sus tiempos en la cima del mundo ya habían pasado. El paso de las temporadas y la edad empezaban a pesar en las piernas de un Pascual que no volvió a tener el extraordinario nivel de sus años en el Cuneo, e incluso su  posición en la cancha varió de rematador a receptor. Siguió jugando y siendo un gran deportista, pero el número uno mundial poco a poco dejó de hablar español.

El descenso del Gioia del Colle ayudó a que Pascual tuviera en la temporada 2005-06 un nuevo año repleto de cambios de equipo, disputando el campeonato griego con el Panerithraikos, el italiano con el Tonno Callipo y de nuevo la liga portorriqueña pero ahora con los Patriotas de Lares. Encandenando un contrato tras otro, hubiera podido parecer que al jugador le restaba muy poco tiempo para retirarse; pero la realidad es que aún se mantuvo en activo otras cinco temporadas.


Pascual aún tendría tiempo de jugar dos años más en Italia, aunque lo haría en la serie A-2, defendiendo los colores del Materdomini Castellana Grotte, entre 2006 y 2008. Aunque el jugador seguía disfrutando del voleibol, parecía que sus días de gloria ya habían pasado y que su palmarés no se vería engordado por ningún título de relevancia. Parecía que iba a ser así... Pero el destino le tenía guardada la que seguramente fue su mayor alegría como deportista profesional.

En septiembre de 2007 España disputaba el campeonato de Europa de voleibol. En teoria no partía entre las favoritas: no se había clasificado para el último Mundial ni para la Liga Mundial de aquel año, y ningún jugador había tomado claramente el relevo de un Rafa Pascual que llevaba tiempo sin jugar con la selección. Es cierto que se acababa de ganar la Liga Europea, pero en esta competición no participaban los equipos que estaban en la Liga Mundial, donde se encontraban selecciones de primerísimo nivel que iban a ser rivales en el europeo. Parecía muy complicado repetir el cuarto puesto de dos años antes, e incluso el seleccionador, el italiano Andrea Anastasi, reconoció que el verdadero objetivo era quedar entre los seis primeros, de cara a allanar el camino para la clasificación para los Juegos Olímpicos de 2008.


La presencia de Rafa Pascual en la lista de convocados despertó dudas en parte de la prensa y de los aficionados: nadie dudaba de su voluntad para hacerlo bien, pero el equipo había respondido sin él en la reciente Liga Europea, y su convocatoria conllevaba la salida de jugadores, lo que podía romper la armonia del vestuario. Pascual formó parte de una selección en la que convivían la vieja guardia (José Luis Moltó, Enrique de la Fuente o los hermanos Falasca) con jugadores más jóvenes (Ibán Pérez, Manuel Sevillano o Guillermo Hernán).

Y aquella mezcla de juventud y veteranía, para asombro de los especialistas, llevó al voleibol español a la cota más alta jamás conseguida: el campeonato de Europa. Con una actuación intachable (8 victorias en 8 partidos), España se llevó el torneo a pesar de que partía como la número 24 del mundo según los rankings oficiales. Destacó especialmente la final ante Rusia, que ya forma parte de los momentos épicos de nuestro deporte en el siglo XXI: jugando contra el anfitrión, contra 9.200 espectadores que apoyaban sin cesar al rival, contra uno de los mejores equipos equipos del mundo y contra unos árbitros que tomaron unas cuantas decisiones polémicas que perjudicaron al combinado español. España tuvo que salvar dos match-ball en el cuarto set y, tras una agónica quinta manga, un bloqueo de Julián García-Torres dio el título a los españoles.


Rafa Pascual no fue titular a lo largo de la competición, pero si que tuvo minutos decisivos en semifinales y en la final, colaborando en el triunfo español. Su euforia tras ganar el título no tenía límites: "Siempre soñé y esperé conseguir una medalla de oro, y ha llegado ahora. No sé expresar como me siento. Desde que llegué a la selección es de las pocas veces que he visto un grupo cohesionado, un equipo, un colectivo que sabía lo que quería y en el que cada uno asumía su papel".

Después de este gran éxito, a Rafa aún le quedaba un último sueño con la selección: volver a disputar unos Juegos Olímpicos, los de Pekín 2008. Sin embargo, la suerte y el nuevo seleccionador no estuvieron de su parte: Marcelo Méndez lo convocó para la Copa del Mundo en 2007, pero no contó con él para los dos Preolímpicos en los que España tomó parte, saldándose ambos casos con sendos fracasos. Ni Pascual ni el combinado nacional estuvieron presentes en aquella olimpiada.



Los últimos coletazos de la carrera de Rafa Pascual se dividieron entre Bulgaria y Francia. En 2008 firmó por una temporada con el CSKA de Sofía, para disputar una liga de menor entidad pero que le permitió disputar la Champions League. Finalmente, y en una decisión en la que ya miraba por su futuro más allá de la cancha de juego, se comprometió por cuatro años con el AS Orange Nassau, un recién ascendido a la máxima categoria de la liga francesa. Allí cumplió dos de esas cuatro temporadas sobre la pista, hasta su retirada definitiva del deporte en el 2011, tras 26 años como profesional.

A pesar de su contrato, no hubo continuidad como técnico en el Orange Nassau tras abandonar el terreno de juego. Desde entonces, Pascual se ha dedicado principalmente a labores relacionadas con la promoción el deporte que fue su vida durante más de un cuarto de siglo, y recientemente ha participado en el equipo de trabajo para intentar llevar los Juegos Olímpicos de 2020 a Madrid, a su tierra natal (por desgracia para los espectadores y para el deporte minoritario, sin éxito). Le lleve hacia donde le lleve su trayectoria a partir de ahora, desde este blog se le desea mucha suerte, con la esperanza de que contribuya al deporte con buena parte de la brillantez con la que lo hizo como practicante.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

REYES SIN CORONA: LA BRASIL DEL 82 (II)

La "canarinha" partía como cabeza de serie y quedó encuadrada en el grupo F, jugando los tres partidos en Sevilla (el primero en el Sánchez Pizjuan y los dos siguientes en el Benito Villamarín), en un grupo asequible pero no cómodo: es cierto que el partido contra Nueva Zelanda no suponía una amenaza para los brasileños, pero los encuentros previos contra la Unión Soviética y Escocia no iban a ser tan sencillos. Aunque eran favoritos en el grupo y en el mundial, Brasil haría bien en no descuidarse.

El primer partido lo disputó el 14 de junio contra la URSS y en él se confirmó todo lo que ya era previsible: que los brasileños iban a jugar a siempre al ataque, con mucha verticalidad; que tenían muchísimo talento; que su vocación ofensiva podía jugarles malas pasadas en defensa; y que los soviéticos eran cualquier cosa menos una perita en dulce. El combinado de Beskov, con un Rinat Dassaev pletórico en la portería, hizo sudar muchísimo la victoria a Brasil. Con una buena organización defensiva y combinando con acierto para salir rápido a la contra, la URSS tuvo el marcador a favor durante buena parte del encuentro, gracias a un gol de Andrei Bal a los 34 minutos con un disparo lejano que se comió Waldir Peres. Y podrían haber sido dos de no haberse tragado el árbitro Lamo Castillo un claro penalti cometido sobre el extremo soviético Shengelia.

Brasil, que aquel día no pudo contar con Cerezo por sanción (y lo notó), lo intentó repetidamente, y al final consiguió dar la vuelta al resultado con dos genialidades: la primera de Sócrates, con un sensacional disparo desde fuera del área tras dejar sentado a dos contrarios; la segunda de Éder, con un zurdazo desde cerca de la frontal que entró como un auténtico misil. No os perdáis esos dos tantos porque son realmente bonitos.


Un poco menos complicado fue el siguiente partido contra Escocia, una selección que hoy día no resulta muy temible pero que a principios de los 80 contaba con jugadores de categoría, como Strachan,Souness, Archibald y sobre todo Kenny Dalghish. Aunque los escoceses también se adelantaron en el marcador, con un gran chut de Narey, Brasil logró una gran remontada, repleta de buen fútbol, hasta situar el 4-1 como marcador final. Antes del descanso Zico había empatado con un soberbio tiro de falta, y en la segunda parte llego el festival: los tantos de Óscar (rematando un saque de córner), Éder (golazo con una vaselina en diagonal) y Falcao (con un tiro raso y ajustado al palo) llevaron a Brasil a la goleada, ampliamente festejada en las gradas por los numerosos seguidores brasileños que se habían desplazado para apoyar a su equipo en el torneo.


El ambiente de samba y la borrachera de goles continuaron en el último partido del grupo ante Nueva Zelanda. Se especuló con la posibilidad de que Santana aprovecharía que su equipo había logrado ya la clasificación para dar descanso a algunos jugadores, pero el técnico prefirió dar continuidad al once que había funcionado ante Escocia. El resultado final fue un Brasil que, jugando a medio gas, le endosó un 4-0 a los "kiwis", que bastante habían hecho ya con clasificarse para el Mundial. Zico hizo dos tantos (el primero con un espectacular remate de tijera), Falcao anotó el tercero y Serginho, el discutido ariete, completó la cuenta. Con esta victoria la "canarinha" hacía pleno en la primera fase.


La segunda fase de aquel campeonato presentaba un sistema novedoso (y que nunca más volvió a aplicarse): los 12 equipos clasificados se repartieron en 4 grupos de 3 países, y el líder de cada grupo alcanzaría las semifinales. En teoría, habiendo sido primera en la fase previa, Brasil debería haber tenido un grupo asequible, y los pronósticos pre-mundialistas situaban a Polonia y Bélgica junto a la "canarinha" en esta fase. Pero polacos y belgas rindieron por encima de los esperado en sus grupos, y relegaron a la segunda plaza en ellos a dos auténticos "cocos": por un lado, la Argentina de Kempes, Maradona, Bertoni o Passarella, campeona del mundo en el 78. Por otro, la Italia de Cabrini, Conti, Scirea, Antognoni, Zoff o Paolo Rossi, equipo de grandes nombres pero que había completado una primera fase lamentable al empatar sus tres partidos. Con estos dos clásicos se jugaría Brasil un puesto en semifinales, jugándose todos los encuentros en el hoy desaparecido estadio de Sarrià.

La "seleçao" disputó su primer encuentro en esta fase el 2 de julio, 9 días después de su encuentro ante Nueva Zelanda. Lo hizo contra una Argentina muy necesitada, puesto que en el primer partido del grupo la albiceleste había perdido por 2-1 contra Italia; de modo que su única opción para seguir viva era obtener una clara victoria ante Brasil. Lo intentó y tuvo sus buenas ocasiones para lograrlo, pero el intento de ir al ataque supuso dejar atrás unos espacios que los astros brasileños no desperdiciaron.

Zico realizó un partido soberbio ante Argentina
El marcador lo abrió nuevamente Zico a los 11 minutos, al aprovechar un balón muerto en el área tras un tiro libre al larguero de Éder. Ya en la segunda parte, y con la defensa argentina muy adelantada, el "crack" del Flamengo se inventó un pase al hueco a Falcao, quien puso la pelota al segundo palo para que Serginho culminara una jugada de tiralíneas. El "Pelé Blanco" volvió a lucirse en el minuto 75 con un fenomenal pase en profundidad para una de las habituales subidas de Junior; el lateral, con una precisión que ya hubiera querido su delantero centro, cruzó la pelota para poner el 3-0.

Los argentinos, que fueron claramente superados aquel día, no fueron muy deportivos en los últimos minutos: Zico tuvo que ser sustituido tras una durísima entrada de Passarella; y su sustituto, el centrocampista Batista, recibió una salvaje patada de Maradona, que supuso la expulsión del "Pelusa". Al menos, la albiceleste logró el gol del honor por medio de Ramón Díaz en el minuto 89.


El partido decisivo sería el Brasil-Italia, que se disputaría el 5 de julio (por tanto, Italia tuvo tres días más que Brasil para prepararlo). Dada la diferencia de goles, a la "canarinha" le bastaba con empatar ante Italia para clasificarse. Podía especular con el resultado. Pero aquella Brasil no sabía lo que significaba esa palabra, y seguramente eso fue parte de su perdición.

El inolvidable Brasil-Italia del mundial de España 82 forma parte de la lista de grandes partidos de la historia para cualquiera que lo haya visto. Fue un duelo intenso, vibrante, de calidad, de fútbol de ataque. Italia, tradicionalmente más defensiva, sabía lo que se jugaba aquel día y fue a por el partido utilizando los espacios que dejaba Brasil para lanzar frecuentes contraataques, mejorando de forma exponencial su imagen de los encuentros anteriores. Brasil salió a atacar, puesto que era lo que llevaba grabado a fuego en su ADN. El resultado de esta suma de actitudes fueron cinco goles, muchas ocasiones y un duelo trepidante que al final se resolvió a favor de los italianos. Para aquellos que tengáis tiempo, no dudéis en ver el partido completo, que tenéis a continuación (lamento que no esté en castellano, no lo he encontrado en nuestro idioma).


El marcador lo inauguró Paolo Rossi a los cinco minutos, rematando de cabeza completamente sólo un excelente centro de Cabrini. Era el primer tanto en el Mundial de Rossi, un jugador que había pasado los dos últimos años sancionado por un escándalo de amaño de partidos. Enzo Bearzot, el técnico de Italia, lo había mantenido en el equipo titular a pesar de las duras críticas de la prensa. Su fe ciega en el delantero de la Juventus tuvo su premio.

Brasil se recompuso rápido, y solo tardó unos minutos en empatar: en el 12 Zico, aún magullado por la entrada de Passarella y marcado todo el partido muy de cerca por Gentile, se sacó un recorte y un pase geniales de la manga y asistió a Sócrates, quien definió con escaso ángulo en el palo corto que tapaba Dino Zoff.

Sócrates en el momento de marcar el empate a uno ante Italia
Sin embargo el destino parecía aquel día estar de parte de los italianos, a pesar del dominio territorial de los brasileños. En el minuto 25, y tras aprovechar un horroroso pase horizontal de Cerezo, Paolo Rossi corrió hacia portería con el balón controlado y fusiló a Waldir Peres. Era el 2-1, un gol que dejó la sensación de que aquella Italia necesitaba muy poco para hacer daño a la defensa de Brasil.

La "canarinha" mantuvo el dominio del partido, buscando cada vez con más nerviosismo el tanto que los pusiera por delante en el grupo. Italia, por su parte, continuó jugando al contragolpe, y a punto estuvo de sentenciar el encuentro en más de una ocasión. No obstante, fue Brasil quien conseguiría el siguiente tanto en el minuto 68, por medio de Falcao. El centrocampista de la Roma recogió el balón cerca de la frontal, hizo un amago, vio el espacio y lanzó un zambombazo para poner el 2-2. Santana decidió entonces quitar a su delantero centro, Serginho (inoperante todo el partido), pero no fue para sacar un jugador defensivo, sino para poner otro delantero: el extremo diestro Paulo Isidoro. Brasil estaba clasificada con ese resultado, y sin embargo no iba a especular, iba a ganar.

Paolo Rossi en el momento de anotar el tercer gol que sentenció a los brasileños
Pero nuevamente Paolo Rossi apareció para dar la puntilla al encuentro en el 74. Fue con una de esas jugadas en las que Italia no suele perdonar: un balón suelto en el área tras un córner. Rossi recogió un disparo fallido del centrocampista Tardelli y lo mandó a la red, para desesperación de unos brasileños que no sabían como frenar aquel día al "bambino di oro". Era el 3-2, y a pesar de los desesperados esfuerzos de Brasil por volver a marcar, la defensa italiana y su guardameta Zoff aguantaron los constantes ataques y mantuvieron el marcador hasta el final.


La desilusión entre la numerosa hinchada brasileña desplazada a España fue enorme. También entre el equipo técnico y los jugadores, que sabían que habían dejado escapar la oportunidad de sus vidas. El sentir de aquel equipo lo resumió muy bien su capitán Sócrates en un diario del Mundial que escribió, y en el que figuraron estas palabras respecto al mítico partido ante Italia:

"Llegué al estadio confiado. Tenía en mi cabeza la certeza de que nuestro equipo era el mejor del mundo. Por la mañana, ésa era la tónica en la concentración. Íbamos a jugar contra un equipo metido atrás, que plantearía el juego a la contra. Hemos perdido y así es el fútbol. Estoy profundamente triste, pero tengo la sensación de que hemos hecho el mejor fútbol de todo el torneo. Estoy tan hundido que no tengo fuerzas ni para escribir, ni para explicar nada. En esta mi última página del diario necesito expresar un sentimiento, es la mayor frustración de mi vida. No he podido conquistar un título que internamente alimentaba tanto".

(Publicado por la revista Placar en 1982, este fragmento del diario fue recogido por el periodista Julio Maldonado en su libro "De la Naranja Mecánica a la mano de Dios")

A pesar de la derrota, el tiempo no ha hecho olvidar a aquella brillante Brasil, seguramente un equipo muy superior al que logró el título en 1994 (pero claro, entonces no estaba Serginho y si que estaban Bebeto y Romario, que a saber la que habrían liado teniendo el centro del campo del 82 para abastecerles). Este equipo forma, junto con la Hungría del 54 y la Holanda del 74, el trio de selecciones inolvidables que nunca llegaron a levantar la copa del mundo. En el caso de Brasil en el 82, ni siquiera alcanzaron la final. Pero eso no le ha impedido a este equipo ser considerado como uno de los reyes sin corona de la historia del fútbol.