Continuando con mi intención de abarcar un número notable de
deportes, hoy me lanzo con uno del que no he escrito todavía, la gimnasia artística.
Y lo voy a hacer recordando la carrera de una de las gimnastas más famosas y
brillantes de finales del siglo XX y principios del XXI, la rusa Svetlana
Khorkina. Un nombre que a buen seguro todos los amantes de este deporte
recuerdan.
Nacida en Belgorod en 1979, pocas gimnastas han roto como
ella los moldes de esta disciplina, en su caso por dos motivos: el primero, la
longevidad de su carrera (se mantuvo durante diez años consecutivos sumando
medallas en grandes eventos); el segundo, por su físico, dado que su estatura
(1,65 metros) no invitaba precisamente al éxito en la gimnasia artística.
Efectivamente, en un deporte en el que muy pocas chicas superan los 160 centímetros, la tall de Khorkina
destacaba de sobre manera. Ello provocó que muchas de sus rutinas fueran
diferentes a las de sus rivales y que, en busca de una mayor originalidad y
eficacia en sus ejercicios, fuera un ejemplo de innovación al crear hasta 8
elementos reconocidos por la Federación Internacional de Gimnasia. De ellos, 3
fueron en barras asimétricas, dos en barra de equilibrio, otros dos en salto y
uno en suelo.
Toda su carrera la pasó ligada a un entrenador: Boris Pilkin,
su descubridor cuando contaba con tan solo 4 años. Exigente y al mismo tiempo
de carácter afable, se convirtió en el hombre clave para desarrollar la carrera
de la gimnasta rusa, al ayudarla en la creación de los movimientos ya citados y
al saber dominar y dirigir el especial carácter de Khorkina, a pesar de que
cuando la rusa llegó al profesionalismo Pilkin ya contaba con más de 60 años.
Svetlana siempre se mostró agradecida a Boris, como lo prueban sus
declaraciones al producirse la muerte de su entrenador en el año 2010: “Siempre
lo recordaré en mi mente y en mi corazón, él es una gran pérdida para la
gimnasia rusa y para mi”.
Esa misma temporada, en el europeo femenino celebrado en
Estocolmo, Svetlana ganaría su primer oro en asimétricas y dos platas en el
programa individual y por equipos. Cinco medallas en grandes eventos en su
primer año en la élite podían considerarse un magnífico resultado.
Al año siguiente, Khorkina elevó aún más el listón en el
mundial de Sabae (Japón), logrando el 2º puesto en el programa individual
(39,130 de puntuación final) y logrando su primer oro mundial en asimétricas,
con una nota espectacular: 9,900. Lo logró además en un año en el que el
campeonato estaba repleto de figuras: Podkopayeva, Miller, Gogean, Moceanu,
Amanar… A pesar de la exigencia, la esbelta gimnasta rusa ya se había hecho con
un hueco en la élite.
Estos éxitos de 1994 y 95 marcan el inicio del tiránico
dominio que ejerció Khorkina sobre las barras asimétricas durante prácticamente
una década. A pesar de las dificultades que su estatura podía generarle en el
aparato, Khorkina resolvía sus rutinas con elegancia y perfección, acompañando
sus ejercicios con algunos movimientos espectaculares. El ejercicio anterior, con una puntuación muy
cercana al 10, es buen ejemplo de ello.
En 1996 el gran evento era, sin duda, los Juegos Olímpicos de
Atlanta, pero anteriormente hubo campeonatos del mundo y de Europa en los que
Khorkina compitió. Y en los tres torneos confirmó lo que ya había apuntado en
temporadas anteriores en asimétricas, al alzarse en todos ellos con la medalla
de oro en la modalidad. Primero fue el título mundial, empatando en San Juan
(Puerto Rico) con la bielorrusa Elena Piskun en lo alto del podio.
Posteriormente, en el europeo de Birmingham se produciría un histórico triple
empate entre la propia Khorkina, Simona Amanar y Lilia Podkopayeva; otra
medalla de oro a la que hubo que sumar la plata que logró con el conjunto ruso.
Pero el momento estelar de aquella temporada era Atlanta, ya
que es en los Juegos Olímpicos cuando la gimnasia artística alcanza su máxima
repercusión dentro del deporte mundial. Y en su primera olimpiada, Khorkina
también tuvo metales: además de llevarse la plata por equipos con Rusia, logró
el oro en las asimétricas con una nota de 9,850, por delante de Amy Chow y Bi
Wenjing. Además, este triunfo compensó la decepción sufrida en la final del
programa completo, donde una caída precisamente en asimétricas le privó de
estar mucho más arriba en la lucha final (acabó 15ª).
Consagrada por los Juegos, Khorkina acudió al mundial del 97
en Laussane con más ambición que las temporadas anteriores, y obtuvo resultados
espectaculares. Por equipos, logró una nueva medalla de plata, solo superadas
por el potentísimo equipo de Rumania. En las pruebas individuales, Khorkina
estuvo presente en todas las finales, y se alzó con la plata en suelo y barra
de equilibrios, y el oro en las asimétricas (prolongando su hegemonía) y en el
programa completo (primera gimnasta en conseguir el título para Rusia),
batiendo a Simona Amanar en la última rotación con otra excelente actuación en
su especialidad. En el siguiente vídeo podéis ver su triunfo gracias a su
ejercicio en asimétricas y su emocionada reacción al saberse campeona.
Para entonces, además de una bien merecida fama de estrella
de la gimnasia, Khorkina ya se había ganado el apelativo/descalificativo de
“diva” dentro del mundo del deporte. Sus mohines, muecas, sonrisas, lágrimas y
cambios de look no habían pasado desapercibidos ni para jueces, ni para rivales
ni para espectadores, y no siempre eran bien recibidos. Entre otras cosas,
porque chocaba de lleno con la actitud de otras muchas gimnastas, mucho más
serias y reservadas (especialmente entre las que, como ella, procedían de
Europa del Este). Incluso se le llegó a acusar, en ocasiones, de flirtear con
los jueces para conseguir un mayor apoyo en las votaciones. El posado que
realizó en noviembre de 1997 para la versión rusa de la revista “Playboy” no
ayudó, obviamente, a cambiar esta imagen.
Al respecto de su fama de diva,
Khorkina nunca se ha escondido ni ha tenido muchos reparos en admitir lo que
saltaba a la vista, como lo muestran estas declaraciones que he tomado de la
hemeroteca digital del periódico “The Guardian”:
“Mi carrera demostró
que las chicas altas podían hacer cosas increíbles en la gimnasia. Yo
abrí el camino. Y ahora soy famosa en todo el mundo (…). No me habrían llamado
diva o reina si yo no fuera creativa. Mi vestuario y maquillaje fueron siempre
importantes para mí. Cuando la gente viene a ver gimnasia artística, quiere ver
también una interpretación, no solo deporte”.
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