miércoles, 24 de julio de 2013

¡MIGUELÓN! 1991 (I)

Recién finalizado el Tour de Francia en el que ha triunfado Chris Froome de forma incontestable, me parece interesante recordar algún ciclista que haya dejado una gran huella en esta carrera.Y como a cualquiera de mi generación, hay un nombre que viene rápido a mi memoria: Miguel Indurain. Las exhibiciones que brindó durante cinco años consecutivos en el Tour le han llevado a figurar entre los más grandes del ciclismo y a ser, en mi opinión, el mejor deportista español de todos los tiempos junto con Rafa Nadal.

Por ello, quiero rendirle homenaje desde aquí con una serie de entradas no continuas en las que analizaré los cinco Tours en los que triunfó, de 1991 a 1995. Lo haré con especial atención a su actuación en los mismos, sin dejar de lado a otros participantes cuyas actuaciones pudieran resultar interesantes. A fin de cuentas, un campeón no nos parece tan campeón si no tiene grandes rivales; y Miguel los tuvo, y muy buenos, en corredores como Tony Rominger, Claudio Chiapucci o Alex Zulle. Valgan también estas entradas como recuerdo a todos ellos, grandes ciclistas que tuvieron la desgracia de competir contra una auténtica máquina.

Los dos líderes de Banesto en el Tour de 1991: Miguel Indurain y "Perico" Delgado
 
Indurain inició su senda triunfal en 1991, ganando un Tour en el cual no partía ni siquiera como único jefe de filas. El Banesto, equipo al que pertenecía, contaba con otro líder del calibre de Pedro Delgado. "Perico", que había ganado el Tour del 88 y que seguía siendo uno de los escaladores más temidos del pelotón, compartía galones con un Miguel que necesitaba mejorar sus resultados si quería que se le tuviera como jefe de filas indiscutible.

Y es que la trayectoria de Indurain hasta entonces había sido exitosa, pero no como para considerarlo un número uno. No había ganado aún una carrera de tres semanas, siendo su mejor clasificación el 2º puesto que había logrado aquel mismo año en la Vuelta, a casi tres minutos de Melchor Mauri. Tampoco había obtenido medallas en los mundiales en ruta. En el Tour, había logrado varias victorias de etapa y una gran reputación como contrarrelojista, pero no había pasado de un 10º puesto en la general, obtenido en 1990. Aquel Tour despertó cierta polémica en torno suyo, puesto que actuó en el mismo como gregario de lujo de Pedro Delgado, lo que le llevó a perder una auténtica minutada en la etapa con final en Alpe d'Huez. Sin ese descalabro en la primera cita con la montaña, Miguel hubiera podido luchar por el triunfo final. De ello tomó nota su director deportivo, José Miguel Echavarri, que en 1991 lo dejó claro desde el principio: en Banesto había dos líderes, y sólo la carrera pondría a uno por encima del otro en jerarquía.

Indurain camino del triunfo en Luz Ardiden en el Tour del 90. ¿Lo habría ganado de no ser gregario? 
 
Pero Indurain y Delgado no eran los únicos que contaban para el triunfo final. El gran favorito era el corredor norteamericano Greg LeMond, ganador en tres ediciones (86, 89 y 90). Fortísimo contra el crono y resistente en la montaña, contaba además con una gran habilidad táctica y con una extraordinaria fortaleza mental. De características parecidas era otro de los grandes candidatos, Erik Breukink. El holandés, tercero en la edición del 90, no tenía una mentalidad ganadora tan fuerte como la de LeMond, pero podía compensarlo con un poderosísimo equipo, el PDM, en el que había a su servicio auténticas figuras como Sean Kelly o Raúl Alcalá.

También se le daba opciones, aunque en menor medida, a dos ciclistas italianos que se habían hecho famosos en el pelotón internacional la temporada anterior: Gianni Bugno y Claudio Chiapucci. El primero había pasado a la historia por ganar el Giro de Italia de 1990 vistiendo la "maglia rosa" desde el primer día de la carrera; era uno de los corredores más completos del mundo y uno de los que más preocupación generaba en las filas de Banesto. Chiapucci, por su parte, había sido segundo en la edición anterior, perdiendo el maillot amarillo ante LeMond el penútlimo día del Tour. No tenía el estilo de Bugno, ni era especialmente poderoso en ningún terreno; pero su actitud decidida y su manía de atacar constantemente le convertían en un rival muy incómodo, y en uno de los ciclistas más populares para los aficionados.

LeMond y Chiapucci, primero y segundo en el Tour de 1990. Un año más tarde, los dos estaban entre los favoritos
 
Por último, algunos medios de comunicación se resisitían a descartar totalmente a veteranos de calibre, como el irlandés Stephen Roche o el francés Laurent Fignon (muy castigado aquel año por las lesiones), e incluso en algunas quinielas aparecía el poderoso escalador holandés Gert-Jan Theunisse, que reaparecía después de perderse las grandes vueltas de 1990 por sanción por dopaje. Pero siendo sinceros, la mayoría de la prensa y de los aficionados creían que LeMond estaba por encima de todos, y que "barras y estrellas" volvería a sonar en los Campos Elíseos el 28 de julio, día en el que acababa la carrera.

Thierry Marie, del Castorama, fue el primer maillot amarillo de aquel Tour, al adjudicarse el prólogo de 5,4 kilómetros disputado en Lyon. Aquel liderazgo quedó en una mera anécdota dado que al día siguiente empezaron a pasar cosas importantes en la general: en el primer sector de la etapa, de 114 kilómetros llanos y en principio intrascendentes, se produjo una inesperada escapada en la que se colaron LeMond y Breukink, sacando 1:44 en meta al resto de favoritos. Uno de los miembros de esa fuga, el danés Rolf Sorensen, se puso líder esa misma tarde al ganar su escuadra, el Ariostea, la crono por equipos del segundo sector. Pero el liderazgo del danés no pasaba de ser algo secundario, comparado con el hecho de que el gran favorito había dado la primera estocada en el Tour, y que los españoles de Banesto y los italianos. no habían sabido plantarle cara. La etapa tuvo también la anécdota de la descalificación de Stephen Roche, que llegó tarde a la salida de su equipo en la CRE y se vio obligado a correrla sólo, llegando fuera de control.

El mítico Ariostea, ganador de la crono por equipos y de varias etapas más en el Tour del 91
 
A Sorensen el amarillo le duró cuatro días exactos, aunque fue la desgracia y no un rival quien le privó de seguir de líder alguna jornada más: en la cuarta etapa, con final en Valenciennes, el danés sufría una caída a poco del final, rompiéndose la clavícula. Haciendo de tripas corazón logró llegar a meta, pero no pudo tomar la salida en la etapa siguiente, con lo que LeMond recuperaba el liderato. Fue un reinado efímero, porque ese mismo día Thierrry Marie, el ganador del prólogo, consiguió la victoria y el liderato tras una espectacular fuga en la que rodó en solitario durante 234 kilómetros. Marie aguantó en cabeza sin problemas un día más, a la espera de la importante contrarreloj individual entre Argentan y Alençon, de 73 kilómetros.

Hasta ese día, Delgado e Indurain habían quedado siempre en un segundo plano, sin dar apenas señales de vida. Sin embargo, la crono iba a empezar a poner las cosas en su lugar. Con una actuación soberbia, plena de potencia y regularidad, Miguel se adjudicaba la etapa, aumentando su caché entre los favoritos. Y eso que la contrarreloj estuvo dominada en su mayor parte por Erik Breukink, pero el holandés se hundió en los últimos 10 kilómetros, en los que perdió más de un minuto respecto a Indurain. El navarro sacó en meta 8 segundos a LeMond, 53 a Jean François Bernard, 1:14 a Breukink, 1:31 a un decepcionante Bugno, 3:39 a Fignon y 4:04 a Chiapucci, el gran perdedor de la crono. Miguel pasó a ser cuarto en la general, aunque todavía a 2:17 de Greg LeMond. "Perico", por su parte, completó una etapa decente dadas sus características, perdiendo dos minutos con Indurain y quedando aún con opciones.

Erik Breukink. El corredor holandés tuvo que abandonar tras sufrir una extraña enfermedad
 
Las tres etapas siguientes (con día de de descanso entre ellas) debían de ser de transición para los favoritos, hasta la llegada a los Pirineos. Sin embargo, un hecho absolutamente inesperado sacudió el Tour: el 15 de julio, día en el que se llegaba a Rennes tras 207,5 kilómetros de recorrido, cinco corredores del equipo PDM abandonaban la carrera por enfermedad, y otros tres seguían en competición a duras penas, debilitados y con fiebre elevada. Entre ellos, se encontraba Erik Breukink, líder del equipo y tercero de la general en aquel momento. El esfuerzo de Breukink, un corredor que se hallaba en la plenitud de su carrera y con serias opciones de ganar aquel Tour, sólo le valió para aguantar 24 horas más: al día siguiente ningún miembro del equipo tomó la salida, allanando el camino al resto de favoritos.

En los días siguientes el abandono del PDM fue motivo de toda clase de suspicacias y comentarios. El equipo sostuvo la versión de que fue una intoxicación alimentaria, aunque las dudas se extendieron entre la prensa y los aficionados al ciclismo. El PDM no era un equipo con un historial transparente precisamente: en 1988 uno de sus mejores corredores, Gert-Jan Theunisse, había dado positivo por testosterona; en el 89 Hans Daams, un corredor de tan sólo 28 años, se veía obligado a retirarse por problemas cardiacos; y en el 90 el joven Johannes Draayer murió de un infarto tras competir en la Semana Siciliana. La sombra de un caso de dopping planeó (y aún planea) sobre los corredores y el equipo, aunque nunca se ha demostrado. Lo único indiscutible es que el Tour del 91 perdió a uno de los conjuntos de referencia, que el hundimiento de Breukink en la crono tenía explicación y que sus figuras no volvieron a ser los mismos deportivamente.

Sean Kelly, otro histórico corredor de aquel PDM que se retiró al completo
 
Con menos competencia y con Indurain en la tercera plaza, la carrera llegó a los Pirineos. En la primera etapa de montaña, con final en Jaca, se esperaban cosas importantes, sobre todo del equipo Banesto, que tenía que empezar a demostrar sus opciones. Sin embargo, el conjunto de Echavarri no pasó al ataque y quedó en un segundo plano que levantó muchísimas críticas. "Exasperante pasividad de Banesto" fue uno de los titulares utilizados aquel día por el periódico "Mundo Deportivo". El equipo español había puesto sus ojos en la etapa del día siguiente (más larga, más dura y con final en alto), de ahí que optara por una contención que no fue precisamente bien recibida.

Quién no optó por la contención fue un joven corredor del Castorama, Luc Leblanc, que se metió en la fuga buena con Pascal Richard y el ganador de la etapa Charly Mottet (la segunda que lograba en ese Tour). Leblanc se vestía de amarillo y tanto él como Mottet empezaban a ser considerados algo peligrosos en la general, dado que habían resistido a la primera crono y habían mostrado buenas maneras en las ascensiones.

No lo veía así Geg LeMond, quien no parecía preocupado: los italianos estaban lejos, los españoles no daban señales de vida, Breukink había hecho las maletas y quitarle el maillot de líder a aquel francesito desconocido en próximas etapas no parecía complicado. La carrera estaba desarrollándose a su gusto hasta ese momento, hasta el día anterior de la etapa con final en Val Louron...

Luc Leblanc, luciendo el maillot amarillo. La preciada prenda sólo le duró un día...


1 comentario:

  1. el pie de foto es incorrecto amigo... el maillot amarillo lo luce leMond.
    buen trabajo.

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