jueves, 12 de septiembre de 2013

RAFA PASCUAL: EL LEÓN DEL VOLEIBOL

Después de mi casi periódica entrada sobre fútbol (es el deporte que más conozco y por ello el que más aparece en el blog), quería hablar de alguna disciplina que todavía no hubiera tocado; y tras pensarlo un poco me decanté por un deporte que me permitía homenajear a uno de los deportistas más notables de la historia de este país: hablo del voleibol y del gran Rafa Pascual, el indiscutible protagonista de dicha disciplina en España durante casi 20 años y que llegó a ser considerado el mejor jugador del mundo. Un deportista cuya amplia y rica trayectoria sólo puede generar respeto.


Nacido en 1970, dicha trayectoria se inicia en su infancia, jugando en su Madrid natal. Rafa formo parte del llamado CIF (Centro de Iniciación Deportiva), cuya base era un programa de educación deportiva promovida por el Consejo Superior de Deportes. Tras probar en varias disciplinas, quedó claro que el voleibol se adaptaba a la perfección para aquel muchacho espigado, de grandes reflejos y excepcional salto. Con once años y como resultado del citado programa, Rafa empieza a jugar en el Salesianos de Atocha, el equipo donde el futuro deportista de élite irá tomando forma.

Tras el paso por el cadete y el juvenil, Pascual alcanzará el primer equipo en la temporada 85-86, con solo 15 años. Jugará con ellos durante tres temporadas, en las que los Salesianos de Atocha lograrán buenos resultados pero siempre a la sombra del gran dominador de la Superliga masculina de voleibol del momento, el Son Amar Palma. En 1988, se convierte en jugador del A.C.D. Bomberos de Barcelona, un equipo que pese a ser recién ascendido supondrá un paso adelante en su carrera. Ese mismo verano del 88 se produjo su primera convocatoria con la selección española, iniciándose una extraordinaria trayectoria en competiciones internacionales que le llevaría a disputar 537 encuentros con la absoluta (es el segundo deportista español que más veces ha sido internacional, sólo superado por el waterpolista Manel Estiarte).


Las siguientes temporadas acabarán de moldear a Rafa, que se convertirá en el mejor jugador español y empezará a ganarse un nombre en el panorama internacional. Jugará tres años en Barcelona (en los que llegó a ser subcampeón de la Superliga), asumiendo el rol de rematador, posición que ocuparía en sus diferentes equipos durante la mayor parte de su carrera. Tras su paso por el A.C.D. Bomberos, Pascual fichó por el otrora dominador de la competición, el Son Amar Palma, que ahora iba a ser relevado como equipo más fuerte por C.V. Gran Canaria. Rafa sólo duraría allí un año, hasta que se concretó su pase al Club Voleibol Almería, con el que jugaría la temporada 92-93. Año tras año, y aunque los títulos no llegaban, sus prestaciones y números iban en aumento. Ni siquiera una lesión en el hombro que le tuvo un tiempo alejado de las pistas pudo frenar su progresión.

Sus dos últimos años en nuestra liga fueron también los años en los que la selección española de voleibol empezó a dar señales de vida. La oportunidad le llegó al combinado nacional principalmente gracias a su clasificación automática para los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. De cara a dicho torneo, se esperaba que la selección española fuera una mera comparsa (ni siquiera gozaba de la confianza de las instituciones, que la habían retirado del plan ADO); sin embargo, tras meses de preparación y muchísimas jornadas de concentración, el seleccionador Gilberto Herrera consiguió formar un bloque que se erigió en la sorpresa de la competición. Ganó a selecciones más potentes sobre el papel, como Japón y Francia, y logró el pase a los cuartos de final. Fue eliminada por Cuba y acabó ocupando la octava posición, pero el equipo se ganó el respeto del voleibol internacional.


En 1993, se produce lo inevitable: Pascual, que ya había sido tentado anteriormente por la liga italiana, decide dar el salto a esta competición. No es un país cualquiera en el mundo del voleibol: Italia tenía la más potente y mejor pagada liga del mundo, por lo que era habitual que las grandes estrellas de este deporte acabaran dando allí con sus huesos. No obstante, el reglamento sólo permitía que hubiera un jugador extranjero por equipo, lo cual impidió que los más grandes de la competición realizaran ofertas a Rafa, que finalmente se decantó por la oferta de un conjunto modesto: el Banca de Sassari de Cerdeña, que jugaba en la A-2. 

Allí estuvo dos años, consiguiento el ascenso a la máxima categoría en la primera temporada. En la siguiente (la 94-95), el equipo sardo quedó último y regresó a la segunda división, pero ello no le impidió a Pascual ser nombrado mejor jugador de la competición (ya había recibido el mismo reconocimiento el año anterior en la A-2). El alto nivel mostrado en su juego y la garra que ponía en el mismo le valieron para convertirse en uno de los jugadores idolatrados del campeonato, y para ganarse apodos como "el Toro" o "el León". Consolidado entre los grandes, le llegaba la hora de jugar en uno de los equipos punteros de Italia: el Alpitour Cuneo. Tuvo tiempo, entre medias, de hacer un fugaz retorno a la competición española, colaborando a que el Unicaja Almería se proclamase campeón de la copa del rey en 1995.


Los 5 años que pasó en Cuneo fueron el periodo más largo que estuvo en un club dentro de su trayectoria profesional. A nivel colectivo fue su mejor experiencia: gano dos Recopas (97 y 98), dos Copas de Italia (1996, 1999), una CEV Europea (1996), una Supercopa de Europa (1998) y una Supercopa de Italia (1999). Nunca logró alzarse con el título de Liga, aunque si que obtuvo dos subcampeonatos. A nivel individual, durante sus años de Cuneo fue reconocido en varias ocasiones como el mejor jugador y mejor extranjero de la Liga, logrando también tres veces el título de máximo anotador.

Pero además, se convirtió en santo y seña de la afición del Alpitour, que lo veneró como un auténtico ídolo. Hasta el punto de que, cuando estaba negociando la renovación de su contrato en 1998 por este club, la afición guardó un minuto de silencio en un partido de Liga para presionar de cara a llegar a un acuerdo. La firma del contrato finalmente se produjo, embolsándose Rafa Pascual cantidades millonarias por el mismo (aunque no he podido confirmarlo como me hubiera gustado, en diversas fuentes se hablan de cifras en torno a los cien millones de pesetas por temporada)


Durante sus años en Cuneo, Rafa brillará como nunca a nivel de selecciones gracias al Mundial del 98, disputado en Japón, en lo que supuso el debut de España en un campeonato del mundo de voleibol y en el que dejó una notable imagen.Por entonces nuestra selección ya no era una desconocida en el panorama internacional: llevaba cuatro años seguidos en la Liga Mundial, y además de Pascual tenía a varios jugadores en la liga italiana (como Juan Carlos Robles, Miguel Ángel Falasca o Jesús Garrido). Dirgidos por Vincenzo di Pinto formaban un buen bloque aunque no partían entre los favoritos al título. Aún así, la selección despertó bastante expectación entre el público, principalmente por la presencia de un Rafa Pascual cuya imagen fue usada insistentemente por los organizadores como reclamo publicitario.

A la hora de la verdad, el equipo rindió incluso por encima de lo esperado: pasó la primera fase invicta, al derrotar a Egipto, Japón y Corea del Sur. En la segunda fase (grupos de 8 en los que solo 2 alcanzaban las semifinales) obtuvo cuatro victorias en sus cinco primeros partidos, pero en los duelos clave el cansancio de sus jugadores y el enorme potencial de los rivales que tuvo enfrente (Brasil y Cuba) llevaron al equipo a acumular dos derrotas que los apartaron de de la lucha por las medallas. España acabó octava, pero no se fue de vacio: Rafa Pascual se llevó los títulos de máximo anotador y de mejor jugador del torneo. Y además, como el mismo reconoció, alcanzó una fama en el país nipón comparable a la que pudiera tener una estrella del cine de Hollywood.


Precisamente esa fama, junto con el deseo de jugar un tiempo en una competición más relajada y un excelente contrato económico llevaron a Rafa Pascual a regresar a Japón a finales del año 2000 (poco después de los Juegos de Sydney, en los que España no logró llegar a cuartos), para jugar una temporada en la liga nipona defendiendo la camiseta de los Panasonic Panthers de Osaka. Fue el primero de una serie de equipos por los que Rafa desfiló durante las tres siguientes temporadas, paseando su calidad por cuatro ligas y cinco clubs diferentes pero sin echar raíces en ninguno de ellos.

Tras su experiencia en Osaka,  al año siguiente regresó a Europa, donde jugó en el modesto ICOM Latina de la liga italiana (logrando la permanencia) y durante un muy breve periodo compitió con la elástica del Poitiers, con el que obtuvo una Copa de Francia. Para rematar una temporada 2001-02 completita, y tras quedar fuera de la selección española para la Liga Mundial de aquel año, Pascual firmó por los Playeros de Puerto Rico durante unas semanas, en otra curiosa y relajada experiencia deportiva. También jugó el Mundial con España, aunque con menos brillo que cuatro años antes: España solo pudo ser 13ª, Rafa no lució a nivel individual y el torneo acabó con una desagradable disputa dialéctica entre el jugador y el presidente de la Federación, acerca de la gestión de la misma y del rendimiento de Pascual en el torneo.


En las temporadas siguientes, Rafa regresó a la mejor liga del mundo, la italiana. Lo hizo para jugar un año en el Perugia y otros dos en el Gioia del Colle, con un fugaz regreso al Son Amar Palma. En cualquier caso, y aunque seguía siendo un jugador que aportaba mucho, sus tiempos en la cima del mundo ya habían pasado. El paso de las temporadas y la edad empezaban a pesar en las piernas de un Pascual que no volvió a tener el extraordinario nivel de sus años en el Cuneo, e incluso su  posición en la cancha varió de rematador a receptor. Siguió jugando y siendo un gran deportista, pero el número uno mundial poco a poco dejó de hablar español.

El descenso del Gioia del Colle ayudó a que Pascual tuviera en la temporada 2005-06 un nuevo año repleto de cambios de equipo, disputando el campeonato griego con el Panerithraikos, el italiano con el Tonno Callipo y de nuevo la liga portorriqueña pero ahora con los Patriotas de Lares. Encandenando un contrato tras otro, hubiera podido parecer que al jugador le restaba muy poco tiempo para retirarse; pero la realidad es que aún se mantuvo en activo otras cinco temporadas.


Pascual aún tendría tiempo de jugar dos años más en Italia, aunque lo haría en la serie A-2, defendiendo los colores del Materdomini Castellana Grotte, entre 2006 y 2008. Aunque el jugador seguía disfrutando del voleibol, parecía que sus días de gloria ya habían pasado y que su palmarés no se vería engordado por ningún título de relevancia. Parecía que iba a ser así... Pero el destino le tenía guardada la que seguramente fue su mayor alegría como deportista profesional.

En septiembre de 2007 España disputaba el campeonato de Europa de voleibol. En teoria no partía entre las favoritas: no se había clasificado para el último Mundial ni para la Liga Mundial de aquel año, y ningún jugador había tomado claramente el relevo de un Rafa Pascual que llevaba tiempo sin jugar con la selección. Es cierto que se acababa de ganar la Liga Europea, pero en esta competición no participaban los equipos que estaban en la Liga Mundial, donde se encontraban selecciones de primerísimo nivel que iban a ser rivales en el europeo. Parecía muy complicado repetir el cuarto puesto de dos años antes, e incluso el seleccionador, el italiano Andrea Anastasi, reconoció que el verdadero objetivo era quedar entre los seis primeros, de cara a allanar el camino para la clasificación para los Juegos Olímpicos de 2008.


La presencia de Rafa Pascual en la lista de convocados despertó dudas en parte de la prensa y de los aficionados: nadie dudaba de su voluntad para hacerlo bien, pero el equipo había respondido sin él en la reciente Liga Europea, y su convocatoria conllevaba la salida de jugadores, lo que podía romper la armonia del vestuario. Pascual formó parte de una selección en la que convivían la vieja guardia (José Luis Moltó, Enrique de la Fuente o los hermanos Falasca) con jugadores más jóvenes (Ibán Pérez, Manuel Sevillano o Guillermo Hernán).

Y aquella mezcla de juventud y veteranía, para asombro de los especialistas, llevó al voleibol español a la cota más alta jamás conseguida: el campeonato de Europa. Con una actuación intachable (8 victorias en 8 partidos), España se llevó el torneo a pesar de que partía como la número 24 del mundo según los rankings oficiales. Destacó especialmente la final ante Rusia, que ya forma parte de los momentos épicos de nuestro deporte en el siglo XXI: jugando contra el anfitrión, contra 9.200 espectadores que apoyaban sin cesar al rival, contra uno de los mejores equipos equipos del mundo y contra unos árbitros que tomaron unas cuantas decisiones polémicas que perjudicaron al combinado español. España tuvo que salvar dos match-ball en el cuarto set y, tras una agónica quinta manga, un bloqueo de Julián García-Torres dio el título a los españoles.


Rafa Pascual no fue titular a lo largo de la competición, pero si que tuvo minutos decisivos en semifinales y en la final, colaborando en el triunfo español. Su euforia tras ganar el título no tenía límites: "Siempre soñé y esperé conseguir una medalla de oro, y ha llegado ahora. No sé expresar como me siento. Desde que llegué a la selección es de las pocas veces que he visto un grupo cohesionado, un equipo, un colectivo que sabía lo que quería y en el que cada uno asumía su papel".

Después de este gran éxito, a Rafa aún le quedaba un último sueño con la selección: volver a disputar unos Juegos Olímpicos, los de Pekín 2008. Sin embargo, la suerte y el nuevo seleccionador no estuvieron de su parte: Marcelo Méndez lo convocó para la Copa del Mundo en 2007, pero no contó con él para los dos Preolímpicos en los que España tomó parte, saldándose ambos casos con sendos fracasos. Ni Pascual ni el combinado nacional estuvieron presentes en aquella olimpiada.



Los últimos coletazos de la carrera de Rafa Pascual se dividieron entre Bulgaria y Francia. En 2008 firmó por una temporada con el CSKA de Sofía, para disputar una liga de menor entidad pero que le permitió disputar la Champions League. Finalmente, y en una decisión en la que ya miraba por su futuro más allá de la cancha de juego, se comprometió por cuatro años con el AS Orange Nassau, un recién ascendido a la máxima categoria de la liga francesa. Allí cumplió dos de esas cuatro temporadas sobre la pista, hasta su retirada definitiva del deporte en el 2011, tras 26 años como profesional.

A pesar de su contrato, no hubo continuidad como técnico en el Orange Nassau tras abandonar el terreno de juego. Desde entonces, Pascual se ha dedicado principalmente a labores relacionadas con la promoción el deporte que fue su vida durante más de un cuarto de siglo, y recientemente ha participado en el equipo de trabajo para intentar llevar los Juegos Olímpicos de 2020 a Madrid, a su tierra natal (por desgracia para los espectadores y para el deporte minoritario, sin éxito). Le lleve hacia donde le lleve su trayectoria a partir de ahora, desde este blog se le desea mucha suerte, con la esperanza de que contribuya al deporte con buena parte de la brillantez con la que lo hizo como practicante.

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