Hace ya algún tiempo que he descuidado el deporte femenino,
por lo que para este post he optado por una de las mejores deportistas del
siglo XXI: la gran Carolina Klüft,
una extraordinaria figura del atletismo
que en la pasada década dominó su especialidad, el heptatlón, de una forma abrumadora. Una mujer que, además de por su
extraordinario talento, se ganó el respeto y el cariño del público por su
desenfadada y deportiva actitud en la pista, alejada de las exhibiciones de
tensión y rivalidad que otr@s atletas muestran al competir. Sin duda, un
ejemplo a seguir.
Carolina Klüft posando con la medalla de oro de los campeonatos de Europa de 2006
Hay que admitir que la historia de Carolina se parece
sospechosamente a la de alguien que está predestinado a ser deportista
profesional. Nacida en Boras, una pequeña localidad de Suecia, en el año 1983,
creció en una familia que era sinónimo de deporte y competición: su madre era
atleta, y su especialidad era el salto de longitud; su padre, por su parte, fue
futbolista profesional en la liga sueca. Carolina, que ya en sus primeros años
mostraba una sorprendente vitalidad, heredaría de ellos el amor por el deporte,
para el cual parecía especialmente dotada desde la niñez.
Una niñez no exenta de dificultades, puesto que en sus
primeros años de instituto Carolina no era precisamente la capitana de las
animadoras: aquella chica tímida, muy alta y con enormes gafas tuvo que
soportar el acoso de sus compañeros de colegio. El deporte se convirtió
entonces en una forma de recuperar su autoestima y de superar a los que la
menospreciaban. Parece ser que aquellos difíciles años le ayudaron a forjar el
espíritu de superación que le acompañaría a lo largo de su carrera.
Su relación con el atletismo nace a los doce años, cuando
empezó a competir en el equipo de su ciudad. Sin embargo, es a los 16 cuando se
produce el momento clave para el futuro de Klüft, al conocer al que sería su
entrenador, el antiguo decatleta Agne Bergvall. Para entonces, ya es obvio que
Carolina tiene nivel para la alta competición, y también cuál es la prueba más
adecuada para ella: el heptatlón. Esta disciplina de disciplinas (100 vallas,
200 y 800 metros lisos, saltos de altura y longitud, y lanzamientos de peso y
jabalina) se ajustaba perfectamente a las características físicas y técnicas de
Klüft: era muy hábil en la mecánica de los saltos, tenía suficiente fuerza para
competir en los lanzamientos, y su larga y poderosa zancada le permitía
afrontar con muchas garantías las carreras sobre el tartán. A ello, hay que
sumar la propia personalidad de la joven Carolina, que encontraba aburrido
centrarse en una única disciplina.
Con 17 años, Klüft se asoma por primera vez a la gloria, al
proclamarse campeona del mundo junior en Santiago de Chile, título que
revalidaría dos años más tarde en Jamaica, donde también consiguió el record
mundial junior de hepatlón. Entre medias, se había proclamado campeona de Europa de su
categoría. Parecía claro que estaba sobradamente capacitada para competir con
las mayores, de ahí que, aquel mismo año 2002 y apenas tres semanas más tarde
del mundial junior, fue parte del equipo de Suecia que se presentó al
campeonato de Europa al aire libre celebrado en Munich.
Aunque luchar por el título no era una obligación, Carolina
mostró su extraordinario nivel ya el primer día de competición, en el que se
acostó como líder de la prueba. Al día siguiente consiguió mantener la ventaja
y a los 19 años y con 108 puntos de ventaja sobre la segunda clasificada (la
alemana Sabine Braun) se proclamó campeona de Europa, además de establecer otro
record mundial junior que en el momento de redactar estas líneas (marzo de
2013) continúa vigente.
2003 suponía ir un paso más allá: ahora la gran cita del año
no iba a ser continental, sino el mundial de París. Carolina se presentó a la
competición como el rival a batir: venía de ser campeona en mundial indoor de
Birmingham, en la categoría de pentatlón, y había obtenido victorias en los
heptatlons de Götzis y Tallinn. Las miradas estaban puestas sobre ella, y la
chica de sonrisa permanente no defraudó: obtuvo una nueva medalla de oro,
alcanzando la cifra de 7001 puntos en la competición (tercera mujer en la
historia en superar la barrera de los 7000) y dejando en segundo lugar a la
favorita de la hinchada, la francesa Eunice Barber. Además, lo hizo batiendo su
marca personal en 6 de las 7 disciplinas (sólo le faltó hacerlo en salto de longitud,
donde se vio limitada por dos nulos en sus primeros intentos).
Su talento había quedado más que confirmado, y los
comentarios sobre futuros retos y los límites de Klüft no se hicieron esperar. Uno
de los elogios más llamativos ya le había llegado de la plusmarquista mundial
de heptatlon, Jackie Joyner-Kersee: “Carolina tiene mejores resultados que yo a
los 20, pero sobre todo me gusta su actitud. Se nota que para ella el atletismo
es una aventura”. Por su parte, su entrenador empezó a pensar seriamente en que
Carolina compitiera en alguna de las especialidades del heptatlón, dado el
excelente nivel que estaba mostrando.
Esa posibilidad cristalizó al año siguiente, en los Juegos
Olímpicos de Atenas: además de competir en su prueba de referencia, Klüft iba a
hacerlo también en salto de longitud. El éxito en el heptatlón fue aplastante,
con más de 500 puntos de ventaja sobre su inmediata perseguidora, Austra
Skujyte. En un torneo en el que la ausencia de Barber por lesión le allanó aún
más el camino, Carolina consiguió una medalla de oro que le permitía atesorar
la triple corona (campeonato continental, mundial y olímpico).
Sin embargo, el experimento en longitud en aquellas
olimpiadas no tuvo los resultados esperados. A pesar de que previamente había
tenido resultados esperanzadores (bronce en el campeonato del mundo indoor de
aquel año, con una marca de 6,92), y de que consiguió meterse en la final, su
marca aquel día no estuvo a la altura (solo 6,63, muy por debajo de sus mejores
prestaciones) y acabó en 11ª posición, únicamente por encima de Yelena
Kashcheyeva. Aún así, el reto no quedó olvidado.
Al año siguiente, Carolina, continuó con su borrachera de
éxitos en las pruebas combinadas: dos nuevos oros, en el campeonato de Europa
indoor de Madrid y en los mundiales de Helsinki, y extendiendo ya su reinado a
cuatro años sin perder en heptatlón o pentatlón. Su título mundial al aire
libre tuvo un valor especial añadido, puesto que compitió sin estar al 100 %
debido a una torcedura de tobillo que se había realizado un día antes del
comienzo del Mundial. Su gran rival, Eunice Barber, si que estaba en esta
ocasión a tope, y lo demostró terminando el primer día por encima de la sueca
en la clasificación.
No obstante, Carolina no había dicho su última palabra: en el
segundo día de la competición, superó claramente a la francesa en la prueba en
la que esta era campeona mundial, salto de longitud (la sueca voló hasta los
6,87). Tras mantener el liderato en las últimas pruebas, y con una puntuación
final de 6.887, Klüft se convirtió en bicampeona del mundo con 22 años. El
siguiente vídeo es un buen resumen de aquel competido campeonato:
Aquel heptatlón de Helsinki dejó, además, una imagen para la
historia: los ánimos de Klüft a Barber durante la prueba de longitud. Con todo
el estadio dando palmas para apoyar a la francesa en el momento del salto
decisivo, Carolina se unió a ellos, al parecer sin importarle que fuera su gran
rival para el título la que iba a competir. Y ello, a pesar de que instantes
antes Barber había protestado la legalidad del último salto de Klüft por
considerar que había pisado la plastilina y su salto era nulo.
Esta pequeña anécdota puede ilustrar perfectamente el
carácter de Carolina, que salía al tartán con una actitud profesional e
infantil a la vez: profesional por el esfuerzo y el rigor con el que trabajaba
y competía; infantil, porque más allá de la tensión y rivalidad que mostraban
otras atletas, ella parecía estar disfrutando de un juego. Son muy pocas las
veces que una cámara pudo captar una expresión airada o desagradable de la
atleta. La propia Carolina reconoció su visión del deporte en unas palabras que
no se pronuncian muy a menudo entre los grandes profesionales: “Yo no compito
por el dinero o por ser una estrella, lo hago porque es divertido”.
Las participantes del heptatlón en el Mundial de 2007, dando la vuelta de honor al terminar la competición
2006 volvía a ser año de campeonato de Europa, y en esta
ocasión con un significado especial para Carolina, puesto que se celebraba en
su país, Suecia. La ciudad de Gotemburgo acogió aquella gran cita, a la que de
nuevo Klüft se presentó con problemas físicos: una lesión previa en los
ligamentos de la rodilla le hizo acudir al campeonato menos entera que en otras
ocasiones. No obstante, pronto las circunstancias se pusieron de su parte: su
gran rival de los últimos años, Eunice Barber, se lesionó en la prueba de
lanzamiento de peso y tuvo que abandonar cuando iba líder. El extraordinario
talento de la atleta y el entregado público del Ullevi Stadium hicieron el
resto y el 8 de agosto Carolina volvía a proclamarse campeona de Europa con
6.740 puntos, ante el delirio de las gradas.
La mejor actuación de Klüft, sin embargo, estaba por llegar,
y se produjo en el verano de 2007, en los mundiales al aire libre de Osaka.
Anteriormente, ya se había proclamado campeona de Europa indoor en Birmingham,
y por primera vez en tres años llegaba a la cita clave sin problemas físicos
que pudieran restarle potencial. Todo apuntaba hacia la triple corona…
La mejor participación de Klüft: el mundial de Osaka en 2007
Y los pronósticos se cumplieron: en dos jornadas memorables,
que pueden apreciarse en el vídeo añadido a continuación, y acompañada de su
habitual repertorio de sonrisas y muecas, Klüft se disparó hasta los 7.032
puntos, que suponían su mejor marca personal y el record de Europa. Invicta
desde 2002, y mostrándose muy fuerte en todas las pruebas de la disciplina,
todo apuntaba que el record mundial y el segundo oro olímpico serían sus
objetivos en 2008, algo que la atleta no quiso confirmar en la pista de Osaka
cuando le preguntaron al respecto: “No me arruinéis la fiesta. Acabo de ganar y
me voy de vacaciones. Ya tendré tiempo de ponerme nuevas metas”.
Desconozco si por entonces ya había tomado la decisión de
cambiar de especialidad y de no intentar revalidar su título olímpico en el
heptatlón, pero lo cierto es que estas declaraciones son en cuanto menos
significativas. En cualquier caso, 7 meses más tarde, para decepción de muchos
suecos (que veían volar un oro asegurado) y alivio de las otras heptatletas,
“Carro” anunciaba que abandonaba la disciplina que le había puesto en lo más
alto para intentar asumir un nuevo reto: participar en las modalidades de salto
de longitud y triple salto en los cercanos Juegos Olímpicos de Pekín. Según
reconoció la atleta, la necesidad de otras metas con las que motivarse le había
llevado a tomar esa decisión.
Superado el impacto que provocó saber que la máxima favorita
del heptatlón lo abandonaba por decisión propia, las valoraciones sobre sus
nuevas pruebas no se hicieron esperar. En el triple salto era una auténtica
incógnita, puesto que nunca había competido en esta especialidad que requiere
una buena habilidad técnica en los distintos impulsos. En cambio, en longitud
sí que había referencias: ya había estado en la final olímpica de Atenas, y su
mejor marca compitiendo era de 6,97, lo que le habría permitido ser plata en el
mundial anterior. Aunque se antojaba casi imposible verla con el oro en el
cuello, no se descartaba su presencia en la lucha por las medallas.
Pero Klüft también tenía sus límites. A pesar de su afán de
superación, los Juegos de Pekín demostraron que difícilmente conseguiría
acercarse a los resultados del heptatlón. En triple salto, donde meses atrás
había hecho una marca de 14,29 (record de Suecia), no consiguió pasar de 13,90
y quedó fuera de la final. Algo mejor le fue en longitud, donde se clasificó
entre las 12 mejores; sin embargo, en la final solo fue capaz de saltar 6,49
metros, quedando relegada a la novena posición. Carolina asumió con
deportividad su derrota: “Lo he hecho lo mejor que he podido, y ha habido 8
chicas que lo han hecho mejor que yo”.
En la temporada siguiente, Carolina siguió preparando las
nuevas pruebas, con un objetivo claro: el mundial al aire libre de Berlín. Sin
embargo, una grave lesión se cruzó en su camino: el 6 de julio, en la
competición de salto de longitud en Karlskrona (en su Suecia natal), sufrió un
triple desgarro muscular en el muslo que le obligó a pasar por el quirófano.
Posteriormente necesitó seis meses de rehabilitación antes de poder volver a
competir. Por primera vez, su carrera se veía seriamente comprometida. No era
la primera vez que se perdía por motivos físicos una gran cita (el año anterior
otra lesión le había impedido participar en el Mundial indoor de Valencia),
pero nunca había estado tanto tiempo alejada del tartán.
Carolina, siendo atendida tras lesionarse en Karlskrona
Su reaparición, la temporada siguiente, estuvo lejos de ser
gloriosa. La gran cita anual era, en esta ocasión, el europeo de Barcelona. A
pesar de que había transcurrido casi un año desde que se lesionara en
Karlskrona, sus resultados no estaban siendo buenos y no fue capaz de hacer la
marca mínima de 6,55 que le hubiera asegurado un puesto en la competición. Tuvo
que ser repescada por el seleccionador sueco a través de una wild-card, para
participar en salto de longitud. Una vez metida en competición, “Carro” hizo de
tripas corazón para conseguir un 6,62 en la ronda previa que le permitía pasar
a la final. Los amantes de las historias heroicas se sumieron en un sueño del
que despertaron rápidamente: al día siguiente, se quedó en una pobre marca de
6,33 que solo le sirvió para ser undécima.
Con 27 años y después de tres temporadas alejada del podio,
el 2011 se presentaba como un año vital para comprobar si Klüft tenía aún
chispa para altas metas o si había entrado ya en un declive sin solución.
Deseosa de tomarse la revancha de los últimos sinsabores, Carolina trabajó duro
para estar en perfecta forma en agosto, en el mundial de Daegu. La marca de
6,73 metros que había logrado en junio en el campeonato de Europa por equipos
era su mejor aval. Ya en tierras coreanas, las prestaciones de la sueca
mejoraron respecto a años anteriores, pero tampoco fueron exitosas: finalizó en
quinta posición, con un mejor salto de 6,56 metros (a 20 centímetros del
bronce). A pesar de la preparación específica para la prueba, todavía no había
podido superar sus marcas en longitud cuando solo era una disciplina del
heptatlon.
Klüft volando hacia el foso en los mundiales de Daegu. La sueca acabó en quinta posición
Klüft, sin embargo, quiso darse una última oportunidad a sí
misma, renunció a la siguiente temporada en pista cubierta y decidió mantenerse
en la competición centrándose en los juegos olímpicos de Londres 2012, donde
volvería a intentar el éxito en longitud. “No tengo la energía o la motivación
para el heptatlón, no puedo encontrar ninguna razón para volver” había
explicado la atleta ya antes del mundial de Daegu. “Tengo muchas ganas de hacer
un año más, realmente voy a intentar hacerlo lo mejor posible y luego voy a
dejar la pista, es de esperar también, con una sonrisa en mi cara”.
Lamentablemente, no conseguimos ver esa última y luminosa sonrisa en la cita
olímpica.
Apenas cinco días antes del inicio de los juegos, en una
competición de preparación en Finlandia, Carolina volvió a lesionarse en el
muslo, y anunció que no participaría en los juegos. Todo el trabajo de la
temporada estaba perdido, y la desafortunada situación solo vino a acelerar lo
que ya estaba previsto: el 26 de agosto, y tras una última participación en los
campeonatos de atletismo de Suecia, Klüft anunciaba en radio y televisión su
retirada del deporte profesional. “Mi cuerpo está cansado, me da pena, pero
este es el final” explicó la atleta.
Un final que se producía tras diez años de carrera
profesional, una medalla de oro olímpica, dos campeonatos de Europa, tres
mundiales, cinco medallas (tres oros y dos bronces) en grandes citas indoor y
un record de Europa en heptatlón aún vigente. Un final que nos hacía perder
para siempre de las pistas a la gran abanderada del atletismo en los primeros
años del siglo XXI, junto con Yelena Isimbayeva.
¿Qué legado ha dejado Carolina? Cada cual tendrá su
opinión. Para mí, una atleta difícil de
olvidar por su carácter desenfadado, su deportividad y su talento. A pesar de
los últimos años sin gloria ni éxito, el recuerdo de sus temporadas invicta en
el heptatlón, con sus correspondientes seis oros en grandes eventos, siempre
estará presente entre los aficionados al atletismo.
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