martes, 14 de mayo de 2013

HERMANOS DE ORO (CAP. I)



Hay algunos éxitos en el deporte español que, por los escasos recursos que se dedican a esas disciplinas, resultan complicados de entender y se deben valorar como extraordinarios. Hoy hablaré de uno de esos éxitos, generado en un deporte que ha brindado muchos triunfos a nuestro país: el waterpolo. Más concretamente, me refiero a la medalla de oro obtenida por el equipo masculino en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. Una victoria que premió a una generación extraordinaria de waterpolistas tras años de rozar la gloria.

Y es que, en los años previos a  aquellos Juegos, España se había consolidado en la élite del waterpolo mundial, pero sin lograr el primer puesto en ninguno de los campeonatos internacionales disputados. Había sido plata olímpica en Barcelona 92; plata y bronce en los europeos de Atenas (1991) y Sheffield (1993); y subcampeona del mundo en Perth (1991) y Roma (1994). Los juegos de Atlanta encumbraron, por fin, a  aquellos deportistas, que cuatro años antes habían llorado las lágrimas más amargas al perder la final olímpica en casa ante Italia tras tres prórrogas.

En la convocatoria de Atlanta, sobrevivían ocho jugadores de aquel doloroso partido ante los italianos. Ocho jugadores que pudieron desquitarse de aquella cruel derrota. Ellos eran la base de un combinado repleto de garra, talento y experiencia que se presentaba a aquellos Juegos como una de las favoritas. Un equipo con muchos nombres destacables (Jordi Sans, Pedro García, Salvador Gómez, Dani Ballart, Iván Moro, Miki Oca…), pero en el que sobresalían especialmente dos: el portero Jesús Rollán, uno de los mejores guardametas de waterpolo de la historia; y el gran capitán, Manel Estiarte, 7 veces proclamado mejor jugador del mundo y apodado “El Maradona del waterpolo”, que a sus 34 años disputaba sus quintos y en teoría últimos Juegos Olímpicos.

El principal cambio de la selección respecto a la olimpiada anterior, por tanto, no se encontraba en sus jugadores, sino en el banquillo: en 1993, el croata Dragan Matutinovic fue reemplazado por Joan Jané, técnico con el que la selección alcanzaría los mejores resultados de su historia. La salida de Matutinovic, producida tras ser sancionado un año por agresión a un árbitro en los europeos de Sheffield, suponía el adiós del entrenador con el que se había dado un gran salto en cuanto a resultados, pero también la salida de una figura muy polémica por su carácter y la extrema dureza de sus métodos de entrenamiento y disciplina. Su sustituto, Joan Jané, era también un técnico trabajador, pero a la vez tenía mucha más mano izquierda para manejar el equipo.

 Joan Jané, el técnico que llevó a aquella selección a la gloria

 
Con Jané, España había vuelto a ser subcampeona del mundo en 1994, pero había dado un paso atrás en el europeo del año siguiente en Viena, al finalizar en quinta posición. Atlanta se presentaba como una oportunidad no solo para vengar la triste derrota de Barcelona, sino también para demostrar que el waterpolo español no había retrocedido en sus aspiraciones.

La competición se desarrollaba con el mismo formato que el actual: doce equipos en los juegos, dos grupos de seis en la primera fase y los cuatro primeros de cada grupo pasaban a cuartos de final. Como siempre pasa en el waterpolo, la supremacía de los equipos europeos era incontestable: de los 12 participantes, 11 eran de Europa, y la única excepción era el equipo anfitrión del torneo, los Estados Unidos (eso sí, no eran un anfitrión de tercera fila, como veremos más adelante). España quedó encuadrada en la primera fase junto a Alemania, Hungría, Países bajos, Yugoslavia y Rusia. Un grupo con rivales complicados, pero en el que España, por potencial, debía clasificarse. Y cuanto más arriba mejor, para evitar un cruce complicado en cuartos.

El waterpolo fue una de las primeras disciplinas en ponerse en marcha en aquellos Juegos, disputándose los primeros partidos el 20 de julio. Todos los partidos se desarrollaron en el Georgia Tech Aquatic Center de Atlanta, una magnífica instalación construida para la olimpiada y desde cuyas gradas el equipo español recibió mucho apoyo en todos sus partidos. Aquella selección puede presumir de haber sido una de las delegaciones españolas más aplaudidas de los Juegos de Atlanta 96.







España debutó en la competición contra Alemania, el equipo que le había dejado fuera de la lucha por las medallas en el último europeo. Se presumía un partido complicado, y que iba a ser clave no solo para clasificarse, sino también para lograr un adversario más asequible en la siguiente fase. A la hora de jugar, la complicación no fue tan elevada: España se impuso por un contundente 9-3, con buen juego en ataque y un magnífico trabajo defensivo, a pesar de la superioridad en envergadura de los alemanes. En el choque sobresalió la actuación de Jesús Rollán, con unas cuantas paradas estelares. “El sólo les ganó el partido” declaró el técnico alemán sobre el guardameta al finalizar el encuentro. El partido dejó también para el recuerdo, un antológico tanto de Estiarte, con regate incluido (algo muy poco frecuente en el waterpolo).

 Jesús Rollán, el guardameta de la selección, realizó un torneo extraordinario


Al día siguiente, España disputó su segundo partido frente a la selección de los Países Bajos, probablemente el equipo más flojo de su grupo. Tras la contundente victoria ante Alemania, se esperaba un paseo por parte de la selección española. Sin embargo, el encuentro se solventó con una ajustada victoria por 8-7. Al descanso, la ventaja española era de 4-1, pero un exceso de relajación por parte del equipo llevó a que el encuentro se apretase de una manera inesperada. El triunfo nunca corrió  peligro real (el último gol de los holandeses llegó faltando muy pocos segundos), pero aquel resultado no era el esperado. Jané lo avisó claramente: “Si jugamos como contra Alemania, ganamos a todos. Si lo hacemos como hoy, pagaremos frente a Hungría y Yugoslavia”. 

Y, efectivamente, pagaron. Los dos partidos siguientes del campeonato se saldaron con sendas derrotas ante yugoslavos y húngaros, complicando la posición en el grupo para los españoles. En el primero de estos choques, Yugoslavia se llevó el encuentro por un tanteo de 9-7. Los yugoslavos plantearon un partido duro y muy táctico, donde hicieron gala de su tradicional competitividad. España, en cambio, empezó muy mal aquel día, y se fue al descanso con un claro 5-2 en contra y con un lamentable bagaje de un gol a favor en sus seis primeras superioridades numéricas. Solo en el último cuarto dio sensación de tener opciones de remonta, pero Yugoslavia no perdonó cuando se le presentó la ocasión. Aquí os dejo una recopilación de algunos momentos clave de aquel partido:





 Manel Estiarte, el gran capitán de aquel memorable equipo, en plena acción

 

Más polémica levantó la derrota ante los húngaros por 7-8, en un encuentro muy marcado por dos decisiones arbitrales tomadas en el último cuarto: un penalti no señalado sobre Estiarte, y una falta sobre un jugador español muy cerca de su portería que permitió el octavo gol de los húngaros cuando faltaba apenas un minuto para el final. Pedro García hizo el séptimo instantes después, pero ya no quedaba tiempo para intentar el empate. El encuentro, que siempre estuvo muy igualado, caía del lado magiar, y aunque España estaba ya clasificada para cuartos los augurios no eran buenos: nuestro rival sería uno de los dos primeros del otro grupo. Estiarte habló con rotundidad al acabar el partido: “Espero que un partido decisivo no tengamos un arbitraje así”.


 


El último encuentro de la primera fase era frente a Rusia. A él se presentó España decidida a ganar por dos motivos: superar las últimas derrotas y evitar ser cuarta, lo que le hubiera llevado a jugar en cuartos contra la temible Italia. Como ya hicieran los húngaros, los rusos plantearon un partido muy agresivo en defensa, con un duro marcaje sobre Estiarte que impidió al capitán marcar. Su relevo lo tomaron Miki Oca, Dani Ballart y Salvador Gómez, autores de los siete primeros goles del equipo. Una vez más, Jesús Rollán estuvo esplendido en la portería, y Pedro García se encargó de rematar el marcador con el 8-6 definitivo, cerrando una victoria que no quedó decidida hasta los últimos minutos. El equipo español acabó tercero de su grupo, jugándose el pase a semifinales contra Estados Unidos.
 

Pedro García a punto de realizar un lanzamiento. El madrileño anotó goles vitales a lo largo del torneo

Tras una jornada de descanso, España afrontó el partido de cuartos de final el 26 de julio. Su rival era Estados Unidos, un choque complicado tanto por el buen nivel de los americanos como por el hecho de que eran los anfitriones del torneo. Además, venían de conseguir el segundo puesto en su grupo tras derrotar por 10-8 a la potente selección croata. Sin duda, se planteaba un partido muy difícil.

Sin embargo España dio lo mejor de sí misma en el cruce decisivo, y se impuso por 5-4, en un encuentro en el que siempre fue por delante. Entre Jesús Rollán y los palos  dejaron a Estados Unidos en un gol en los tres primeros cuartos; para entonces, España ya había marcado sus cinco goles, obra de Estiarte (en dos ocasiones), Salvador Gómez, Pedro García y Jordi Sans. Los últimos minutos fueron de relajación, ante un equipo que maquilló el marcador pero que nunca puso en peligro el triunfo español (su último gol llegó a dos segundos del final). España ya estaba en la pelea por los metales.












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