Mejuto pita el final del primer tiempo, que ha dejado al
Liverpool contra las cuerdas. Los italianos no han sido tan superiores para
merecer ese resultado, pero han sido un equipo muy firme en defensa, y letal
cada vez que se han acercado al área de Dudek. Con seguir ordenados atrás y
mantener el peligro en las contras parece fácil que caigan más goles. Sabedor
de que hace falta un revulsivo, Benítez arriesga con un segundo cambio: retira
a Finnan y mete un centrocampista creador y con presencia física, el alemán
Dietmar Hamann. La defensa se organiza con tres centrales, y el medio del campo
pasa a estar mucho más poblado. Los beneficios de este cambio serán casi
inmediatos.
Entretanto, los aficionados ingleses no han desfallecido en
el descanso, y el mítico “You’ll never walk alone” ha seguido resonando en
Estambul. A pesar de que nadie daría un euro por los “reds”, sus aficionados
siguen animando incansables, intentando dar fuerzas a sus jugadores para la
segunda parte. Ese apoyo incondicional se convierte en uno de los detalles más
emotivos de la final.
El segundo tiempo no empieza muy diferente, y el Milán tiene
dos buenas ocasiones en los primeros minutos. Primero, un tiro de Seedorf que
se va a córner tras rebotar en un defensa; y después una falta cercana a la
frontal que tira Shevchenko con fuerza, obligando a Dudek a despejar. Parece
que el 4-0 puede producirse en breve.
Pero es a partir de ese instante cuando, de forma milagrosa y
casi inexplicable, se produce una de las remontadas más extraordinarias de la
historia del fútbol. Una remontada que se empieza a gestar en un balón colgado
por Riise al área, en principio sin mucho peligro, pero que acaba en gol del
Liverpool tras un espectacular remate de cabeza de Steven Gerrard. El efecto es
inmediato: el capitán, que está luchando a muerte cada balón, celebra el gol
con rabia, pidiendo ánimos a su afición. Esta, envalentonada, responde de
inmediato redoblando sus cánticos. 3-1, el Liverpool empieza a creer.
Dos minutos más tarde, los “reds” van un paso más allá. Ante
la dificultad para llevar el balón al área del Milán, Smicer se juega un tiro
bastante lejano. No parece un tiro peligroso, pero el balón lleva mucha fuerza
y Dida, tapado por algunos jugadores, no reacciona a tiempo. El balón entra en
la portería, los aficionados del Liverpool enloquecen y el resultado ya está
reducido al mínimo: 3-2.
Ahora es el Milán el que está “groggy”, incapaz de entender
que ha pasado para que su magnífica ventaja se haya reducido drásticamente. El
milagro se confirma en el 58, cuando una buena combinación de los “reds” deja a
Gerrard solo frente a la portería. Gatusso lo toca con la mano por detrás y
Mejuto González no lo duda: penalti. La responsabilidad la asume Xabi Alonso,
que falla la pena máxima pero recoge el rechace para anotar el gol. 3-3
La resaca de la remontada sufrida le dura al Milán unos
minutos más, en los que el Liverpool puede hacer el cuarto gol con otro chut
lejano de Smicer. Pero, finalmente, el equipo italiano se rehace y empieza a
hacer lo que no ha hecho en todo el partido: dominar territorialmente a su
rival, que se encierra en su campo. Ese será la dinámica hasta el final del
partido, con los incansables cánticos de la afición inglesa de fondo.
Las ocasiones brillarán por su ausencia hasta el final del
tiempo reglamentario, aunque el Milán tendrá dos especialmente buenas: un
remate de Shevchenko que Traoré (su momento de gloria) saca en la misma línea
de gol, y una elaborada jugada de ataque que culmina Kaká con un remate dentro
del área que tapona Carragher. El Milán está yendo a por el partido, prueba de
ello son los cambios que hace, dando entrada a Serginho y Tomasson. Benítez
también mueve ficha, al retirar al desfondado Baros para meter a Djibril Cisse.
Esta sustitución es un tanto arriesgada, puesto que dejaba al Liverpool sin
cambios con la prórroga a la vuelta de la esquina. El agotamiento de los “reds”
en el tiempo extra se hará rápidamente evidente.
La prórroga se inicia con el mismo guión que los minutos
anteriores: asedio del Milán y el Liverpool aguantando como puede. Los “reds”
apenas pasan de medio campo, y se muestran físicamente más cansados que su
rival, que llega antes a todos los balones. Cisse pelea inútilmente contra los
centrales milanistas, que se las ganan todas. En medio de la dificultad, dos
jugadores sostienen al Liverpool con un esfuerzo heroico: Jamie Carragher,
desde el centro de la defensa; y sobre todo, Steven Gerrard. El esfuerzo del
capitán es encomiable, cortando y despejando todos los balones que puede, y
frenando las incursiones de Serginho por la banda izquierda. Junto a ellos dos,
los aficionados, que siguen cantando y empujando, son el otro gran punto de
apoyo del equipo de Benítez.
La segunda parte de la prórroga exagera más aún, si cabe, el
panorama. Víctimas de calambres (al menos en teoría), algunos jugadores del
Liverpool se desploman con frecuencia sobre el césped. Es obvio que los “reds”
apuestan por los penaltis. El Milán, por su parte, sigue intentándolo, y tiene
su oportunidad de oro en un doble remate de Shevchenko que Dudek salva
milagrosamente, primero con las manos y luego con la cara cuando parecía todo
perdido. Sin duda, el partido estuvo en esa acción.
La prórroga termina, y los equipos se disponen a lanzar los
penaltis, con los permanentes cánticos de fondo de la afición inglesa, que ha
superado claramente a los italianos en el duelo de las gradas. Incluso en este
arte los italianos parecen favoritos: ya habían ganado desde el punto fatídico
a la Juventus en 2003, y Dudek parece menos solvente que Dida en este terreno.
Pero el milagro vuelve a cobrar fuerza para euforia de los
“reds”, que se ponen 2-0 tras los dos primeros turnos. Serginho lanza fuera su
tiro, y Dudek detiene el de Pirlo. Hamann y Cissé, en cambio anotan para el
Liverpool. Dudek se ha dedicado a intentar poner nerviosos a los tiradores italianos, moviéndose de un lado a
otro mientras el lanzador tomaba carrerilla. Y, desde luego, sus intentos están
siendo efectivos.
En el siguiente turno, el Milán coge aire, con el gol de
Tomasson y la parada de Dida a Riise. Kaká pone el empate a 2-2 en los
penaltis, con Smicer pendiente de tirar. Sin duda ese fue el lanzamiento clave,
el que podía haber metido otra vez al Milán en el duelo. Pero el checo anota a
la perfección, poniendo el 2-3 a la espera de lo que haga Shevchenko. El
ucraniano, con poca convicción lanzó el penalti por el centro y flojo,
intentando asegurar; Dudek, que seguía moviéndose de un lado a otro mientras
esperaba el tiro, reaccionó rápido y detuvo el chut con la mano y el píe. El
partido había terminado y la Champions volaba hacia Anfield Road.
Ahora, pasados unos años, sigue emocionando ver los momentos
álgidos de aquel partido, que supuso la mayor remontada de la historia en una
final de copa de Europa. Es difícil explicar con exactitud cómo logró el
Liverpool levantar el encuentro, después de una primera parte en la que
prácticamente no había chutado entre los tres palos. En mi opinión, el cambio
táctico del descanso que dejó al Liverpool con tres centrales y un centro del
campo mejor armado fue muy importante; casi tanto como el impacto psicológico
de marcar dos goles en dos minutos, algo que dejó tocado durante un tiempo al
Milán. Finalmente, no se pueden olvidar el extraordinario apoyo moral recibido
de los aficionados ni las sensacionales intervenciones de Dudek, tanto en la
tanda de penaltis como en la fenomenal doble parada a Shevchenko casi al final
de la prórroga. Y, por supuesto, contaron con la fortuna de cara, siempre
necesaria cuando hay que remontar un marcador o superar un partido desde los
once metros.
Para recordar mejor el partido, os dejo unos vídeos en los
que se resumen los mejores momentos del choque. No he podido resistirme a
añadir uno en el que se muestran los momentos estelares del Liverpool con el
“You’ll never walk alone” como música de fondo:
Aquella victoria convirtió a Rafa Benítez en un auténtico
héroe en Anfield, al devolver al Liverpool la copa de Europa que llevaba más de
20 años sin ganar. Aunque en ninguna de sus temporadas siguientes consiguió
igualar este éxito, el cariño y el agradecimiento de los aficionados “reds”
siempre le acompañó desde el éxito de la final de Estambul. El Milán, por su
parte, tuvo su revancha dos años después al imponerse al Liverpool por 2-1 en
la final de 2007, con un Inzaghi en estado de gracia. Fue el desquite para casi
toda la plantilla de lo sucedido en 2005, cuando se vieron privados de una copa
que prácticamente habían llegado a rozar.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQue grande, este si que te lo has trabajado.
ResponderEliminar