Hay algunos éxitos en el deporte español que, por los escasos recursos que se dedican a esas disciplinas, resultan complicados de entender y se deben valorar como extraordinarios. Hoy hablaré de uno de esos éxitos, generado en un deporte que ha brindado muchos triunfos a nuestro país: el waterpolo. Más concretamente, me refiero a la medalla de oro obtenida por el equipo masculino en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. Una victoria que premió a una generación extraordinaria de waterpolistas tras años de rozar la gloria.
Y es que, en los años previos a aquellos Juegos, España se había consolidado
en la élite del waterpolo mundial, pero sin lograr el primer puesto en ninguno
de los campeonatos internacionales disputados. Había sido plata olímpica en
Barcelona 92; plata y bronce en los europeos de Atenas (1991) y Sheffield
(1993); y subcampeona del mundo en Perth (1991) y Roma (1994). Los juegos de
Atlanta encumbraron, por fin, a aquellos
deportistas, que cuatro años antes habían llorado las lágrimas más amargas al
perder la final olímpica en casa ante Italia tras tres prórrogas.
En la convocatoria de Atlanta, sobrevivían ocho jugadores de
aquel doloroso partido ante los italianos. Ocho jugadores que pudieron
desquitarse de aquella cruel derrota. Ellos eran la base de un combinado
repleto de garra, talento y experiencia que se presentaba a aquellos Juegos
como una de las favoritas. Un equipo con muchos nombres destacables (Jordi
Sans, Pedro García, Salvador Gómez, Dani Ballart, Iván Moro, Miki Oca…), pero
en el que sobresalían especialmente dos: el portero Jesús Rollán, uno de los
mejores guardametas de waterpolo de la historia; y el gran capitán, Manel
Estiarte, 7 veces proclamado mejor jugador del mundo y apodado “El Maradona del
waterpolo”, que a sus 34 años disputaba sus quintos y en teoría últimos Juegos
Olímpicos.
El principal cambio de la selección respecto a la olimpiada
anterior, por tanto, no se encontraba en sus jugadores, sino en el banquillo: en
1993, el croata Dragan Matutinovic fue reemplazado por Joan Jané, técnico con
el que la selección alcanzaría los mejores resultados de su historia. La salida
de Matutinovic, producida tras ser sancionado un año por agresión a un árbitro
en los europeos de Sheffield, suponía el adiós del entrenador con el que se
había dado un gran salto en cuanto a resultados, pero también la salida de una
figura muy polémica por su carácter y la extrema dureza de sus métodos de
entrenamiento y disciplina. Su sustituto, Joan Jané, era también un técnico
trabajador, pero a la vez tenía mucha más mano izquierda para manejar el
equipo.
Joan Jané, el técnico que llevó a aquella selección a la gloria
Con Jané, España había vuelto a ser subcampeona del mundo en
1994, pero había dado un paso atrás en el europeo del año siguiente en Viena,
al finalizar en quinta posición. Atlanta se presentaba como una oportunidad no
solo para vengar la triste derrota de Barcelona, sino también para demostrar
que el waterpolo español no había retrocedido en sus aspiraciones.
La competición se desarrollaba con el mismo formato que el
actual: doce equipos en los juegos, dos grupos de seis en la primera fase y los
cuatro primeros de cada grupo pasaban a cuartos de final. Como siempre pasa en
el waterpolo, la supremacía de los equipos europeos era incontestable: de los
12 participantes, 11 eran de Europa, y la única excepción era el equipo
anfitrión del torneo, los Estados Unidos (eso sí, no eran un anfitrión de
tercera fila, como veremos más adelante). España quedó encuadrada en la primera
fase junto a Alemania, Hungría, Países bajos, Yugoslavia y Rusia. Un grupo con
rivales complicados, pero en el que España, por potencial, debía clasificarse.
Y cuanto más arriba mejor, para evitar un cruce complicado en cuartos.
El waterpolo fue una de las primeras disciplinas en ponerse
en marcha en aquellos Juegos, disputándose los primeros partidos el 20 de
julio. Todos los partidos se desarrollaron en el Georgia Tech Aquatic Center de
Atlanta, una magnífica instalación construida para la olimpiada y desde cuyas
gradas el equipo español recibió mucho apoyo en todos sus partidos. Aquella
selección puede presumir de haber sido una de las delegaciones españolas más
aplaudidas de los Juegos de Atlanta 96.
España debutó en la competición contra Alemania, el equipo
que le había dejado fuera de la lucha por las medallas en el último europeo. Se
presumía un partido complicado, y que iba a ser clave no solo para
clasificarse, sino también para lograr un adversario más asequible en la
siguiente fase. A la hora de jugar, la complicación no fue tan elevada: España
se impuso por un contundente 9-3, con buen juego en ataque y un magnífico
trabajo defensivo, a pesar de la superioridad en envergadura de los alemanes.
En el choque sobresalió la actuación de Jesús Rollán, con unas cuantas paradas
estelares. “El sólo les ganó el partido” declaró el técnico alemán sobre el
guardameta al finalizar el encuentro. El partido dejó también para el recuerdo,
un antológico tanto de Estiarte, con regate incluido (algo muy poco frecuente
en el waterpolo).
Jesús Rollán, el guardameta de la selección, realizó un torneo extraordinario
Al día siguiente, España disputó su segundo partido frente a
la selección de los Países Bajos, probablemente el equipo más flojo de su
grupo. Tras la contundente victoria ante Alemania, se esperaba un paseo por
parte de la selección española. Sin embargo, el encuentro se solventó con una
ajustada victoria por 8-7. Al descanso, la ventaja española era de 4-1, pero un
exceso de relajación por parte del equipo llevó a que el encuentro se apretase
de una manera inesperada. El triunfo nunca corrió peligro real (el último gol de los holandeses
llegó faltando muy pocos segundos), pero aquel resultado no era el esperado.
Jané lo avisó claramente: “Si jugamos como contra Alemania, ganamos a todos. Si
lo hacemos como hoy, pagaremos frente a Hungría y Yugoslavia”.
Y, efectivamente, pagaron. Los dos partidos siguientes del
campeonato se saldaron con sendas derrotas ante yugoslavos y húngaros,
complicando la posición en el grupo para los españoles. En el primero de estos
choques, Yugoslavia se llevó el encuentro por un tanteo de 9-7. Los yugoslavos
plantearon un partido duro y muy táctico, donde hicieron gala de su tradicional
competitividad. España, en cambio, empezó muy mal aquel día, y se fue al descanso
con un claro 5-2 en contra y con un lamentable bagaje de un gol a favor en sus
seis primeras superioridades numéricas. Solo en el último cuarto dio sensación
de tener opciones de remonta, pero Yugoslavia no perdonó cuando se le presentó
la ocasión. Aquí os dejo una recopilación de algunos momentos clave de aquel partido:
Manel Estiarte, el gran capitán de aquel memorable equipo, en plena acción
Más polémica levantó la derrota ante los húngaros por 7-8, en
un encuentro muy marcado por dos decisiones arbitrales tomadas en el último
cuarto: un penalti no señalado sobre Estiarte, y una falta sobre un jugador
español muy cerca de su portería que permitió el octavo gol de los húngaros
cuando faltaba apenas un minuto para el final. Pedro García hizo el séptimo
instantes después, pero ya no quedaba tiempo para intentar el empate. El
encuentro, que siempre estuvo muy igualado, caía del lado magiar, y aunque
España estaba ya clasificada para cuartos los augurios no eran buenos: nuestro
rival sería uno de los dos primeros del otro grupo. Estiarte habló con rotundidad
al acabar el partido: “Espero que un partido decisivo no tengamos un arbitraje
así”.
El último encuentro de la primera fase era frente a Rusia. A
él se presentó España decidida a ganar por dos motivos: superar las últimas
derrotas y evitar ser cuarta, lo que le hubiera llevado a jugar en cuartos
contra la temible Italia. Como ya hicieran los húngaros, los rusos plantearon
un partido muy agresivo en defensa, con un duro marcaje sobre Estiarte que
impidió al capitán marcar. Su relevo lo tomaron Miki Oca, Dani Ballart y
Salvador Gómez, autores de los siete primeros goles del equipo. Una vez más,
Jesús Rollán estuvo esplendido en la portería, y Pedro García se encargó de
rematar el marcador con el 8-6 definitivo, cerrando una victoria que no quedó
decidida hasta los últimos minutos. El equipo español acabó tercero de su
grupo, jugándose el pase a semifinales contra Estados Unidos.
Pedro García a punto de realizar un lanzamiento. El madrileño anotó goles vitales a lo largo del torneo
Tras una jornada de descanso, España afrontó el partido de
cuartos de final el 26 de julio. Su rival era Estados Unidos, un choque
complicado tanto por el buen nivel de los americanos como por el hecho de que
eran los anfitriones del torneo. Además, venían de conseguir el segundo puesto
en su grupo tras derrotar por 10-8 a la potente selección croata. Sin duda, se
planteaba un partido muy difícil.
Sin embargo España dio lo mejor de sí misma en el cruce
decisivo, y se impuso por 5-4, en un encuentro en el que siempre fue por
delante. Entre Jesús Rollán y los palos dejaron a Estados Unidos en un gol en los tres
primeros cuartos; para entonces, España ya había marcado sus cinco goles, obra
de Estiarte (en dos ocasiones), Salvador Gómez, Pedro García y Jordi Sans. Los
últimos minutos fueron de relajación, ante un equipo que maquilló el marcador
pero que nunca puso en peligro el triunfo español (su último gol llegó a dos
segundos del final). España ya estaba en la pelea por los metales.
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