Portada de la revista
“Sports Illustrated”, mostrando a Mónica Seles instantes después de recibir la
puñalada
El 30
de abril de 1993 no debería haber supuesto algo extraordinario para la historia
del tenis. No se disputaba ningún grand slam, y los partidos que se jugaban no
eran finales ni enfrentaban a las más grandes del momento. Sin embargo, ese día
la dinámica del circuito femenino se vio sacudida de la forma más terrible e
inesperada: la gran Mónica Seles, la número uno del mundo, la que llevaba
camino de batir todos los records, fue apuñalada a mitad de un partido por un
fanático, causándole algunas heridas físicas y unos daños emocionales brutales.
El
partido correspondía al torneo de Hamburgo, dentro de la temporada de tierra
batida. Mónica se enfrentaba a la búlgara Magdalena Maleeva en cuartos de
final. Aún no había ganado ningún título en tierra esa temporada, pero nadie
dudaba de su favoritismo para ese torneo y para el ya cercano Roland Garros,
que aspiraba a ganar por cuarta vez consecutiva.
Porque
Mónica Seles, a pesar de no haber cumplido aún los 20 años, ya era una
extraordinaria campeona aquel día. Su palmarés contaba por entonces con 8 Grand
Slams (3 Open de Australia, los 3 ya mencionados en suelo francés y 2 U.S.
Open), además de 3 WTA Championships y multitud de otros torneos. Solo
Wimbledon se resistía a su tenis, pero parecía claro que era cuestión de
tiempo: el año anterior había sido finalista en la gran plaza londinense, el
último grande no podía tardar mucho en caer…
Mónica Seles, celebrando su tercer Roland Garros
Y eso
que en aquellos años dorados, Seles tenía enfrente a la que para muchos ha sido
la mejor tenista de la historia: Steffi Graff. La alemana había campado a sus
anchas en el circuito en 1988 y 1989 (7 Grand Slams en dos años, con oro
olímpico incluido), hasta que se había producido la explosión de aquella
chiquilla yugoslava, destronando a la que parecía poco menos que invencible. A
Steffi aún le quedaba el dominio jugando sobre hierba, pero parecía más cercano
el día que Seles se impondría en este terreno, al día en el que Graff volvería
a ganar Roland Garros. A pesar de todo, la gran Steffi estaba dispuesta a
luchar para dar la vuelta a la situación.
Lamentablemente
no era la única decidida a que Mónica Seles perdiera el liderazgo de la WTA.
Había alguien más, alguien que iba a enfrentarse con Seles, pero no en la
cancha de juego ni cara a cara. Y desde luego, no iba a hacerlo con una
raqueta.
El
partido contra Maleeva marchaba bien para Mónica. Se había impuesto en el
primer set por 6-4, y dominaba el segundo por 4-3. Aprovechando la ligera pausa
habitual tras los juegos impares, las dos jugadoras descansaban en sus sillas y
se refrescaban durante unos instantes. Convenía cerrar el partido cuanto antes:
en menos de 24 horas se jugaba el partido de semifinales, contra la siempre
peligrosa Arantxa Sánchez Vicario (especialmente en tierra). Sí se podían
ahorrar fuerzas para el penúltimo asalto, mejor.
Fue
entonces, en ese momento de relax, cuando ocurrió lo impensable. El
protagonista, un alemán de 38 años llamado Günter Parche, uno de los múltiples
espectadores que presenciaban el partido. Este personaje (por llamarlo de
alguna manera) consiguió evitar ser detenido por los servicios de seguridad
presentes en la pista, llegó hasta Seles (sentada justo delante de las gradas)
y le clavó un cuchillo por la espalda. La propia Mónica relata este terrible
momento en su libro “Getting a grip”, publicado en 2009, del cual he usado
algunos fragmentos publicados en la web www.mailonsunday.co.uk
Portada de libro “Getting a grip”. Ya
que he cogido varios fragmentos, que menos que un poco de publicidad…
“Recuerdo
estar sentada allí, dejar la toalla, e inclinarme hacia adelante para tomar un
sorbo de agua. El descanso casi terminaba y tenía la boca seca. La botella
apenas había tocado mis labios cuando sentí un dolor horrible en mi espalda.
Giré
mi cabeza hacia donde había sentido el dolor y vi a un hombre que llevaba una
gorra de beisbol, con cara de desprecio. Sus brazos estaban levantados sobre su
cabeza y sus manos sujetaban un gran cuchillo. Él empezó a atacarme de nuevo.
No
entendí lo que estaba ocurriendo, Me quedé helada en mi silla durante unos
segundos, mientras dos personas le tiraban al suelo”
El
momento exacto de los hechos no quedó reflejado en las cámaras de televisión,
puesto que la realización se centraba en esos instantes en Maleeva (sirva esto
como una prueba más de lo inesperado de los acontecimientos); pero sí que han
quedado para la posteridad las reacciones inmediatamente posteriores, tal y
como muestra el siguiente vídeo. En él, podemos ver como es detenido e
inmovilizado el agresor, el desplome de la tenista tras el ataque y el rostro
de consternación de su rival.
Mónica
fue rápidamente trasladada a la Clínica Universitaria Eppendorf, en compañía de
su hermano. Allí, se le realizó el pertinente examen médico: la joven tenía una
herida de 3 centímetros en la región del omoplato, muy cerca de la columna vertebral
y en una zona muscular muy delicada para alguien que practica el tenis. A pesar
de la gravedad, los médicos encontraron motivos para el consuelo: de haber
usado un cuchillo más grueso, el agresor podría haber dañado los pulmones o la
columna de Seles de forma irreparable. A pesar de la lamentable situación, los
primeros pronósticos hacían pensar que las heridas de la tenista sanarían, y
que en pocos meses podría volver a estar compitiendo.
Las
especulaciones sobre el por qué del ataque comenzaron inmediatamente. Los
primeros apuntes señalaban a un móvil político: Seles era yugoslava, país que
desde dos años antes se desangraba en una terrible guerra civil. Para ser más
exactos, la tenista había nacido en Novi Sad, por lo que era bosnia de nacimiento;
su familia era de origen húngaro; y ella tenía pasaporte yugoslavo. Este último
detalle no lo habían pasado por alto fanáticos militantes croatas, de los
cuales Mónica ya había recibido algunas amenazas de muerte anteriormente.
Sin
embargo, en menos de 48 horas la confesión realizada por el agresor a la policía
mostró un panorama totalmente diferente: ni política, ni dinero. Pasión. O
mejor dicho, obsesión. Esa había sido la causa. Günter Parche era un perturbado
mental que había atacado a Mónica Seles, a la número uno, porque quería que su
adorada Steffi Graff recuperara el liderazgo mundial del tenis. El mismo Parche
reconoció que su intención no era matar ni retirar a Seles, sino “dejarla K.O.
un tiempo”. En definitiva, buscaba que Graff consiguiera con esa agresión lo
que la tenista alemana no había conseguido con la raqueta. Y lo peor de todo es
que lo consiguió (por cierto, huelga decir que Steffi no tuvo ninguna culpa ni
estuvo involucrada de manera alguna en estos desagradables acontecimientos).
Las
heridas físicas de Mónica cicatrizaron bien, y en poco tiempo hubiera podido volver
a las pistas. Pero rápidamente, los médicos se percataron de que el verdadero
problema iba por otros derroteros: la tenista estaba mentalmente hundida por el
ataque, y si bien los plazos de recuperación física podían fijarse, era imposible
saber cuándo podría superar el trauma. Comenzaba el verdadero infierno para
Seles, que la mantendría más de dos años alejada de las pistas.
Los
acontecimientos de los meses siguientes no ayudaron a recuperar a la tenista.
Más bien todo lo contrario. Se sintió herida cuando el torneo de Hamburgo no se
suspendió tras la agresión sufrida (tanto tenistas como organización
argumentaron que la vida de Seles no corría peligro y que no tenía sentido
suspender los últimos encuentros); y se sintió más herida cuando sus propios
compañer@s del circuito votaron en contra de que conservara su posición en el
ranking mientras estuviera de baja. Así lo recogió la web anteriormente citada
del libro de la propia Seles:
“Una
semana después de ser apuñalada, 17 de los 25 jugadores más importantes del
mundo fueron llamados a Roma. Se les preguntó si se debía mantener mi
ranking mientras yo me recuperaba (…) Votaron
poniendo los negocios por delante. Todos los jugadores excepto Gabriela
Sabatini, que se abstuvo, votaron en contra de congelar mi ranking (…) Cuando
escuché las noticias me sentí herida, pero desde el punto de vista de los
negocios no debería haberme sorprendido. Subir un lugar en el ranking podía
traducirse en mucho dinero y nuevos sponsors. Iban a ganar mucho dinero
mientras yo estaba fuera”.
Además,
las desgracias no habían terminado en la familia Seles. Poco tiempo después la
jugadora supo que su padre, que había tenido un papel crucial en su desarrollo
como tenista, estaba enfermo de cáncer de próstata. Mónica, que siempre había
estado muy ligada a su familia (le acompañaban constantemente en sus torneos, y
toda la familia se había trasladado con ella a Florida para que pudiera
progresar en su entrenamiento) se sintió aún más hundida. Karolj Seles murió en
1998, pocas semanas antes de Roland Garros (Seles llegó a la final en aquel
torneo, perdiendo ante Sánchez Vicario).
Y
para acabar con la larga lista de malas noticias, una que resultó especialmente
perversa para la tenista, recibida meses después: tras el juicio al que fue
sometido, Günter Parche no ingresó en prisión por considerársele incapacitado
psíquicamente, y fue sentenciado a libertad condicional y dos años de
tratamiento psicológico. Entre la rabia y el asombro, Seles tomó la decisión de
no jugar nunca más en Alemania: “Lo que parece es que la gente ha olvidado que
ese hombre me atacó intencionadamente y que no ha recibido ningún castigo… No
me sentiría segura volviendo, no creo que vuelva” comentaría Seles años más
tarde. También perdería el juicio contra la organización del torneo de Hamburgo,
al que acusaba de haber descuidado gravemente sus obligaciones a la hora de
proteger a los participantes del mismo.
Toda
esta catarata de desgracias tuvieron un efecto absolutamente impensable en
Seles poco tiempo antes: como medida de protegerse contra sus miedos y males,
la tenista empezó a comer compulsivamente. Según ella misma ha reconocido, era
la única forma de sentirse mejor en aquella dura época. Al parecer, parte de
las explicaciones de su agresor a la hora de justificar el por qué de su salvajada
hicieron mella en ella: “las mujeres de verdad no pueden estar tan delgadas”,
dijo Parche al realizar su confesión.
Y
efectivamente Mónica dejó de estar delgada: escapadas nocturnas a restaurantes
de comida rápida, atiborrarse de todo lo que podía cuando volvía de los
entrenamientos, comer y comer tras acompañar a sus padres a las sesiones de
quimioterapia… Los efectos de muchos meses de atracones se hicieron cada vez
más visibles, agravándose tras la muerte de Karolj. Dichos efectos son
fácilmente visibles en las siguientes fotografías: la primera imagen es de
1997, casi dos años después de su regreso a las pistas; la segunda, en 1990, nos
muestra a Seles en plena forma.
En
agosto de 1995, Mónica había vuelto a jugar al tenis, estrenándose con victoria
final en el Abierto de Canadá frente a Amanda Coetzer. Pero a pesar del retorno
triunfal, Mónica nunca volvió a ser la misma. La fragilidad mental de la que no
pudo separarse tras la agresión, los mencionados problemas de sobrepeso, el
buen nivel de antiguas rivales como Graff o Arancha, y las nuevas generaciones
de jóvenes y brillantes rivales (Hingis, Cljisters, las hermanas Williams…) le
dejaron lejos de los extraordinarios resultados anteriores. Tuvo aún momentos
de gloria: consiguió su noveno Gran Slam (el Open de Australia de 1996), ganó
la medalla de bronce en las olimpiadas de Sydney 2000 representando a Estados
Unidos (adquirió esta nacionalidad en 1995), y ayudó al equipo americano a
ganar tres veces la copa Federación. Pero estos buenos guarismos no pudieron
ocultar que el prodigio mundial, la genuina Mónica Seles, desapareció aquel
terrible día en Hamburgo para no volver jamás.
Al
menos, podemos congratularnos de que
Seles haya superado totalmente sus problemas con la ingesta compulsiva de
alimentos. Según ella misma ha reconocido, empezó a realizar verdaderos
progresos tras retirarse temporalmente de las pistas en 2003:
“Era
una atleta, trabajaba todo el día con los mejores nutricionistas y
entrenadores. Pero aún estaba gorda, y me volví una experta en esconder mi
cuerpo bajo la ropa. Es increíble como los logros de 6 horas de trabajo se
pierden en 20 minutos comiendo con locura. También me volví muy buena en mentir
a entrenadores y nutricionistas sobre mis hábitos de comida (…)
Entonces,
algo ocurrió. En 2003 decidí tomarme un descanso del tenis. Sentí que
necesitaba dedicarme tiempo a mí misma, sin presiones. Me deshice de los
expertos y de los que daban consejos, dejé de contar calorías, y me olvidé de
mis largos y rígidos horarios (…)
Empecé
a dar pequeños pasos fuera de mi rutina habitual, y empecé a hacer cosas que
nunca antes había considerado: saltar en paracaídas, pasear tranquilamente por
París, organizar las fotografías que mi padre había tomado de mí durante 20
años… (…) En cuanto llené mis días con calidad, mi estomago dejó de sentirse
vacio”.
Nunca
hubo regreso al tenis para Mónica, al menos en competición oficial. El 15 de
febrero de 2008 anunció oficialmente su retirada, aunque de hecho ya llevaba
cinco años alejada de las pistas. Pero para entonces, las condiciones físicas
de la jugadora habían mejorado considerablemente, tal y como puede apreciarse
en el siguiente vídeo de marzo de ese mismo año. En él, vemos a Seles competir
en el programa americano “Dancing with the stars”:
Siempre
recordaremos sus éxitos, sus grandes partidos, sus mágicos golpes y, por qué no
decirlo, sus alaridos sobre la cancha. Pero también recordaremos siempre ese
fatídico día, esa tarde de abril en la cual un perturbado truncó la carrera de
una de las tenistas más talentosas que jamás haya existido. Esperemos que ni el
tenis, ni ningún otro deporte, vuelva a vivir una situación semejante.
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