La "canarinha" partía como cabeza de serie y quedó encuadrada en el grupo F, jugando los tres partidos en Sevilla (el primero en el Sánchez Pizjuan y los dos siguientes en el Benito Villamarín), en un grupo asequible pero no cómodo: es cierto que el partido contra Nueva Zelanda no suponía una amenaza para los brasileños, pero los encuentros previos contra la Unión Soviética y Escocia no iban a ser tan sencillos. Aunque eran favoritos en el grupo y en el mundial, Brasil haría bien en no descuidarse.
El primer partido lo disputó el 14 de junio contra la URSS y en él se confirmó todo lo que ya era previsible: que los brasileños iban a jugar a siempre al ataque, con mucha verticalidad; que tenían muchísimo talento; que su vocación ofensiva podía jugarles malas pasadas en defensa; y que los soviéticos eran cualquier cosa menos una perita en dulce. El combinado de Beskov, con un Rinat Dassaev pletórico en la portería, hizo sudar muchísimo la victoria a Brasil. Con una buena organización defensiva y combinando con acierto para salir rápido a la contra, la URSS tuvo el marcador a favor durante buena parte del encuentro, gracias a un gol de Andrei Bal a los 34 minutos con un disparo lejano que se comió Waldir Peres. Y podrían haber sido dos de no haberse tragado el árbitro Lamo Castillo un claro penalti cometido sobre el extremo soviético Shengelia.
Brasil, que aquel día no pudo contar con Cerezo por sanción (y lo notó), lo intentó repetidamente, y al final consiguió dar la vuelta al resultado con dos genialidades: la primera de Sócrates, con un sensacional disparo desde fuera del área tras dejar sentado a dos contrarios; la segunda de Éder, con un zurdazo desde cerca de la frontal que entró como un auténtico misil. No os perdáis esos dos tantos porque son realmente bonitos.
Un poco menos complicado fue el siguiente partido contra Escocia, una selección que hoy día no resulta muy temible pero que a principios de los 80 contaba con jugadores de categoría, como Strachan,Souness, Archibald y sobre todo Kenny Dalghish. Aunque los escoceses también se adelantaron en el marcador, con un gran chut de Narey, Brasil logró una gran remontada, repleta de buen fútbol, hasta situar el 4-1 como marcador final. Antes del descanso Zico había empatado con un soberbio tiro de falta, y en la segunda parte llego el festival: los tantos de Óscar (rematando un saque de córner), Éder (golazo con una vaselina en diagonal) y Falcao (con un tiro raso y ajustado al palo) llevaron a Brasil a la goleada, ampliamente festejada en las gradas por los numerosos seguidores brasileños que se habían desplazado para apoyar a su equipo en el torneo.
El ambiente de samba y la borrachera de goles continuaron en el último partido del grupo ante Nueva Zelanda. Se especuló con la posibilidad de que Santana aprovecharía que su equipo había logrado ya la clasificación para dar descanso a algunos jugadores, pero el técnico prefirió dar continuidad al once que había funcionado ante Escocia. El resultado final fue un Brasil que, jugando a medio gas, le endosó un 4-0 a los "kiwis", que bastante habían hecho ya con clasificarse para el Mundial. Zico hizo dos tantos (el primero con un espectacular remate de tijera), Falcao anotó el tercero y Serginho, el discutido ariete, completó la cuenta. Con esta victoria la "canarinha" hacía pleno en la primera fase.
La segunda fase de aquel campeonato presentaba un sistema novedoso (y que nunca más volvió a aplicarse): los 12 equipos clasificados se repartieron en 4 grupos de 3 países, y el líder de cada grupo alcanzaría las semifinales. En teoría, habiendo sido primera en la fase previa, Brasil debería haber tenido un grupo asequible, y los pronósticos pre-mundialistas situaban a Polonia y Bélgica junto a la "canarinha" en esta fase. Pero polacos y belgas rindieron por encima de los esperado en sus grupos, y relegaron a la segunda plaza en ellos a dos auténticos "cocos": por un lado, la Argentina de Kempes, Maradona, Bertoni o Passarella, campeona del mundo en el 78. Por otro, la Italia de Cabrini, Conti, Scirea, Antognoni, Zoff o Paolo Rossi, equipo de grandes nombres pero que había completado una primera fase lamentable al empatar sus tres partidos. Con estos dos clásicos se jugaría Brasil un puesto en semifinales, jugándose todos los encuentros en el hoy desaparecido estadio de Sarrià.
La "seleçao" disputó su primer encuentro en esta fase el 2 de julio, 9 días después de su encuentro ante Nueva Zelanda. Lo hizo contra una Argentina muy necesitada, puesto que en el primer partido del grupo la albiceleste había perdido por 2-1 contra Italia; de modo que su única opción para seguir viva era obtener una clara victoria ante Brasil. Lo intentó y tuvo sus buenas ocasiones para lograrlo, pero el intento de ir al ataque supuso dejar atrás unos espacios que los astros brasileños no desperdiciaron.
Zico realizó un partido soberbio ante Argentina
El marcador lo abrió nuevamente Zico a los 11 minutos, al aprovechar un balón muerto en el área tras un tiro libre al larguero de Éder. Ya en la segunda parte, y con la defensa argentina muy adelantada, el "crack" del Flamengo se inventó un pase al hueco a Falcao, quien puso la pelota al segundo palo para que Serginho culminara una jugada de tiralíneas. El "Pelé Blanco" volvió a lucirse en el minuto 75 con un fenomenal pase en profundidad para una de las habituales subidas de Junior; el lateral, con una precisión que ya hubiera querido su delantero centro, cruzó la pelota para poner el 3-0.
Los argentinos, que fueron claramente superados aquel día, no fueron muy deportivos en los últimos minutos: Zico tuvo que ser sustituido tras una durísima entrada de Passarella; y su sustituto, el centrocampista Batista, recibió una salvaje patada de Maradona, que supuso la expulsión del "Pelusa". Al menos, la albiceleste logró el gol del honor por medio de Ramón Díaz en el minuto 89.
El partido decisivo sería el Brasil-Italia, que se disputaría el 5 de julio (por tanto, Italia tuvo tres días más que Brasil para prepararlo). Dada la diferencia de goles, a la "canarinha" le bastaba con empatar ante Italia para clasificarse. Podía especular con el resultado. Pero aquella Brasil no sabía lo que significaba esa palabra, y seguramente eso fue parte de su perdición.
El inolvidable Brasil-Italia del mundial de España 82 forma parte de la lista de grandes partidos de la historia para cualquiera que lo haya visto. Fue un duelo intenso, vibrante, de calidad, de fútbol de ataque. Italia, tradicionalmente más defensiva, sabía lo que se jugaba aquel día y fue a por el partido utilizando los espacios que dejaba Brasil para lanzar frecuentes contraataques, mejorando de forma exponencial su imagen de los encuentros anteriores. Brasil salió a atacar, puesto que era lo que llevaba grabado a fuego en su ADN. El resultado de esta suma de actitudes fueron cinco goles, muchas ocasiones y un duelo trepidante que al final se resolvió a favor de los italianos. Para aquellos que tengáis tiempo, no dudéis en ver el partido completo, que tenéis a continuación (lamento que no esté en castellano, no lo he encontrado en nuestro idioma).
El marcador lo inauguró Paolo Rossi a los cinco minutos, rematando de cabeza completamente sólo un excelente centro de Cabrini. Era el primer tanto en el Mundial de Rossi, un jugador que había pasado los dos últimos años sancionado por un escándalo de amaño de partidos. Enzo Bearzot, el técnico de Italia, lo había mantenido en el equipo titular a pesar de las duras críticas de la prensa. Su fe ciega en el delantero de la Juventus tuvo su premio.
Brasil se recompuso rápido, y solo tardó unos minutos en empatar: en el 12 Zico, aún magullado por la entrada de Passarella y marcado todo el partido muy de cerca por Gentile, se sacó un recorte y un pase geniales de la manga y asistió a Sócrates, quien definió con escaso ángulo en el palo corto que tapaba Dino Zoff.
Sócrates en el momento de marcar el empate a uno ante Italia
Sin embargo el destino parecía aquel día estar de parte de los italianos, a pesar del dominio territorial de los brasileños. En el minuto 25, y tras aprovechar un horroroso pase horizontal de Cerezo, Paolo Rossi corrió hacia portería con el balón controlado y fusiló a Waldir Peres. Era el 2-1, un gol que dejó la sensación de que aquella Italia necesitaba muy poco para hacer daño a la defensa de Brasil.
La "canarinha" mantuvo el dominio del partido, buscando cada vez con más nerviosismo el tanto que los pusiera por delante en el grupo. Italia, por su parte, continuó jugando al contragolpe, y a punto estuvo de sentenciar el encuentro en más de una ocasión. No obstante, fue Brasil quien conseguiría el siguiente tanto en el minuto 68, por medio de Falcao. El centrocampista de la Roma recogió el balón cerca de la frontal, hizo un amago, vio el espacio y lanzó un zambombazo para poner el 2-2. Santana decidió entonces quitar a su delantero centro, Serginho (inoperante todo el partido), pero no fue para sacar un jugador defensivo, sino para poner otro delantero: el extremo diestro Paulo Isidoro. Brasil estaba clasificada con ese resultado, y sin embargo no iba a especular, iba a ganar.
Paolo Rossi en el momento de anotar el tercer gol que sentenció a los brasileños
Pero nuevamente Paolo Rossi apareció para dar la puntilla al encuentro en el 74. Fue con una de esas jugadas en las que Italia no suele perdonar: un balón suelto en el área tras un córner. Rossi recogió un disparo fallido del centrocampista Tardelli y lo mandó a la red, para desesperación de unos brasileños que no sabían como frenar aquel día al "bambino di oro". Era el 3-2, y a pesar de los desesperados esfuerzos de Brasil por volver a marcar, la defensa italiana y su guardameta Zoff aguantaron los constantes ataques y mantuvieron el marcador hasta el final.
La desilusión entre la numerosa hinchada brasileña desplazada a España fue enorme. También entre el equipo técnico y los jugadores, que sabían que habían dejado escapar la oportunidad de sus vidas. El sentir de aquel equipo lo resumió muy bien su capitán Sócrates en un diario del Mundial que escribió, y en el que figuraron estas palabras respecto al mítico partido ante Italia:
"Llegué al estadio confiado. Tenía en mi cabeza la certeza de que nuestro equipo era el mejor del mundo. Por la mañana, ésa era la tónica en la concentración. Íbamos a jugar contra un equipo metido atrás, que plantearía el juego a la contra. Hemos perdido y así es el fútbol. Estoy profundamente triste, pero tengo la sensación de que hemos hecho el mejor fútbol de todo el torneo. Estoy tan hundido que no tengo fuerzas ni para escribir, ni para explicar nada. En esta mi última página del diario necesito expresar un sentimiento, es la mayor frustración de mi vida. No he podido conquistar un título que internamente alimentaba tanto".
(Publicado por la revista Placar en 1982, este fragmento del diario fue recogido por el periodista Julio Maldonado en su libro "De la Naranja Mecánica a la mano de Dios")
A pesar de la derrota, el tiempo no ha hecho olvidar a aquella brillante Brasil, seguramente un equipo muy superior al que logró el título en 1994 (pero claro, entonces no estaba Serginho y si que estaban Bebeto y Romario, que a saber la que habrían liado teniendo el centro del campo del 82 para abastecerles). Este equipo forma, junto con la Hungría del 54 y la Holanda del 74, el trio de selecciones inolvidables que nunca llegaron a levantar la copa del mundo. En el caso de Brasil en el 82, ni siquiera alcanzaron la final. Pero eso no le ha impedido a este equipo ser considerado como uno de los reyes sin corona de la historia del fútbol.
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