El duelo de semifinales deparó un rival ya conocido en la
competición: Hungría volvía a cruzarse en nuestro camino, la misma Hungría que
nos había ganado por un único gol en la primera fase, y que lo había conseguido
con algunas decisiones arbitrales más que discutibles. La selección, además,
que mejor palmarés tenía en los Juegos Olímpicos: hasta 6 medallas de oro
habían ganado los húngaros en olimpiadas anteriores (hoy día son 9, tras haber
subido a lo más alto en los Juegos de Sidney, Atenas y Pekín).
Ante Hungría, la cosa nunca estuvo tan clara como ante los
Estados Unidos. El combinado magiar supo defender muy bien a los españoles,
redujo al mínimo la aportación en ataque de Estiarte, y estuvo la mayor parte
del partido con ventaja en el marcador. El equipo español estuvo más cerca que
nunca de la eliminación en el torneo cuando los
húngaros se pusieron 3-5 arriba en el tercer cuarto.
Pero un jugador que se hallaba en estado de gracia aquel día
sacó a España del atolladero. Salvador “Chava”
Gómez, uno de los que sufrió en sus carnes la desgraciada derrota de
Barcelona, tiró del equipo en los momentos de incertidumbre, anotando cuatro
goles desde la posición de boya, entre ellos el 4-5 y el 5-5, este último al
poco de iniciarse el último cuarto. Gómez sería también clave en la última
acción del encuentro, al arrebatarle al húngaro Benedek un balón que podría
haber supuesto el empate del equipo magiar. Antes, Iván Moro de tiro lejano, y
Sergi Pedrerol habían logrado el 7-5, y Kasas había puesto el miedo en el
cuerpo con el sexto gol húngaro faltando minuto y medio. El marcador ya no se
movió, y España accedía a su segunda final olímpica.
El héroe de las semifinales con sus cuatro goles: Salvador "Chava" Gómez
El encuentro decisivo se disputó contra Croacia, que se
impuso con cierta sorpresa a Italia en semifinales por 7-6. Los croatas no iban
a ser presa fácil: eran otro de los equipos de la élite europea, cuartos en los
últimos campeonatos de Europa y del mundo. En su equipo había jugadores de
mucho talento, e incluso algunos de ellos, como Bukic o Simenc, habían ganado
la medalla de oro años atrás cuando los croatas competían bajo la bandera de
Yugoslavia. Por otra parte, su juego era menos trabado y menos marrullero que
el de húngaros o yugoslavos, y mentalmente parecía menos peligrosa que Italia
si se llegaba al final con el marcador apretado. Además, el entrenador croata,
Bruno Silic, no podría estar en el banquillo por haber sido expulsado ante
Italia, lo que complicaría la organización táctica de nuestros rivales.
La final se jugó el 28 de julio y para entonces la delegación
española en los Juegos aún no había logrado su primera medalla de oro (se
acabaron consiguiendo cinco de este metal). El waterpolo se presentaba como una
extraordinaria oportunidad de estrenars en lo más alto del podio, y la
oportunidad no se desaprovechó. Por si preferís las imágenes a las palabras, os
dejo un enlace a un especial sobre la final de Atlanta, emitido por Televisión
Española en uno de los programas de “Londres en juego” realizados en el pasado
2012. Además del partido íntegro, se ofrece una entrevista en el plató a dos de
los integrantes de aquella selección: Jordi Sans y Dani Ballart.
El primer cuarto de aquella final fue un quiero y no puedo
para España, que tuvo mucho tiempo la pelota en campo croata, pero tirando poco
y con poco peligro. Hasta cuatro superioridades numéricas fueron desperdiciadas
por los españoles en este cuarto, gracias al buen hacer defensivo de Croacia,
que además realizó algunos peligrosos disparos cuando se estiró en busca de su
adversario. Jesús Rollán, que seguía en estado de gracia, paró todos los
lanzamientos… menos el último, obra de Vrbicic, que marcó de tiro cruzado
aprovechando un contraataque. El primer periodo finalizó con 1-0 y por lo visto
en la piscina había cosas por mejorar en España.
La impetuosa salida de los españoles en el segundo cuarto,
con tiro al larguero de Dani Ballart incluido, hizo pensar por un momento que
el tono del partido iba a cambiar, pero no fue así. España siguió sin encontrar
huecos en la organizada defensa de Croacia, y las buenas ocasiones eran más
bien escasas. Consiguió empatar gracias a un buen lanzamiento de Estiarte en su
quinta superioridad numérica, pero en la siguiente jugada los croatas volvían a
adelantarse. Y aún antes del descanso, Tino Vegar ponía el 3-1 también con un
tiro lejano muy ajustado. El periodo terminó con ese marcador, y con la
sensación de que lograr una segunda remontada en dos días estaba bastante
difícil.
Jordi Sans celebrando un gol. El catalán jugó a un gran nivel en la final olímpica
Es en ese momento, a caballo entre el segundo y el tercer
periodo, cuando se gesta la remontada, tal y como reconoce Miki Oca en el
documental “Aigua, infern i cel”, que trata sobre la gestación de aquella
magnífica selección:
“Joan nos habla, nos dice, nos da la charla, y
automáticamente todos nos empezamos a mirar y es como si nos dijéramos chicos, no volvemos a pasar por lo de
Barcelona, ¿eh? No salimos del agua igual otra vez, ¿eh? Esto lo ganamos como
sea (…) Si hay que matar a alguien se mata pero esto no acaba hasta que hayamos
ganado".
La rabia y la madurez que aquella cruel derrota del 92 aportó
a la selección son claves para entender el rumbo del partido a partir de ese
instante. En los primeros minutos del tercer cuarto, el acierto y la calidad
del equipo español y una pizca de suerte permiten que el encuentro se iguale de
una forma rápida. Primero, Rollán impide con otra parada que el encuentro se
ponga 4-1; luego, aprovechando una superioridad numérica, Miki Oca anota el 3-2
desde el lado izquierdo del ataque; a continuación Croacia no aprovecha la
inferioridad española por sanción a Pedro García, y falla un remate desde la
boya; y finalmente Estiarte, con un tiro exterior, consigue igualar el
encuentro. España ha anotado en dos minutos y medio más goles que en todo lo
que se llevaba de partido, y la ventaja en el resultado y en el aspecto anímico
de los croatas desaparece de un plumazo.
A partir de aquí, el partido tiene en España un claro
dominador. El equipo español sabe jugar con
la presión mucho mejor que su rival, sintiéndose mucho más cómodo en la
piscina. Jordi Sans lo reconoce sin tapujos en la entrevista del vídeo: “La
experiencia de Barcelona nos dio saber jugar una final olímpica (…) y en
momentos clave supimos estar tranquilos”. Todos los años de sumar medallas pero
quedarse a las puertas de la gloria dieron a aquellos jugadores una estabilidad
que les permitió jugar con maestría en los dos últimos cuartos de la final de
Atlanta.
Croacia aún consiguió poner el 4-3 en el marcador, pero en
menos de un minuto Estiarte volvía a igualar el partido, esta vez de penalti.
Aún en el tercer cuarto, Jordi Sans marcaba el primero de sus dos goles, poniendo
por primera vez a España por delante en el marcador. Croacia aún tuvo un último
chispazo de genio por medio de su capitán Bukic, que logró empatar a cinco
cuando apenas faltaban unos segundos para finalizar el cuarto, pero su equipo
se estaba descomponiendo: habían encajado cuatro goles en un solo periodo, y
los jugadores habían empezado a recriminarse entre ellos cuando se producían
errores. Estaban lejos del equipo de los primeros minutos.
En el último cuarto, España sentencia por la vida rápida, con
dos goles en dos minutos. Primero anotó Pedro García, empujando a la red un
balón que había sido despejado por el portero rival. Un minuto más tarde, Jordi
Sans anotó el gol más espectacular del partido: un lanzamiento de revés de tiro
cruzado desde larga distancia, con un defensor croata presionándole muy encima.
Era el séptimo tanto español, recibido con verdadera euforia: los jugadores
sabían que solo un desastre les podía apartar del oro.
La euforia se desató entre los españoles al acabar el partido. Incluso el entrenador, Joan Jané, acabó en la piscina
A partir de ahí, España se dedicó a aguantar el balón,
alargando al máximo las posesiones para reducir al mínimo las opciones de
peligro en su portería. Croacia, rota moral y tácticamente, lo intentó como
pudo; pero los nervios, la defensa española y la falta de puntería (aún
hicieron un tiro al palo) les impidió acercarse en el marcador. Faltando un
minuto, España recuperó el balón que aseguraba el título, empezando a
celebrarse el mismo antes de que el árbitro pitara el final del partido. Los últimos
segundos la pelota durmió en manos de Manel Estiarte, el gran capitán, que por
fin veía sus sueños y los de sus compañeros hechos realidad: España era
campeona olímpica de waterpolo.
El resto del día (y de la noche) fue para las celebraciones,
los agradecimientos y las felicitaciones. Quizás la más emblemática fue la del
rey Juan Carlos I, que llamó personalmente al capitán Estiarte para felicitar
al equipo por su éxito. Los jugadores también quisieron acordarse repetidamente
de todos aquellos que les habían visto perder ante Italia cuatro años antes,
una derrota por fin superada. “Dios no podía castigarnos dos veces. Era
imposible, inhumano” declaró Dani Ballart, al respecto de las dos finales
olímpicas. “Hemos jugado con orgullo, con rabia, con raza, con ilusión, por
España, por nosotros” dijo un orgulloso Estiarte, que poco antes del partido
había confirmado que seguiría en la selección hasta el europeo de Sevilla del
año siguiente (finalmente se mantuvo en el equipo hasta la olimpiada de Sydney
2000, en la que fue abanderado).
Los jugadores, eufóricos tras recibir la medalla de oro de manos de Samaranch
La ceremonia de entrega de medallas se celebró esa misma
tarde, poco después de finalizar el partido. Al frente de la misma estuvo el
presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, que había mostrado especial interés
de ser el encargado de repartirlas. En lo más alto del podio, flanqueada por
Croacia e Italia, la selección española: Josep María Abarca, Ángel Andreo, Dani
Ballart, Pedro García, Salvador Gómez, Manel Estiarte, Iván Moro, Miki Oca,
Jorge Payá, Segi Pedrerol, Jesus Rollán, Jordi Sans y Carles Sans. Los 13
jugadores que habían logrado el oro para España.
De aquellas medallas, dos historias que merecen ser
especialmente recordadas. Por un lado, la de Jorge Payá, un veterano de 33 años
para el cual aquella final de Atlanta fue su último acto de servicio como
jugador. Y por el otro, Jesús Rollán, el mítico portero de aquel equipo, que
posteriormente donó su medalla de oro a una telemaratón para que fuera
subastada con fines benéficos. Un gesto que honra a una gran figura del
waterpolo, tristemente desaparecida y de quien todos sus compañeros siempre han
hablado maravillas.
El éxito de Atlanta no fue el último gran momento de aquel
extraordinario conjunto. En 1998, con el refuerzo de lujo de Iván Pérez, un
equipo formado por casi los mismos jugadores conquistó la otra gran cita del
waterpolo internacional: el campeonato del mundo, que en aquella ocasión se
disputaba en la ciudad australiana de Perth. Y en 2001, buena parte del equipo
repitió de nuevo cetro mundial, en esa ocasión en Fukuoka. Fueron, junto al oro
olímpico de 1996, los momentos más gloriosos del waterpolo español, un deporte
que vivió en aquellos años la mejor generación de jugadores que nunca hemos
tenido.
Para finalizar, os dejo con este enlace al documental que ya
he mencionado anteriormente, “aigua, infern i cel”, emitido por la TV3. En él
se hace un repaso a la trayectoria de España desde la llegada de Dragan
Matutinovic a su banquillo hasta la olimpiada de Atlanta 96, explicando cuando
y como dio la selección el salto de calidad que la llevó a ser campeona olímpica.
Se trata de un trabajo extraordinariamente interesante, tanto por la claridad
con la que se explican los hechos como por los valiosos testimonios que aportan
los protagonistas directos. Sin duda,
merece la pena.
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