domingo, 29 de septiembre de 2013

JUDOKAS DORADAS

Aunque no soy ningún experto en judo (pido disculpas de antemano por no saber el nombre exacto de las llaves y técnicas del mismo), me gusta la idea de seguir tocando deportes hasta ahora no vistos en este blog. De ahí que me aventure con esta disciplina, y lo voy a hacer recordando un momento  histórico: las dos medallas de oro conseguidas por judokas españolas en las olimpiadas de Barcelona 92. Un hecho especialmente destacable puesto que el judo español nunca había logrado un metal olímpico, racha que se rompió gracias a las hazañas protagonizadas aquel verano por Miriam Blasco y Almudena Muñoz.

Además, estas medallas tienen otro valor añadido: fueron los primeros oros femeninos en la historia olímpica española. Hasta entonces, el único metal conseguido por una mujer era el de Blanca Fernández Ochoa, logrado solo unos meses atrás en los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en Albertville. Miriam y Almudena fueron las primeras en romper una barrera que, gracias a estos éxitos y a todos los posteriores, ha quedado totalmente en el olvido.


Aunque las dos eran conocidas en el panorama internacional del judo, Miriam Blasco era la que gozaba de un palmarés más rico y extenso. Nacida en Valladolid y afincada en Alicante, practicante de este deporte desde su niñez, Miriam empezó a llamar la atención a nivel internacional en 1988, año en el que se proclamó por primera vez campeona de España y en el que obtuvo la medalla de plata en el Europeo de Pamplona. Al año siguiente, obtuvo dos bronces en los campeonatos de Europa (Helsinki) y del mundo (Belgrado). Su consagración le llegó en 1991, con los títulos de Europa y del mundo ganados en Praga y en Barcelona, en el mismo escenario en el que competiría por la gloria olímpica. Y apenas unos meses antes de los Juegos, volvía a colgarse del cuello un bronce europeo. Con este currículum y llegando a los Juegos en la plenitud de su carrera, no es de extrañar que Blasco fuera una de las favoritas para colgarse el oro en su categoría, la de -56 kg.

La valenciana Almudena Muñoz no tenía una colección de éxitos de tanto prestigio, pero tambien era una judoka de renombre y con una bien ganada fama de luchadora que no se rendía ante las adversidades. En 1989, con 21 años y justo antes de participar en sus primeros mundiales, sufrió una gravísima lesión de rodilla que podría haberla retirado del deporte. Tras un largo y duro periodo de reucuperación, en 1991 conseguía sus mejores resultados hasta entonces al proclamarse campeona de España (ya lo había sido en el 89) y acabar séptima en el Mundial de Barcelona. No partía como la gran favorita, pero en principio si que era una rival con opciones de meterse en la lucha por las medallas. El resultado definitivo superó todas las expectativas.


Por tanto, y aunque ambas tenían posibilidades, era Miriam la que contaba más en los pronósticos previos. Sin embargo, dichos pronósticos quedaron en el aire cuando una terrible desgracia golpeó a Blasco unas semanas antes de los Juegos: su entrenador Sergio Cardell, el hombre que guiaba sus pasos desde muchos años atrás y con el cual había progresado hasta alcanzar los magníficos resultados ya comentados, encontraba la muerte en un desgraciado accidente de moto. El golpe moral para Miriam fue devastador, e incluso se especuló con la posibilidad de que no participara en Barcelona 92. Días después del desafortunado suceso, la propia Miriam daba a entender con sus palabras que no sabía si sería capaz de superar la perdida:

"Lo que me preocupa ahora es la ausencia de Sergio. Yo me encuentro muy bien, mucho mejor que el año pasado en el Mundial, pero a nivel psicológico no sé que pasará en ese momento. En el judo es muy importante, porque como no hay marcas establecidas puedes tener una contrincante difícil de entrada, y a mí Sergio me daba mucho apoyo, mucha moral y mucho ánimo, y me conocía perfectamente. Sabía desde fuera del tatami lo que tenía que hacer dentro".
Extraído del archivo del periódico El País, 14-7-1992


Miriam culminó la preparación para los Juegos de la mano de Josean Arruza, que ya colaboraba previamente con Cardell en la preparación física y psicológica de la judoka. Con la voluntad de dedicar el oro a su fallecido entrenador, Blasco apretó los dientes y se esforzó en llegar en las mejores condiciones posibles al día de competición, que en su categoría era el 31 de julio y que se celebraría en el Palau Blaugrana.

Exenta en la primera ronda, el abarrotado Palau se volcó con Miriam a partir de su primer combate en los octavos final. Haciendo gala de su habitual garra y concentración en el tatami, Blasco se libró de tres peligrosas contricantes antes de llegar a la final. Primero venció a la coreana Sun Chung, luego a la japonesa  Tateno, y finalmente a una jovencísima Driulis González, que la sucedería cuatro años más tarde en lo más alto del podio olímpico. Constantemente jaleada por el público (entre el cual se encontraba buena parte de su familia y gente de su club de judo en Alicante), Blasco aprovechaba los descansos entre combates para analizar en vídeo sus movimientos y pulir posibles errores de cara a cada nueva ronda. Mientras recuperaba fuerzas pudo ver el combate en el que la belga Flagothier era tumbada por la británica Kim Fairbrother. Contra esta se jugaría el primer puesto.


La final, de la cual incluyo un enlace para verla en YouTube a continuación, tuvo desde el inicio una actitud ofensiva por parte de ambas contendientes. En su deseo de obtener el oro las dos optaron por el ataque, intentando lograr una ventaja que pusiera su rival en una lucha contra el crono. Miriam logró los dos primeros derribos, pero sin lograr puntuar gracias al buen trabajo defensivo desde el suelo de la inglesa.

Cuando faltaban aproximadamente dos minutos y medio para el final de la lucha, se produjo la técnica clave: tras varios segundos agarradas por el judogi, Fairbrother intentó un ataque para derribar a Blasco, quien se zafó de la llave y consiguió derribar e inmovilizar a su rival. Aunque el intento de ganar el combate por ippon fracasó (lo habría logrado si hubiera logrado aguantar la inmovilización durante medio minuto), la técnica le sirvió para anotarse un yuko en la puntuación (la tercera en valor para ganar el combate, por detrás del ippon y del Waza-ari), que obligaba a la inglesa a ir a por todas.


Y realmente lo hizo. Fairbrother intentó repetidamente recortar distancias con la española, a base de intentar barridas y llaves desde el suelo. Pero Miriam planteó muy bien la defensa y en pocos momentos pasó realmente apuros. Ünicamente una inmovilización a poco menos de un minuto la puso momentáneamente en dificultades, pero el árbitro (en una decisión que no gustó del todo a la inglesa) paró el combate al considerar que no había una salida técnica factible a la llave. El "koka" que obutvo como recompensa Fairbrother no compensaba el yuko de Miriam.

Blasco siguió aguantando bien los envites de su rival, contratacando siempre que era posible, y solo en los últimos diez segundos rehuyó del cuerpo a cuerpo, sabedora que la penalización que pudiera sufrir por esa pasividad no sería decisiva. Agotado el tiempo y sabiéndose ganadora, Miriam inició su eufórica celebración sobre el tatami, rompiendo a llorar allí mismo, y necesitando que el juez de la contienda le recordara que tenía pendiente el protocolario saludo posterior al combate.


Los minutos y horas siguientes fueron de abrazos, felicitaciones y dedicatorias. Ante todo, Miriam tenía presente el nombre y el recuerdo de Sergio Cardell: "He soñado muchas veces con este momento, y me hubíera gustado poder decirle a Sergio que por fin lo hemos conseguido". Además de a su marido, familia y amigos, Miriam recibió las felicitaciones y agasajos de las múltiples personalidades que habían asistido a su combate, entre ellos los Reyes de España.

Quien no pudo asistir a la machada de Miriam fue Almudena Muñoz, que se vio obligada a acostarse pronto y cuidarse al máximo de cara a la competición del día siguiente. Lo cierto es que Almudena no había llamado la atención de la prensa tanto como Miriam Blasco en los días precedentes. Después de todo, no había ganado ninguna medalla en mundiales ni europeos, y en cambio otros judokas nacionales aglutinaban un palmarés más brillante. No obstante, su participación en el Mundial del 91 y su victoria ese mismo año en el Torneo de París sí que había provocado que sus rivales estuvieran pendientes de ella. Sabían que podía ser una rival peligrosa.


El combate clave para dirimir a que optaba la española fue el de cuartos de final, y en él se enfrentó a la británica Sharon Rendle, dos veces campeona del mundo y medalla de plata en el Mundial celebrado un año antes. "Era una de las más difíciles. Pero yo ese día estaba muy fuerte y cuando vi sus labios morados a mitad combate apreté", confesó Almudena 20 años más tarde en una entrevista al diario El País. Obtenida la victoria, se deshizo en semifinales de la china Zhohgyun Li y logró el pase para la final contra la japonesa Mizoguchi, una rival a la que no se había enfrentado nunca y a la que tuvo la oportunidad de estudiar en vídeo en los momentos previos a la lucha decisiva.

Dicha lucha, de la que también os dejo aquí un enlace, se disputó con un público tan entregado con Alumdena como lo había estado el día anterior con Miriam Blasco. Sin embargo, la presión ambiental no pareció afectar en exceso a Mizoguchi, que tuvo aquel día su oportunidad de obtener un oro en una gran cita internacional. Si he de ser sincero con mis conclusiones tras ver el combate, la verdad es que la japonesa llevó la iniciativa durante la mayor parte del duelo, obligando a la española a esforzarse al máximo en defensa para no entregar la victoria.


Ya en el primer minuto Mizoguchi salió al ataque muy decidida, consiguiendo llevar en dos ocasiones a Almudena al tatami y realizar dos técnicas de suelo que no fueron efectivas de cara al marcador. Tras un nuevo intento de inmovilización de la japonesa que tampoco dio resultado, Muñoz aprovechó la mejor oportunidad que tuvo en el combate para ponerse por delante: en una acción de contraataque, consiguió derribar a Mizoguchi y anotarse un "koka", una mínima ventaja que le daría la victoria si conseguía mantener el marcador de su rival a cero. Faltaban dos minutos y medio, durante los cuales la japonesa llevó su agresividad y su ofensiva a cotas aún más altas, en un intento de equilibrar la contienda.

Dos nuevas técnicas de suelo que tampoco obtuvieron puntuación empezaron a provocar el enfado de la japonesa y de su entrenador, que no quedaron muy satisfechos con las decisiones arbitrales. El combate se convirtió en una sucesión de rápidas arremetidas de Mizoguchi (que casi salía corriendo hacia la española cada vez que el crono se ponía en marcha) a las cuales Almudena respondía defendiéndose con fiereza e intentando contraatacar si veía la opción. A pesar de que hubo varias caídas y llaves de ambas luchadoras, los árbitros no apreciaron posibles puntos en ninguna acción y el combate finalizó con el triunfo de la española por la mínima ventaja posible.


Las escenas y declaraciones siguientes fueron más o menos similares a las del día anterior. Las mismas personalidades se encontraban presentes en el eufórico Palau Blaugrana para felicitar a la judoka por su triunfo. Los amigos y familiares de Almudena, desplazados desde Valencia, también compartieron con ella la alegría por el éxito obtenido. Un éxito que, como la propia deportista ha reconocido, modificó su forma de ser:  "Era una chica joven, muy muy tímida, no estaba acostumbrada a que me mirasen. De repente todo el mundo me felicitaba, me quería entrevistar (...) ¡no me quedó más remedio que cambiar mi carácter!


Aquellas dos medallas de oro supusieron la cima de la carrera de ambas judokas. Miriam Blasco, tras un amago de retirada unos meses después de los juegos, siguió compitiendo hasta 1996, pero no repitió los éxitos vividos previamente: su mejor resultado fue el bronce obtenido en el campeonato de Europa de Gdansk en 1994, y no volvió a disputar unos Juegos Olímpicos como atleta (como entrenadora, guió en Atlanta 96 a Yolanda Soler e Isabel Fernández a dos medallas de bronce).  Almudena Muñoz, por su parte, tuvo un 1993 fenomenal al proclamarse campeona de Europa y subcampeona del mundo, pero posteriormente no volvió al podio, siendo el quinto puesto obtenido en las olimpiadas de Atlanta su clasificiación más relevante. Se retiró en 1997, a los 29 años.

En los días siguientes y en los Juegos posteriores, muchas españolas se unieron a estas dos judokas en esa cima deportiva que supone ser campeona olímpica: las chicas del hockey hierba en el 92, Theresa Zabell, Marina Alabau, el equipo de gimnasia rítmica en el 96... Miriam y Almudena dejaron rápidamente de estar solas en el Olimpo, pero el hecho de que fueran las primeras en romper una barrera deportiva que en España había existido durante casi 100 años hace que su triunfo sea especialmente difícil de olvidar.



jueves, 12 de septiembre de 2013

RAFA PASCUAL: EL LEÓN DEL VOLEIBOL

Después de mi casi periódica entrada sobre fútbol (es el deporte que más conozco y por ello el que más aparece en el blog), quería hablar de alguna disciplina que todavía no hubiera tocado; y tras pensarlo un poco me decanté por un deporte que me permitía homenajear a uno de los deportistas más notables de la historia de este país: hablo del voleibol y del gran Rafa Pascual, el indiscutible protagonista de dicha disciplina en España durante casi 20 años y que llegó a ser considerado el mejor jugador del mundo. Un deportista cuya amplia y rica trayectoria sólo puede generar respeto.


Nacido en 1970, dicha trayectoria se inicia en su infancia, jugando en su Madrid natal. Rafa formo parte del llamado CIF (Centro de Iniciación Deportiva), cuya base era un programa de educación deportiva promovida por el Consejo Superior de Deportes. Tras probar en varias disciplinas, quedó claro que el voleibol se adaptaba a la perfección para aquel muchacho espigado, de grandes reflejos y excepcional salto. Con once años y como resultado del citado programa, Rafa empieza a jugar en el Salesianos de Atocha, el equipo donde el futuro deportista de élite irá tomando forma.

Tras el paso por el cadete y el juvenil, Pascual alcanzará el primer equipo en la temporada 85-86, con solo 15 años. Jugará con ellos durante tres temporadas, en las que los Salesianos de Atocha lograrán buenos resultados pero siempre a la sombra del gran dominador de la Superliga masculina de voleibol del momento, el Son Amar Palma. En 1988, se convierte en jugador del A.C.D. Bomberos de Barcelona, un equipo que pese a ser recién ascendido supondrá un paso adelante en su carrera. Ese mismo verano del 88 se produjo su primera convocatoria con la selección española, iniciándose una extraordinaria trayectoria en competiciones internacionales que le llevaría a disputar 537 encuentros con la absoluta (es el segundo deportista español que más veces ha sido internacional, sólo superado por el waterpolista Manel Estiarte).


Las siguientes temporadas acabarán de moldear a Rafa, que se convertirá en el mejor jugador español y empezará a ganarse un nombre en el panorama internacional. Jugará tres años en Barcelona (en los que llegó a ser subcampeón de la Superliga), asumiendo el rol de rematador, posición que ocuparía en sus diferentes equipos durante la mayor parte de su carrera. Tras su paso por el A.C.D. Bomberos, Pascual fichó por el otrora dominador de la competición, el Son Amar Palma, que ahora iba a ser relevado como equipo más fuerte por C.V. Gran Canaria. Rafa sólo duraría allí un año, hasta que se concretó su pase al Club Voleibol Almería, con el que jugaría la temporada 92-93. Año tras año, y aunque los títulos no llegaban, sus prestaciones y números iban en aumento. Ni siquiera una lesión en el hombro que le tuvo un tiempo alejado de las pistas pudo frenar su progresión.

Sus dos últimos años en nuestra liga fueron también los años en los que la selección española de voleibol empezó a dar señales de vida. La oportunidad le llegó al combinado nacional principalmente gracias a su clasificación automática para los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. De cara a dicho torneo, se esperaba que la selección española fuera una mera comparsa (ni siquiera gozaba de la confianza de las instituciones, que la habían retirado del plan ADO); sin embargo, tras meses de preparación y muchísimas jornadas de concentración, el seleccionador Gilberto Herrera consiguió formar un bloque que se erigió en la sorpresa de la competición. Ganó a selecciones más potentes sobre el papel, como Japón y Francia, y logró el pase a los cuartos de final. Fue eliminada por Cuba y acabó ocupando la octava posición, pero el equipo se ganó el respeto del voleibol internacional.


En 1993, se produce lo inevitable: Pascual, que ya había sido tentado anteriormente por la liga italiana, decide dar el salto a esta competición. No es un país cualquiera en el mundo del voleibol: Italia tenía la más potente y mejor pagada liga del mundo, por lo que era habitual que las grandes estrellas de este deporte acabaran dando allí con sus huesos. No obstante, el reglamento sólo permitía que hubiera un jugador extranjero por equipo, lo cual impidió que los más grandes de la competición realizaran ofertas a Rafa, que finalmente se decantó por la oferta de un conjunto modesto: el Banca de Sassari de Cerdeña, que jugaba en la A-2. 

Allí estuvo dos años, consiguiento el ascenso a la máxima categoría en la primera temporada. En la siguiente (la 94-95), el equipo sardo quedó último y regresó a la segunda división, pero ello no le impidió a Pascual ser nombrado mejor jugador de la competición (ya había recibido el mismo reconocimiento el año anterior en la A-2). El alto nivel mostrado en su juego y la garra que ponía en el mismo le valieron para convertirse en uno de los jugadores idolatrados del campeonato, y para ganarse apodos como "el Toro" o "el León". Consolidado entre los grandes, le llegaba la hora de jugar en uno de los equipos punteros de Italia: el Alpitour Cuneo. Tuvo tiempo, entre medias, de hacer un fugaz retorno a la competición española, colaborando a que el Unicaja Almería se proclamase campeón de la copa del rey en 1995.


Los 5 años que pasó en Cuneo fueron el periodo más largo que estuvo en un club dentro de su trayectoria profesional. A nivel colectivo fue su mejor experiencia: gano dos Recopas (97 y 98), dos Copas de Italia (1996, 1999), una CEV Europea (1996), una Supercopa de Europa (1998) y una Supercopa de Italia (1999). Nunca logró alzarse con el título de Liga, aunque si que obtuvo dos subcampeonatos. A nivel individual, durante sus años de Cuneo fue reconocido en varias ocasiones como el mejor jugador y mejor extranjero de la Liga, logrando también tres veces el título de máximo anotador.

Pero además, se convirtió en santo y seña de la afición del Alpitour, que lo veneró como un auténtico ídolo. Hasta el punto de que, cuando estaba negociando la renovación de su contrato en 1998 por este club, la afición guardó un minuto de silencio en un partido de Liga para presionar de cara a llegar a un acuerdo. La firma del contrato finalmente se produjo, embolsándose Rafa Pascual cantidades millonarias por el mismo (aunque no he podido confirmarlo como me hubiera gustado, en diversas fuentes se hablan de cifras en torno a los cien millones de pesetas por temporada)


Durante sus años en Cuneo, Rafa brillará como nunca a nivel de selecciones gracias al Mundial del 98, disputado en Japón, en lo que supuso el debut de España en un campeonato del mundo de voleibol y en el que dejó una notable imagen.Por entonces nuestra selección ya no era una desconocida en el panorama internacional: llevaba cuatro años seguidos en la Liga Mundial, y además de Pascual tenía a varios jugadores en la liga italiana (como Juan Carlos Robles, Miguel Ángel Falasca o Jesús Garrido). Dirgidos por Vincenzo di Pinto formaban un buen bloque aunque no partían entre los favoritos al título. Aún así, la selección despertó bastante expectación entre el público, principalmente por la presencia de un Rafa Pascual cuya imagen fue usada insistentemente por los organizadores como reclamo publicitario.

A la hora de la verdad, el equipo rindió incluso por encima de lo esperado: pasó la primera fase invicta, al derrotar a Egipto, Japón y Corea del Sur. En la segunda fase (grupos de 8 en los que solo 2 alcanzaban las semifinales) obtuvo cuatro victorias en sus cinco primeros partidos, pero en los duelos clave el cansancio de sus jugadores y el enorme potencial de los rivales que tuvo enfrente (Brasil y Cuba) llevaron al equipo a acumular dos derrotas que los apartaron de de la lucha por las medallas. España acabó octava, pero no se fue de vacio: Rafa Pascual se llevó los títulos de máximo anotador y de mejor jugador del torneo. Y además, como el mismo reconoció, alcanzó una fama en el país nipón comparable a la que pudiera tener una estrella del cine de Hollywood.


Precisamente esa fama, junto con el deseo de jugar un tiempo en una competición más relajada y un excelente contrato económico llevaron a Rafa Pascual a regresar a Japón a finales del año 2000 (poco después de los Juegos de Sydney, en los que España no logró llegar a cuartos), para jugar una temporada en la liga nipona defendiendo la camiseta de los Panasonic Panthers de Osaka. Fue el primero de una serie de equipos por los que Rafa desfiló durante las tres siguientes temporadas, paseando su calidad por cuatro ligas y cinco clubs diferentes pero sin echar raíces en ninguno de ellos.

Tras su experiencia en Osaka,  al año siguiente regresó a Europa, donde jugó en el modesto ICOM Latina de la liga italiana (logrando la permanencia) y durante un muy breve periodo compitió con la elástica del Poitiers, con el que obtuvo una Copa de Francia. Para rematar una temporada 2001-02 completita, y tras quedar fuera de la selección española para la Liga Mundial de aquel año, Pascual firmó por los Playeros de Puerto Rico durante unas semanas, en otra curiosa y relajada experiencia deportiva. También jugó el Mundial con España, aunque con menos brillo que cuatro años antes: España solo pudo ser 13ª, Rafa no lució a nivel individual y el torneo acabó con una desagradable disputa dialéctica entre el jugador y el presidente de la Federación, acerca de la gestión de la misma y del rendimiento de Pascual en el torneo.


En las temporadas siguientes, Rafa regresó a la mejor liga del mundo, la italiana. Lo hizo para jugar un año en el Perugia y otros dos en el Gioia del Colle, con un fugaz regreso al Son Amar Palma. En cualquier caso, y aunque seguía siendo un jugador que aportaba mucho, sus tiempos en la cima del mundo ya habían pasado. El paso de las temporadas y la edad empezaban a pesar en las piernas de un Pascual que no volvió a tener el extraordinario nivel de sus años en el Cuneo, e incluso su  posición en la cancha varió de rematador a receptor. Siguió jugando y siendo un gran deportista, pero el número uno mundial poco a poco dejó de hablar español.

El descenso del Gioia del Colle ayudó a que Pascual tuviera en la temporada 2005-06 un nuevo año repleto de cambios de equipo, disputando el campeonato griego con el Panerithraikos, el italiano con el Tonno Callipo y de nuevo la liga portorriqueña pero ahora con los Patriotas de Lares. Encandenando un contrato tras otro, hubiera podido parecer que al jugador le restaba muy poco tiempo para retirarse; pero la realidad es que aún se mantuvo en activo otras cinco temporadas.


Pascual aún tendría tiempo de jugar dos años más en Italia, aunque lo haría en la serie A-2, defendiendo los colores del Materdomini Castellana Grotte, entre 2006 y 2008. Aunque el jugador seguía disfrutando del voleibol, parecía que sus días de gloria ya habían pasado y que su palmarés no se vería engordado por ningún título de relevancia. Parecía que iba a ser así... Pero el destino le tenía guardada la que seguramente fue su mayor alegría como deportista profesional.

En septiembre de 2007 España disputaba el campeonato de Europa de voleibol. En teoria no partía entre las favoritas: no se había clasificado para el último Mundial ni para la Liga Mundial de aquel año, y ningún jugador había tomado claramente el relevo de un Rafa Pascual que llevaba tiempo sin jugar con la selección. Es cierto que se acababa de ganar la Liga Europea, pero en esta competición no participaban los equipos que estaban en la Liga Mundial, donde se encontraban selecciones de primerísimo nivel que iban a ser rivales en el europeo. Parecía muy complicado repetir el cuarto puesto de dos años antes, e incluso el seleccionador, el italiano Andrea Anastasi, reconoció que el verdadero objetivo era quedar entre los seis primeros, de cara a allanar el camino para la clasificación para los Juegos Olímpicos de 2008.


La presencia de Rafa Pascual en la lista de convocados despertó dudas en parte de la prensa y de los aficionados: nadie dudaba de su voluntad para hacerlo bien, pero el equipo había respondido sin él en la reciente Liga Europea, y su convocatoria conllevaba la salida de jugadores, lo que podía romper la armonia del vestuario. Pascual formó parte de una selección en la que convivían la vieja guardia (José Luis Moltó, Enrique de la Fuente o los hermanos Falasca) con jugadores más jóvenes (Ibán Pérez, Manuel Sevillano o Guillermo Hernán).

Y aquella mezcla de juventud y veteranía, para asombro de los especialistas, llevó al voleibol español a la cota más alta jamás conseguida: el campeonato de Europa. Con una actuación intachable (8 victorias en 8 partidos), España se llevó el torneo a pesar de que partía como la número 24 del mundo según los rankings oficiales. Destacó especialmente la final ante Rusia, que ya forma parte de los momentos épicos de nuestro deporte en el siglo XXI: jugando contra el anfitrión, contra 9.200 espectadores que apoyaban sin cesar al rival, contra uno de los mejores equipos equipos del mundo y contra unos árbitros que tomaron unas cuantas decisiones polémicas que perjudicaron al combinado español. España tuvo que salvar dos match-ball en el cuarto set y, tras una agónica quinta manga, un bloqueo de Julián García-Torres dio el título a los españoles.


Rafa Pascual no fue titular a lo largo de la competición, pero si que tuvo minutos decisivos en semifinales y en la final, colaborando en el triunfo español. Su euforia tras ganar el título no tenía límites: "Siempre soñé y esperé conseguir una medalla de oro, y ha llegado ahora. No sé expresar como me siento. Desde que llegué a la selección es de las pocas veces que he visto un grupo cohesionado, un equipo, un colectivo que sabía lo que quería y en el que cada uno asumía su papel".

Después de este gran éxito, a Rafa aún le quedaba un último sueño con la selección: volver a disputar unos Juegos Olímpicos, los de Pekín 2008. Sin embargo, la suerte y el nuevo seleccionador no estuvieron de su parte: Marcelo Méndez lo convocó para la Copa del Mundo en 2007, pero no contó con él para los dos Preolímpicos en los que España tomó parte, saldándose ambos casos con sendos fracasos. Ni Pascual ni el combinado nacional estuvieron presentes en aquella olimpiada.



Los últimos coletazos de la carrera de Rafa Pascual se dividieron entre Bulgaria y Francia. En 2008 firmó por una temporada con el CSKA de Sofía, para disputar una liga de menor entidad pero que le permitió disputar la Champions League. Finalmente, y en una decisión en la que ya miraba por su futuro más allá de la cancha de juego, se comprometió por cuatro años con el AS Orange Nassau, un recién ascendido a la máxima categoria de la liga francesa. Allí cumplió dos de esas cuatro temporadas sobre la pista, hasta su retirada definitiva del deporte en el 2011, tras 26 años como profesional.

A pesar de su contrato, no hubo continuidad como técnico en el Orange Nassau tras abandonar el terreno de juego. Desde entonces, Pascual se ha dedicado principalmente a labores relacionadas con la promoción el deporte que fue su vida durante más de un cuarto de siglo, y recientemente ha participado en el equipo de trabajo para intentar llevar los Juegos Olímpicos de 2020 a Madrid, a su tierra natal (por desgracia para los espectadores y para el deporte minoritario, sin éxito). Le lleve hacia donde le lleve su trayectoria a partir de ahora, desde este blog se le desea mucha suerte, con la esperanza de que contribuya al deporte con buena parte de la brillantez con la que lo hizo como practicante.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

REYES SIN CORONA: LA BRASIL DEL 82 (II)

La "canarinha" partía como cabeza de serie y quedó encuadrada en el grupo F, jugando los tres partidos en Sevilla (el primero en el Sánchez Pizjuan y los dos siguientes en el Benito Villamarín), en un grupo asequible pero no cómodo: es cierto que el partido contra Nueva Zelanda no suponía una amenaza para los brasileños, pero los encuentros previos contra la Unión Soviética y Escocia no iban a ser tan sencillos. Aunque eran favoritos en el grupo y en el mundial, Brasil haría bien en no descuidarse.

El primer partido lo disputó el 14 de junio contra la URSS y en él se confirmó todo lo que ya era previsible: que los brasileños iban a jugar a siempre al ataque, con mucha verticalidad; que tenían muchísimo talento; que su vocación ofensiva podía jugarles malas pasadas en defensa; y que los soviéticos eran cualquier cosa menos una perita en dulce. El combinado de Beskov, con un Rinat Dassaev pletórico en la portería, hizo sudar muchísimo la victoria a Brasil. Con una buena organización defensiva y combinando con acierto para salir rápido a la contra, la URSS tuvo el marcador a favor durante buena parte del encuentro, gracias a un gol de Andrei Bal a los 34 minutos con un disparo lejano que se comió Waldir Peres. Y podrían haber sido dos de no haberse tragado el árbitro Lamo Castillo un claro penalti cometido sobre el extremo soviético Shengelia.

Brasil, que aquel día no pudo contar con Cerezo por sanción (y lo notó), lo intentó repetidamente, y al final consiguió dar la vuelta al resultado con dos genialidades: la primera de Sócrates, con un sensacional disparo desde fuera del área tras dejar sentado a dos contrarios; la segunda de Éder, con un zurdazo desde cerca de la frontal que entró como un auténtico misil. No os perdáis esos dos tantos porque son realmente bonitos.


Un poco menos complicado fue el siguiente partido contra Escocia, una selección que hoy día no resulta muy temible pero que a principios de los 80 contaba con jugadores de categoría, como Strachan,Souness, Archibald y sobre todo Kenny Dalghish. Aunque los escoceses también se adelantaron en el marcador, con un gran chut de Narey, Brasil logró una gran remontada, repleta de buen fútbol, hasta situar el 4-1 como marcador final. Antes del descanso Zico había empatado con un soberbio tiro de falta, y en la segunda parte llego el festival: los tantos de Óscar (rematando un saque de córner), Éder (golazo con una vaselina en diagonal) y Falcao (con un tiro raso y ajustado al palo) llevaron a Brasil a la goleada, ampliamente festejada en las gradas por los numerosos seguidores brasileños que se habían desplazado para apoyar a su equipo en el torneo.


El ambiente de samba y la borrachera de goles continuaron en el último partido del grupo ante Nueva Zelanda. Se especuló con la posibilidad de que Santana aprovecharía que su equipo había logrado ya la clasificación para dar descanso a algunos jugadores, pero el técnico prefirió dar continuidad al once que había funcionado ante Escocia. El resultado final fue un Brasil que, jugando a medio gas, le endosó un 4-0 a los "kiwis", que bastante habían hecho ya con clasificarse para el Mundial. Zico hizo dos tantos (el primero con un espectacular remate de tijera), Falcao anotó el tercero y Serginho, el discutido ariete, completó la cuenta. Con esta victoria la "canarinha" hacía pleno en la primera fase.


La segunda fase de aquel campeonato presentaba un sistema novedoso (y que nunca más volvió a aplicarse): los 12 equipos clasificados se repartieron en 4 grupos de 3 países, y el líder de cada grupo alcanzaría las semifinales. En teoría, habiendo sido primera en la fase previa, Brasil debería haber tenido un grupo asequible, y los pronósticos pre-mundialistas situaban a Polonia y Bélgica junto a la "canarinha" en esta fase. Pero polacos y belgas rindieron por encima de los esperado en sus grupos, y relegaron a la segunda plaza en ellos a dos auténticos "cocos": por un lado, la Argentina de Kempes, Maradona, Bertoni o Passarella, campeona del mundo en el 78. Por otro, la Italia de Cabrini, Conti, Scirea, Antognoni, Zoff o Paolo Rossi, equipo de grandes nombres pero que había completado una primera fase lamentable al empatar sus tres partidos. Con estos dos clásicos se jugaría Brasil un puesto en semifinales, jugándose todos los encuentros en el hoy desaparecido estadio de Sarrià.

La "seleçao" disputó su primer encuentro en esta fase el 2 de julio, 9 días después de su encuentro ante Nueva Zelanda. Lo hizo contra una Argentina muy necesitada, puesto que en el primer partido del grupo la albiceleste había perdido por 2-1 contra Italia; de modo que su única opción para seguir viva era obtener una clara victoria ante Brasil. Lo intentó y tuvo sus buenas ocasiones para lograrlo, pero el intento de ir al ataque supuso dejar atrás unos espacios que los astros brasileños no desperdiciaron.

Zico realizó un partido soberbio ante Argentina
El marcador lo abrió nuevamente Zico a los 11 minutos, al aprovechar un balón muerto en el área tras un tiro libre al larguero de Éder. Ya en la segunda parte, y con la defensa argentina muy adelantada, el "crack" del Flamengo se inventó un pase al hueco a Falcao, quien puso la pelota al segundo palo para que Serginho culminara una jugada de tiralíneas. El "Pelé Blanco" volvió a lucirse en el minuto 75 con un fenomenal pase en profundidad para una de las habituales subidas de Junior; el lateral, con una precisión que ya hubiera querido su delantero centro, cruzó la pelota para poner el 3-0.

Los argentinos, que fueron claramente superados aquel día, no fueron muy deportivos en los últimos minutos: Zico tuvo que ser sustituido tras una durísima entrada de Passarella; y su sustituto, el centrocampista Batista, recibió una salvaje patada de Maradona, que supuso la expulsión del "Pelusa". Al menos, la albiceleste logró el gol del honor por medio de Ramón Díaz en el minuto 89.


El partido decisivo sería el Brasil-Italia, que se disputaría el 5 de julio (por tanto, Italia tuvo tres días más que Brasil para prepararlo). Dada la diferencia de goles, a la "canarinha" le bastaba con empatar ante Italia para clasificarse. Podía especular con el resultado. Pero aquella Brasil no sabía lo que significaba esa palabra, y seguramente eso fue parte de su perdición.

El inolvidable Brasil-Italia del mundial de España 82 forma parte de la lista de grandes partidos de la historia para cualquiera que lo haya visto. Fue un duelo intenso, vibrante, de calidad, de fútbol de ataque. Italia, tradicionalmente más defensiva, sabía lo que se jugaba aquel día y fue a por el partido utilizando los espacios que dejaba Brasil para lanzar frecuentes contraataques, mejorando de forma exponencial su imagen de los encuentros anteriores. Brasil salió a atacar, puesto que era lo que llevaba grabado a fuego en su ADN. El resultado de esta suma de actitudes fueron cinco goles, muchas ocasiones y un duelo trepidante que al final se resolvió a favor de los italianos. Para aquellos que tengáis tiempo, no dudéis en ver el partido completo, que tenéis a continuación (lamento que no esté en castellano, no lo he encontrado en nuestro idioma).


El marcador lo inauguró Paolo Rossi a los cinco minutos, rematando de cabeza completamente sólo un excelente centro de Cabrini. Era el primer tanto en el Mundial de Rossi, un jugador que había pasado los dos últimos años sancionado por un escándalo de amaño de partidos. Enzo Bearzot, el técnico de Italia, lo había mantenido en el equipo titular a pesar de las duras críticas de la prensa. Su fe ciega en el delantero de la Juventus tuvo su premio.

Brasil se recompuso rápido, y solo tardó unos minutos en empatar: en el 12 Zico, aún magullado por la entrada de Passarella y marcado todo el partido muy de cerca por Gentile, se sacó un recorte y un pase geniales de la manga y asistió a Sócrates, quien definió con escaso ángulo en el palo corto que tapaba Dino Zoff.

Sócrates en el momento de marcar el empate a uno ante Italia
Sin embargo el destino parecía aquel día estar de parte de los italianos, a pesar del dominio territorial de los brasileños. En el minuto 25, y tras aprovechar un horroroso pase horizontal de Cerezo, Paolo Rossi corrió hacia portería con el balón controlado y fusiló a Waldir Peres. Era el 2-1, un gol que dejó la sensación de que aquella Italia necesitaba muy poco para hacer daño a la defensa de Brasil.

La "canarinha" mantuvo el dominio del partido, buscando cada vez con más nerviosismo el tanto que los pusiera por delante en el grupo. Italia, por su parte, continuó jugando al contragolpe, y a punto estuvo de sentenciar el encuentro en más de una ocasión. No obstante, fue Brasil quien conseguiría el siguiente tanto en el minuto 68, por medio de Falcao. El centrocampista de la Roma recogió el balón cerca de la frontal, hizo un amago, vio el espacio y lanzó un zambombazo para poner el 2-2. Santana decidió entonces quitar a su delantero centro, Serginho (inoperante todo el partido), pero no fue para sacar un jugador defensivo, sino para poner otro delantero: el extremo diestro Paulo Isidoro. Brasil estaba clasificada con ese resultado, y sin embargo no iba a especular, iba a ganar.

Paolo Rossi en el momento de anotar el tercer gol que sentenció a los brasileños
Pero nuevamente Paolo Rossi apareció para dar la puntilla al encuentro en el 74. Fue con una de esas jugadas en las que Italia no suele perdonar: un balón suelto en el área tras un córner. Rossi recogió un disparo fallido del centrocampista Tardelli y lo mandó a la red, para desesperación de unos brasileños que no sabían como frenar aquel día al "bambino di oro". Era el 3-2, y a pesar de los desesperados esfuerzos de Brasil por volver a marcar, la defensa italiana y su guardameta Zoff aguantaron los constantes ataques y mantuvieron el marcador hasta el final.


La desilusión entre la numerosa hinchada brasileña desplazada a España fue enorme. También entre el equipo técnico y los jugadores, que sabían que habían dejado escapar la oportunidad de sus vidas. El sentir de aquel equipo lo resumió muy bien su capitán Sócrates en un diario del Mundial que escribió, y en el que figuraron estas palabras respecto al mítico partido ante Italia:

"Llegué al estadio confiado. Tenía en mi cabeza la certeza de que nuestro equipo era el mejor del mundo. Por la mañana, ésa era la tónica en la concentración. Íbamos a jugar contra un equipo metido atrás, que plantearía el juego a la contra. Hemos perdido y así es el fútbol. Estoy profundamente triste, pero tengo la sensación de que hemos hecho el mejor fútbol de todo el torneo. Estoy tan hundido que no tengo fuerzas ni para escribir, ni para explicar nada. En esta mi última página del diario necesito expresar un sentimiento, es la mayor frustración de mi vida. No he podido conquistar un título que internamente alimentaba tanto".

(Publicado por la revista Placar en 1982, este fragmento del diario fue recogido por el periodista Julio Maldonado en su libro "De la Naranja Mecánica a la mano de Dios")

A pesar de la derrota, el tiempo no ha hecho olvidar a aquella brillante Brasil, seguramente un equipo muy superior al que logró el título en 1994 (pero claro, entonces no estaba Serginho y si que estaban Bebeto y Romario, que a saber la que habrían liado teniendo el centro del campo del 82 para abastecerles). Este equipo forma, junto con la Hungría del 54 y la Holanda del 74, el trio de selecciones inolvidables que nunca llegaron a levantar la copa del mundo. En el caso de Brasil en el 82, ni siquiera alcanzaron la final. Pero eso no le ha impedido a este equipo ser considerado como uno de los reyes sin corona de la historia del fútbol.


REYES SIN CORONA: LA BRASIL DEL 82 (I)

En la historia en general y en la del deporte en particular, es bastante común que sólo quede el recuerdo de los vencedores. Aquellos que han ganado el partido, la carrera, el torneo o cualquiera que sea la competición, suelen convertirse en los que forman parte de nuestra memoria, quedando frecuentemente en el olvido los que fueron derrotados o superados.

Sin embargo, no siempre es así. Hay ocasiones en las que un deportista o un equipo, por el motivo que sea y a pesar de no lograr la medalla o el campeonato, queda grabado en el recuerdo de los seguidores. La entrada de hoy va dedicada a uno de esos equipos de fútbol que, a pesar de no haber sido campeón, no ha sido olvidado por la gente que les vio jugar: el Brasil del mundial de España 82. ¿La causa? Tan lógica como complicada: el extraordinario talento y juego de ataque mostrado por sus futbolistas, que convirtieron todos y cada uno de sus partidos del torneo en un espectáculo.

Equipo tipo de Brasil en el Mundial de España 82. De pie: Waldir Peres, Leandro, Óscar, Falcao, Luisinho y Junior. Agachados: Sócrates, Cerezo, Seginho, Zico y Éder
El nacimiento de aquella selección y su forma de entender el fútbol hay que buscarlo, además de en la calidad de sus futbolistas, en la personalidad de su técnico Telê Santana. Este mítico entrenador brasileño llega a la selección en 1980, una década después de que Brasil ganará su último mundial en México 70. Una década en la que la "canarinha" había perdido su identidad: de ser un equipo fantasioso y ofensivo, se había pasado a un estilo mucho más táctico y físico, incluso duro en ocasiones. La calidad de los jugadores disponibles había bajado respecto a otras épocas, y Brasil intentó suplirla en los 70 con una interpretación del fútbol más europea que la suya tradicional. Los resultados no fueron muy brillantes: en el 74, la "Naranja Mecánica" de Johan Cruyff les pasó por encima; y en el 78, a pesar de no perder ni un solo encuentro, fueron eliminados en segunda fase tras quedar Argentina como primera de grupo, y dejando tras de si una imagen bastante pobre en cuanto a espectáculo. Hacia falta un cambio de rumbo para España 82.

Y ese cambio de rumbo lo puso Telê Santana. Famoso por su juego de ataque, la idea del técnico era clara: iba a poner a los jugadores más talentosos de que dispusiera, relajando los rigores tácticos. Y así lo hizo desde su llegada al banquillo, con unos resultados casi inmediatos: en los dos años previos al Mundial, Brasil solo perdió un partido, y consiguió la clasificación para la Copa del mundo contando sus cuatro partidos por victorias y con 11 goles a favor y dos en contra. Fueron dos años en los que el técnico fue construyendo su equipo tipo, hasta formar un once titular base que asombraría en España 82.

El histórico entrenador de aquella selección: Telê Santana
El talento y el carácter ofensivo de aquel equipo se podían vislumbrar desde la defensa. Los laterales, Leandro por la derecha y Junior por la izquierda, eran dos jugadores de clarísima vocación ofensiva, que interpretaban sus bandas como dos autopistas, y con calidad para centrar al área. Especialmente relevante era el caso de Junior, un jugador con una enorme calidad técnica, hasta el punto de que cuando fue a jugar a la liga italiana con 30 años en el Torino, lo hizo para actuar de centrocampista organizador con gran éxito; seguramente hubiera sido titular indiscutible en la medular de cualquier otra selección del mundo, pero la media de aquella Brasil ya estaba saturada de jugadores brillantes.

La defensa la completaban Óscar y Luisinho, dos centrales a priori solventes, fuertes, buenos en el juego aéreo y que intentaban sacar el balón jugado. Era frecuente también que subieran a rematar corners y faltas (siendo Óscar especialmente peligroso en este aspecto), aunque debían de vigilar muy bien su posición con el juego en marcha dadas las frecuentes aventuras ofensivas de laterales y pivotes.

Leovegildo Lins da Gama, "Junior", el fenomenal lateral izquierdo del Brasil del 82
Además de Junior, el cuarteto del centro del campo era lo mejor de aquella Brasil. De cubrir campo, ayudar en defensa e iniciar el juego de ataque se encargaba Toninho Cerezo, un futbolista incansable que triunfó en la liga italiana con la camiseta de la Roma y la Sampdoria. Junto a él, también abarcaba mucho espacio Paulo Roberto Falcao, un centrocampista todoterreno que llegó al Mundial en plenitud de forma y cuyas llegadas desde segunda línea creaban mucho peligro, tanto por su calidad para el pase como por su potente disparo. La presencia de estos dos jugadores, además de su innegable calidad, aportaban cierto equilibrio al equipo y daba más libertad de movimientos a los dos fenómenos que había en la mediapunta: Sócrates y Zico.

Sócrates era un futbolista casi irrepetible. Con sus 1,92 metros, se movía por el campo con un equilibrio y control del balón difíciles de creer en un hombre de su estatura. De gran fuerza física y complicado de marcar por sus imprevisibles cambios de ritmo, también destacaba por su visión de juego, su regate y su capacidad goleadora. Su fuerte personalidad (fue capaz de reivindicar la democracia para su país en un momento en el que Brasil se hallaba bajo una dictadura militar, con los riesgos que esa actitud siempre supone) y su peso dentro del equipo le llevaron a lucir el brazalete de capitán en el mundial.

"El doctor" Sócrates llenaba de elegancia y talento el centro del campo de aquella Brasil
Y de Zico... Me limitaré a decir tres cosas: le llamaban el "Pelé Blanco", fue tres veces jugador sudamericano del año (1977, 1981 y 1982) y aquí tenéis un vídeo para sacar vuestras propias conclusiones sobre él. Disfrutarlo.


Con una defensa más que respetable y con aportación ofensiva, y un centro del campo casi inigualable, las dudas razonables se cernían sobre la portería y la delantera. Bajo el marco se situaba Waldir Peres, el guardamenta del Sao Paulo, que había estado en el banquillo de la selección en los mundiales de 1974 y 1978. No era un mal guardameta, pero no se hallaba al nivel del resto del equipo. Un caso parecido (y que se agravó mucho con el devenir del Mundial) era el de Serginho, delantero centro titular de la selección por la lesión del hombre que ocupaba ese puesto, Careca. Aunque la trayectoria profesional de Serginho no fue tan mediocre (jugó en algunos de los mejores equipos brasileños de la época y fue máximo goleador de su liga en 1983), sus cualidades distaban mucho de las de sus fantasiosos compañeros. Las ocasiones que desperdició en el partido decisivo le convirtieron en el blanco de críticas despiadadas tras la eliminación.

Y, finalmente, completando la vanguardia del equipo, el extremo izquierdo Éder, del Atlético Mineiro. Menos conocido que Zico, Sócrates y compañia, era un jugador con una enorme calidad técnica (cómo comprobaréis en vídeos posteriores), pero algo irregular en su juego. Con estos 11 futbolistas como equipo indiscutible, y el esquema básico de juego que incluyo a continuación, Brasil se presentó en España con un único y claro objetivo: el tetracampeonato...