martes, 16 de julio de 2013

ERIC CANTONA: L'ENFANT TERRIBLE (I)

Nunca jugó un mundial. Nunca ganó la Copa de Europa. Nunca protagonizó traspasos multimillonarios, ni obtuvo el Balón de Oro. Y aún así, es uno de los futbolistas más recordados de los años 90. Capaz de lo mejor (goles y pases extraordinarios), de lo peor (agresiones y declaraciones injustificables) y de lo increible (convertirse en un ídolo en Inglaterra a pesar de ser francés), un futbolista tan inusual merecía una entrada (en dos partes) en la que se analicen sus glorias y sus miserias. Por ello, "Citius Altius Fortius" rinde hoy homenaje a la carrera de Éric "The King" Cantona.


Una carrera que se inicia en su infancia en su Marsella natal, pero no en el mítico equipo de la ciudad, el Olympique. Cantona da sus primeros pasos en el modesto conjunto SO Caillolais, con la intención inicial de seguir los pasos de su padre y jugar de guardameta. Sin embargo, su talento y creatividad llevan a los técnicos a desechar esta opción y a situarlo en posiciones de vanguardia. Saben que tienen un diamante en bruto, y las ofertas no tardarán en llegar. En 1981, con tan solo quince años, se produce el fichaje para jugar en las categorías inferiores de un equipo de primera división francesa: el Auxerre. Un equipo al que Éric recuerda con cariño a su manera: "Francia no merece al Auxerre. Inglaterra, sin duda, pero no Francia"

En el club de la Borgoña Cantona va a formarse definitivamente como futbolista. Allí contará con un técnico famoso por su longevidad en el cargo (estuvo más de 40 años al frente del Auxerre) y por su capacidad para pulir futbolistas: el legendario Guy Roux. Bajo su batuta, Cantona debutará en la máxima categoría en la temporada 83-84. No obstante, en sus primeros años jugará muy pocos partidos en la Ligue 1: el parón para realizar el servicio militar y una cesión al Martigues para que se foguease llevan a que Éric, al finalizar la temporada 85-86, tan solo haya disputado siete partidos en la máxima categoría francesa.


Es en los dos años siguientes cuando Cantona se consolida como un jugador importante en el Auxerre y en la Ligue 1: 68 partidos y 21 goles en el torneo de la regularidad son una buena muestra de ello. Además, debuta con la selección absoluta en 1987, y gana el campeonato de Europa sub 21 en 1988. Su juego no es especialmente elegante, pero sus virtudes hacen olvidar fácilmente la falta de estética de algunos de sus movimientos: es un delantero potente, no exento de técnica, decidido en el remate, con capacidad para aguantar el balón y con facilidad para dar asistencias. Además, no se esconde en los momentos decisivos. Todos estos argumentos, unidos a su deseo de abandonar el Auxerre, le llevan a ser  traspasado al nuevo rico de la liga francesa, el Olympique de su Marsella natal, por 22 millones de francos de la época.

Sin embargo, paralelamente a sus éxitos deportivos, Cantona va creando un listado de situaciones polémicas que dañan su reputación: en 1987, es sancionado por su propio equipo tras propinarle un puñetazo en la cara a su compañero Bruno Martini. En la temporada siguiente, recibe una sanción de tres meses (posteriormente reducida a dos) tras una brutal entrada al jugador del Nantes Michel Der Zarkarian.Se pierde la final del europeo sub 21 por una discusión con su técnico. Y la peor de todas ocurre en el mismo 1988, cuando el seleccionador Henri Michel le deja fuera de una convocatoria de la selección absoluta; indignado, Cantona monta un escándalo monumental al realizar las siguientes declaraciones en televisión: "No volveré a jugar con Francia mientras Michel siga siendo seleccionador. O él, o yo. Es uno de los entrenadores más incompetentes del mundo, algo parecido a un saco de mierda". Efectivamente, no volvió al combinado galo hasta que hubo nuevo seleccionador, el mítico Platiní.


A Cantona, por tanto, le van a acompañar su talento y su temperamento desde el principio de su carrera. Y su llegada a Marsella no contribuyó precisamente a mejorarle. A pesar de estar en el equipo de su infancia, Éric va a dejar de ser una figura emergente para convertirse en uno más dentro de una plantilla plagada de estrellas. Bernard Tapie, el polémico presidente del Olynpique en aquellos días, estaba construyendo un sensacional equipo a base de talonario, y con hombres como Jean Pierre Papin liderando el ataque, el papel de Cantona era secundario.

El rendimiento de Éric durante sus seis primeros meses en Marsella no fue bueno, y otro desplante le va a costar serios problemas: en un amistoso contra el Torpedo de Moscú, Cantona acaba lanzando un balonazo contra el público y arrojando la camiseta de su equipo al suelo tras ser sustituido. El club le impone una fuerte sanción y decide cederlo el resto de la temporada al Girondins de Burdeos, donde cumple con unos números decentes al marcar 6 goles en los 12 partidos oficiales que juega.

La temporada siguiente, a sus 23 años, vuelve a ser cedido, en esta ocasión al Montpellier. Allí siguen las luces y las sombras: el club está a punto de empaquetarlo de vuelta a Marsella cuando le tira las botas a la cara a su compañero Jean-Claude Lemont al creer que le estaba criticando por la espalda. El apoyo de algunos pesos pesados del vestuario, como Laurent Blanc o Carlos Valderrama, es crucial para que permanezca en el Montpellier hasta final de año, completando una magnífica temporada y proclamándose campeón de Copa. 14 tantos en 39 partidos oficiales y el buen nivel desplegado son su aval para regresar al Marsella.


En esta segunda oportunidad, Cantoná empieza bien, con buenos números y con la confianza de un entrenador recién proclamado campeón del mundo, Franz Beckenbauer. Marca 7 goles en 12 partidos de liga y colabora a que su equipo vaya pasando rondas en la copa de Europa. Sin embargo, la prosperidad dura poco: en diciembre, Beckenbauer asume la dirección deportiva, y el responsable del banquillo (y de las alineaciones) pasa a ser el veterano técnico belga Raymond Goethals, que convertirá a Cantona en un suplente. Su participación en los meses siguientes es mínima, y aunque el Olympique se proclama campeón de la Ligue 1, la desgraciada derrota en la final de la copa de Europa ante el Estrella Roja en los penaltis hace que la temporada deje un sabor muy amargo en Marsella. Bernard Tapie decide remodelar el equipo, y uno de los afectados va a ser Eric, que está encantado ante la posibilidad de perder de vista a Goethals. El traspaso se consuma, sorprendentemente a un recien ascendido: el Nimes.

Allí, en un equipo modesto, algunos pensaban que Cantona podía convertirse en el líder y sacar todo el talento que llevaba dentro, pero en esta ocasión se equivocaron. La dinámica negativa de los últimos meses en Marsella continuó, y su rendimiento fue muy bajo. Tan solo llegó a disputar 17 partidos, en los que únicamente marcó dos goles, y siempre se le vio desmotivado. Ni siquiera ser un fijo de Platini en la selección le llevaba a intentar regresar a su mejor nivel.


Su salida de la liga francesa estuvo, obviamente, envuelta en polémica: en un partido de liga, muy enfadado por la actuación arbitral, no tuvo mejor idea que lanzarle un balonazo al colegiado. Es inmediatamente expulsado, y de camino a los vestuarios, se dedica a provocar al público. La Federación francesa, harta de que llueva sobre mojado, le sanciona un mes. Cantona lo solventa posteriormente a su estilo: "los miembros del comité son unos idiotas". La sanción pasa a ser de dos meses y Éric, en su arrebato más agresivo, anuncia su retirada del fútbol. Con 25 años, habiendo ganado una liga y una copa, un jugador que parecía destinado a cotas muy altas se retiraba del fútbol... O eso parecía.




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