martes, 14 de mayo de 2013

HERMANOS DE ORO (CAP. II)




El duelo de semifinales deparó un rival ya conocido en la competición: Hungría volvía a cruzarse en nuestro camino, la misma Hungría que nos había ganado por un único gol en la primera fase, y que lo había conseguido con algunas decisiones arbitrales más que discutibles. La selección, además, que mejor palmarés tenía en los Juegos Olímpicos: hasta 6 medallas de oro habían ganado los húngaros en olimpiadas anteriores (hoy día son 9, tras haber subido a lo más alto en los Juegos de Sidney, Atenas y Pekín).

Ante Hungría, la cosa nunca estuvo tan clara como ante los Estados Unidos. El combinado magiar supo defender muy bien a los españoles, redujo al mínimo la aportación en ataque de Estiarte, y estuvo la mayor parte del partido con ventaja en el marcador. El equipo español estuvo más cerca que nunca de la eliminación en el torneo cuando los  húngaros se pusieron 3-5 arriba en el tercer cuarto.

Pero un jugador que se hallaba en estado de gracia aquel día sacó a España del atolladero. Salvador “Chava”  Gómez, uno de los que sufrió en sus carnes la desgraciada derrota de Barcelona, tiró del equipo en los momentos de incertidumbre, anotando cuatro goles desde la posición de boya, entre ellos el 4-5 y el 5-5, este último al poco de iniciarse el último cuarto. Gómez sería también clave en la última acción del encuentro, al arrebatarle al húngaro Benedek un balón que podría haber supuesto el empate del equipo magiar. Antes, Iván Moro de tiro lejano, y Sergi Pedrerol habían logrado el 7-5, y Kasas había puesto el miedo en el cuerpo con el sexto gol húngaro faltando minuto y medio. El marcador ya no se movió, y España accedía a su segunda final olímpica.

El héroe de las semifinales con sus cuatro goles: Salvador "Chava" Gómez

 

El encuentro decisivo se disputó contra Croacia, que se impuso con cierta sorpresa a Italia en semifinales por 7-6. Los croatas no iban a ser presa fácil: eran otro de los equipos de la élite europea, cuartos en los últimos campeonatos de Europa y del mundo. En su equipo había jugadores de mucho talento, e incluso algunos de ellos, como Bukic o Simenc, habían ganado la medalla de oro años atrás cuando los croatas competían bajo la bandera de Yugoslavia. Por otra parte, su juego era menos trabado y menos marrullero que el de húngaros o yugoslavos, y mentalmente parecía menos peligrosa que Italia si se llegaba al final con el marcador apretado. Además, el entrenador croata, Bruno Silic, no podría estar en el banquillo por haber sido expulsado ante Italia, lo que complicaría la organización táctica de nuestros rivales.

La final se jugó el 28 de julio y para entonces la delegación española en los Juegos aún no había logrado su primera medalla de oro (se acabaron consiguiendo cinco de este metal). El waterpolo se presentaba como una extraordinaria oportunidad de estrenars en lo más alto del podio, y la oportunidad no se desaprovechó. Por si preferís las imágenes a las palabras, os dejo un enlace a un especial sobre la final de Atlanta, emitido por Televisión Española en uno de los programas de “Londres en juego” realizados en el pasado 2012. Además del partido íntegro, se ofrece una entrevista en el plató a dos de los integrantes de aquella selección: Jordi Sans y Dani Ballart.




El primer cuarto de aquella final fue un quiero y no puedo para España, que tuvo mucho tiempo la pelota en campo croata, pero tirando poco y con poco peligro. Hasta cuatro superioridades numéricas fueron desperdiciadas por los españoles en este cuarto, gracias al buen hacer defensivo de Croacia, que además realizó algunos peligrosos disparos cuando se estiró en busca de su adversario. Jesús Rollán, que seguía en estado de gracia, paró todos los lanzamientos… menos el último, obra de Vrbicic, que marcó de tiro cruzado aprovechando un contraataque. El primer periodo finalizó con 1-0 y por lo visto en la piscina había cosas por mejorar en España.

La impetuosa salida de los españoles en el segundo cuarto, con tiro al larguero de Dani Ballart incluido, hizo pensar por un momento que el tono del partido iba a cambiar, pero no fue así. España siguió sin encontrar huecos en la organizada defensa de Croacia, y las buenas ocasiones eran más bien escasas. Consiguió empatar gracias a un buen lanzamiento de Estiarte en su quinta superioridad numérica, pero en la siguiente jugada los croatas volvían a adelantarse. Y aún antes del descanso, Tino Vegar ponía el 3-1 también con un tiro lejano muy ajustado. El periodo terminó con ese marcador, y con la sensación de que lograr una segunda remontada en dos días estaba bastante difícil.


Jordi Sans celebrando un gol. El catalán jugó a un gran nivel en la final olímpica



Es en ese momento, a caballo entre el segundo y el tercer periodo, cuando se gesta la remontada, tal y como reconoce Miki Oca en el documental “Aigua, infern i cel”, que trata sobre la gestación de aquella magnífica selección:

“Joan nos habla, nos dice, nos da la charla, y automáticamente todos nos empezamos a mirar y es como si nos dijéramos chicos, no volvemos a pasar por lo de Barcelona, ¿eh? No salimos del agua igual otra vez, ¿eh? Esto lo ganamos como sea (…) Si hay que matar a alguien se mata pero esto no acaba hasta que hayamos ganado".

La rabia y la madurez que aquella cruel derrota del 92 aportó a la selección son claves para entender el rumbo del partido a partir de ese instante. En los primeros minutos del tercer cuarto, el acierto y la calidad del equipo español y una pizca de suerte permiten que el encuentro se iguale de una forma rápida. Primero, Rollán impide con otra parada que el encuentro se ponga 4-1; luego, aprovechando una superioridad numérica, Miki Oca anota el 3-2 desde el lado izquierdo del ataque; a continuación Croacia no aprovecha la inferioridad española por sanción a Pedro García, y falla un remate desde la boya; y finalmente Estiarte, con un tiro exterior, consigue igualar el encuentro. España ha anotado en dos minutos y medio más goles que en todo lo que se llevaba de partido, y la ventaja en el resultado y en el aspecto anímico de los croatas desaparece de un plumazo.

A partir de aquí, el partido tiene en España un claro dominador. El equipo español sabe jugar con  la presión mucho mejor que su rival, sintiéndose mucho más cómodo en la piscina. Jordi Sans lo reconoce sin tapujos en la entrevista del vídeo: “La experiencia de Barcelona nos dio saber jugar una final olímpica (…) y en momentos clave supimos estar tranquilos”. Todos los años de sumar medallas pero quedarse a las puertas de la gloria dieron a aquellos jugadores una estabilidad que les permitió jugar con maestría en los dos últimos cuartos de la final de Atlanta.

Croacia aún consiguió poner el 4-3 en el marcador, pero en menos de un minuto Estiarte volvía a igualar el partido, esta vez de penalti. Aún en el tercer cuarto, Jordi Sans marcaba el primero de sus dos goles, poniendo por primera vez a España por delante en el marcador. Croacia aún tuvo un último chispazo de genio por medio de su capitán Bukic, que logró empatar a cinco cuando apenas faltaban unos segundos para finalizar el cuarto, pero su equipo se estaba descomponiendo: habían encajado cuatro goles en un solo periodo, y los jugadores habían empezado a recriminarse entre ellos cuando se producían errores. Estaban lejos del equipo de los primeros minutos.


En el último cuarto, España sentencia por la vida rápida, con dos goles en dos minutos. Primero anotó Pedro García, empujando a la red un balón que había sido despejado por el portero rival. Un minuto más tarde, Jordi Sans anotó el gol más espectacular del partido: un lanzamiento de revés de tiro cruzado desde larga distancia, con un defensor croata presionándole muy encima. Era el séptimo tanto español, recibido con verdadera euforia: los jugadores sabían que solo un desastre les podía apartar del oro.


La euforia se desató entre los españoles al acabar el partido. Incluso el entrenador, Joan Jané, acabó en la piscina




A partir de ahí, España se dedicó a aguantar el balón, alargando al máximo las posesiones para reducir al mínimo las opciones de peligro en su portería. Croacia, rota moral y tácticamente, lo intentó como pudo; pero los nervios, la defensa española y la falta de puntería (aún hicieron un tiro al palo) les impidió acercarse en el marcador. Faltando un minuto, España recuperó el balón que aseguraba el título, empezando a celebrarse el mismo antes de que el árbitro pitara el final del partido. Los últimos segundos la pelota durmió en manos de Manel Estiarte, el gran capitán, que por fin veía sus sueños y los de sus compañeros hechos realidad: España era campeona olímpica de waterpolo.

El resto del día (y de la noche) fue para las celebraciones, los agradecimientos y las felicitaciones. Quizás la más emblemática fue la del rey Juan Carlos I, que llamó personalmente al capitán Estiarte para felicitar al equipo por su éxito. Los jugadores también quisieron acordarse repetidamente de todos aquellos que les habían visto perder ante Italia cuatro años antes, una derrota por fin superada. “Dios no podía castigarnos dos veces. Era imposible, inhumano” declaró Dani Ballart, al respecto de las dos finales olímpicas. “Hemos jugado con orgullo, con rabia, con raza, con ilusión, por España, por nosotros” dijo un orgulloso Estiarte, que poco antes del partido había confirmado que seguiría en la selección hasta el europeo de Sevilla del año siguiente (finalmente se mantuvo en el equipo hasta la olimpiada de Sydney 2000, en la que fue abanderado).

Los jugadores, eufóricos tras recibir la medalla de oro de manos de Samaranch



La ceremonia de entrega de medallas se celebró esa misma tarde, poco después de finalizar el partido. Al frente de la misma estuvo el presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, que había mostrado especial interés de ser el encargado de repartirlas. En lo más alto del podio, flanqueada por Croacia e Italia, la selección española: Josep María Abarca, Ángel Andreo, Dani Ballart, Pedro García, Salvador Gómez, Manel Estiarte, Iván Moro, Miki Oca, Jorge Payá, Segi Pedrerol, Jesus Rollán, Jordi Sans y Carles Sans. Los 13 jugadores que habían logrado el oro para España.

De aquellas medallas, dos historias que merecen ser especialmente recordadas. Por un lado, la de Jorge Payá, un veterano de 33 años para el cual aquella final de Atlanta fue su último acto de servicio como jugador. Y por el otro, Jesús Rollán, el mítico portero de aquel equipo, que posteriormente donó su medalla de oro a una telemaratón para que fuera subastada con fines benéficos. Un gesto que honra a una gran figura del waterpolo, tristemente desaparecida y de quien todos sus compañeros siempre han hablado maravillas.

El éxito de Atlanta no fue el último gran momento de aquel extraordinario conjunto. En 1998, con el refuerzo de lujo de Iván Pérez, un equipo formado por casi los mismos jugadores conquistó la otra gran cita del waterpolo internacional: el campeonato del mundo, que en aquella ocasión se disputaba en la ciudad australiana de Perth. Y en 2001, buena parte del equipo repitió de nuevo cetro mundial, en esa ocasión en Fukuoka. Fueron, junto al oro olímpico de 1996, los momentos más gloriosos del waterpolo español, un deporte que vivió en aquellos años la mejor generación de jugadores que nunca hemos tenido.



Para finalizar, os dejo con este enlace al documental que ya he mencionado anteriormente, “aigua, infern i cel”, emitido por la TV3. En él se hace un repaso a la trayectoria de España desde la llegada de Dragan Matutinovic a su banquillo hasta la olimpiada de Atlanta 96, explicando cuando y como dio la selección el salto de calidad que la llevó a ser campeona olímpica. Se trata de un trabajo extraordinariamente interesante, tanto por la claridad con la que se explican los hechos como por los valiosos testimonios que aportan los protagonistas directos. Sin duda, merece la pena.




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