lunes, 4 de marzo de 2013

30-IV-1993: CUANDO LA OBSESIÓN TRANSFORMÓ LA HISTORIA DE UN DEPORTE





Portada de la revista “Sports Illustrated”, mostrando a Mónica Seles instantes después de recibir la puñalada

El 30 de abril de 1993 no debería haber supuesto algo extraordinario para la historia del tenis. No se disputaba ningún grand slam, y los partidos que se jugaban no eran finales ni enfrentaban a las más grandes del momento. Sin embargo, ese día la dinámica del circuito femenino se vio sacudida de la forma más terrible e inesperada: la gran Mónica Seles, la número uno del mundo, la que llevaba camino de batir todos los records, fue apuñalada a mitad de un partido por un fanático, causándole algunas heridas físicas y unos daños emocionales brutales.
El partido correspondía al torneo de Hamburgo, dentro de la temporada de tierra batida. Mónica se enfrentaba a la búlgara Magdalena Maleeva en cuartos de final. Aún no había ganado ningún título en tierra esa temporada, pero nadie dudaba de su favoritismo para ese torneo y para el ya cercano Roland Garros, que aspiraba a ganar por cuarta vez consecutiva.


Porque Mónica Seles, a pesar de no haber cumplido aún los 20 años, ya era una extraordinaria campeona aquel día. Su palmarés contaba por entonces con 8 Grand Slams (3 Open de Australia, los 3 ya mencionados en suelo francés y 2 U.S. Open), además de 3 WTA Championships y multitud de otros torneos. Solo Wimbledon se resistía a su tenis, pero parecía claro que era cuestión de tiempo: el año anterior había sido finalista en la gran plaza londinense, el último grande no podía tardar mucho en caer…




Mónica Seles, celebrando su tercer Roland Garros


Y eso que en aquellos años dorados, Seles tenía enfrente a la que para muchos ha sido la mejor tenista de la historia: Steffi Graff. La alemana había campado a sus anchas en el circuito en 1988 y 1989 (7 Grand Slams en dos años, con oro olímpico incluido), hasta que se había producido la explosión de aquella chiquilla yugoslava, destronando a la que parecía poco menos que invencible. A Steffi aún le quedaba el dominio jugando sobre hierba, pero parecía más cercano el día que Seles se impondría en este terreno, al día en el que Graff volvería a ganar Roland Garros. A pesar de todo, la gran Steffi estaba dispuesta a luchar para dar la vuelta a la situación.
Lamentablemente no era la única decidida a que Mónica Seles perdiera el liderazgo de la WTA. Había alguien más, alguien que iba a enfrentarse con Seles, pero no en la cancha de juego ni cara a cara. Y desde luego, no iba a hacerlo con una raqueta.
El partido contra Maleeva marchaba bien para Mónica. Se había impuesto en el primer set por 6-4, y dominaba el segundo por 4-3. Aprovechando la ligera pausa habitual tras los juegos impares, las dos jugadoras descansaban en sus sillas y se refrescaban durante unos instantes. Convenía cerrar el partido cuanto antes: en menos de 24 horas se jugaba el partido de semifinales, contra la siempre peligrosa Arantxa Sánchez Vicario (especialmente en tierra). Sí se podían ahorrar fuerzas para el penúltimo asalto, mejor.
 
Fue entonces, en ese momento de relax, cuando ocurrió lo impensable. El protagonista, un alemán de 38 años llamado Günter Parche, uno de los múltiples espectadores que presenciaban el partido. Este personaje (por llamarlo de alguna manera) consiguió evitar ser detenido por los servicios de seguridad presentes en la pista, llegó hasta Seles (sentada justo delante de las gradas) y le clavó un cuchillo por la espalda. La propia Mónica relata este terrible momento en su libro “Getting a grip”, publicado en 2009, del cual he usado algunos fragmentos publicados en la web www.mailonsunday.co.uk



Portada de libro “Getting a grip”. Ya que he cogido varios fragmentos, que menos que un poco de publicidad…

“Recuerdo estar sentada allí, dejar la toalla, e inclinarme hacia adelante para tomar un sorbo de agua. El descanso casi terminaba y tenía la boca seca. La botella apenas había tocado mis labios cuando sentí un dolor horrible en mi espalda.
Giré mi cabeza hacia donde había sentido el dolor y vi a un hombre que llevaba una gorra de beisbol, con cara de desprecio. Sus brazos estaban levantados sobre su cabeza y sus manos sujetaban un gran cuchillo. Él empezó a atacarme de nuevo.
No entendí lo que estaba ocurriendo, Me quedé helada en mi silla durante unos segundos, mientras dos personas le tiraban al suelo”
El momento exacto de los hechos no quedó reflejado en las cámaras de televisión, puesto que la realización se centraba en esos instantes en Maleeva (sirva esto como una prueba más de lo inesperado de los acontecimientos); pero sí que han quedado para la posteridad las reacciones inmediatamente posteriores, tal y como muestra el siguiente vídeo. En él, podemos ver como es detenido e inmovilizado el agresor, el desplome de la tenista tras el ataque y el rostro de consternación de su rival.


Mónica fue rápidamente trasladada a la Clínica Universitaria Eppendorf, en compañía de su hermano. Allí, se le realizó el pertinente examen médico: la joven tenía una herida de 3 centímetros en la región del omoplato, muy cerca de la columna vertebral y en una zona muscular muy delicada para alguien que practica el tenis. A pesar de la gravedad, los médicos encontraron motivos para el consuelo: de haber usado un cuchillo más grueso, el agresor podría haber dañado los pulmones o la columna de Seles de forma irreparable. A pesar de la lamentable situación, los primeros pronósticos hacían pensar que las heridas de la tenista sanarían, y que en pocos meses podría volver a estar compitiendo.
Las especulaciones sobre el por qué del ataque comenzaron inmediatamente. Los primeros apuntes señalaban a un móvil político: Seles era yugoslava, país que desde dos años antes se desangraba en una terrible guerra civil. Para ser más exactos, la tenista había nacido en Novi Sad, por lo que era bosnia de nacimiento; su familia era de origen húngaro; y ella tenía pasaporte yugoslavo. Este último detalle no lo habían pasado por alto fanáticos militantes croatas, de los cuales Mónica ya había recibido algunas amenazas de muerte anteriormente.
Sin embargo, en menos de 48 horas la confesión realizada por el agresor a la policía mostró un panorama totalmente diferente: ni política, ni dinero. Pasión. O mejor dicho, obsesión. Esa había sido la causa. Günter Parche era un perturbado mental que había atacado a Mónica Seles, a la número uno, porque quería que su adorada Steffi Graff recuperara el liderazgo mundial del tenis. El mismo Parche reconoció que su intención no era matar ni retirar a Seles, sino “dejarla K.O. un tiempo”. En definitiva, buscaba que Graff consiguiera con esa agresión lo que la tenista alemana no había conseguido con la raqueta. Y lo peor de todo es que lo consiguió (por cierto, huelga decir que Steffi no tuvo ninguna culpa ni estuvo involucrada de manera alguna en estos desagradables acontecimientos).




                     
Las heridas físicas de Mónica cicatrizaron bien, y en poco tiempo hubiera podido volver a las pistas. Pero rápidamente, los médicos se percataron de que el verdadero problema iba por otros derroteros: la tenista estaba mentalmente hundida por el ataque, y si bien los plazos de recuperación física podían fijarse, era imposible saber cuándo podría superar el trauma. Comenzaba el verdadero infierno para Seles, que la mantendría más de dos años alejada de las pistas.
Los acontecimientos de los meses siguientes no ayudaron a recuperar a la tenista. Más bien todo lo contrario. Se sintió herida cuando el torneo de Hamburgo no se suspendió tras la agresión sufrida (tanto tenistas como organización argumentaron que la vida de Seles no corría peligro y que no tenía sentido suspender los últimos encuentros); y se sintió más herida cuando sus propios compañer@s del circuito votaron en contra de que conservara su posición en el ranking mientras estuviera de baja. Así lo recogió la web anteriormente citada del libro de la propia Seles:
 
“Una semana después de ser apuñalada, 17 de los 25 jugadores más importantes del mundo fueron llamados a Roma. Se les preguntó si se debía mantener mi ranking  mientras yo me recuperaba (…) Votaron poniendo los negocios por delante. Todos los jugadores excepto Gabriela Sabatini, que se abstuvo, votaron en contra de congelar mi ranking (…) Cuando escuché las noticias me sentí herida, pero desde el punto de vista de los negocios no debería haberme sorprendido. Subir un lugar en el ranking podía traducirse en mucho dinero y nuevos sponsors. Iban a ganar mucho dinero mientras yo estaba fuera”.
Además, las desgracias no habían terminado en la familia Seles. Poco tiempo después la jugadora supo que su padre, que había tenido un papel crucial en su desarrollo como tenista, estaba enfermo de cáncer de próstata. Mónica, que siempre había estado muy ligada a su familia (le acompañaban constantemente en sus torneos, y toda la familia se había trasladado con ella a Florida para que pudiera progresar en su entrenamiento) se sintió aún más hundida. Karolj Seles murió en 1998, pocas semanas antes de Roland Garros (Seles llegó a la final en aquel torneo, perdiendo ante Sánchez Vicario).



Y para acabar con la larga lista de malas noticias, una que resultó especialmente perversa para la tenista, recibida meses después: tras el juicio al que fue sometido, Günter Parche no ingresó en prisión por considerársele incapacitado psíquicamente, y fue sentenciado a libertad condicional y dos años de tratamiento psicológico. Entre la rabia y el asombro, Seles tomó la decisión de no jugar nunca más en Alemania: “Lo que parece es que la gente ha olvidado que ese hombre me atacó intencionadamente y que no ha recibido ningún castigo… No me sentiría segura volviendo, no creo que vuelva” comentaría Seles años más tarde. También perdería el juicio contra la organización del torneo de Hamburgo, al que acusaba de haber descuidado gravemente sus obligaciones a la hora de proteger a los participantes del mismo.
Toda esta catarata de desgracias tuvieron un efecto absolutamente impensable en Seles poco tiempo antes: como medida de protegerse contra sus miedos y males, la tenista empezó a comer compulsivamente. Según ella misma ha reconocido, era la única forma de sentirse mejor en aquella dura época. Al parecer, parte de las explicaciones de su agresor a la hora de justificar el por qué de su salvajada hicieron mella en ella: “las mujeres de verdad no pueden estar tan delgadas”, dijo Parche al realizar su confesión.
Y efectivamente Mónica dejó de estar delgada: escapadas nocturnas a restaurantes de comida rápida, atiborrarse de todo lo que podía cuando volvía de los entrenamientos, comer y comer tras acompañar a sus padres a las sesiones de quimioterapia… Los efectos de muchos meses de atracones se hicieron cada vez más visibles, agravándose tras la muerte de Karolj. Dichos efectos son fácilmente visibles en las siguientes fotografías: la primera imagen es de 1997, casi dos años después de su regreso a las pistas; la segunda, en 1990, nos muestra a Seles en plena forma.







En agosto de 1995, Mónica había vuelto a jugar al tenis, estrenándose con victoria final en el Abierto de Canadá frente a Amanda Coetzer. Pero a pesar del retorno triunfal, Mónica nunca volvió a ser la misma. La fragilidad mental de la que no pudo separarse tras la agresión, los mencionados problemas de sobrepeso, el buen nivel de antiguas rivales como Graff o Arancha, y las nuevas generaciones de jóvenes y brillantes rivales (Hingis, Cljisters, las hermanas Williams…) le dejaron lejos de los extraordinarios resultados anteriores. Tuvo aún momentos de gloria: consiguió su noveno Gran Slam (el Open de Australia de 1996), ganó la medalla de bronce en las olimpiadas de Sydney 2000 representando a Estados Unidos (adquirió esta nacionalidad en 1995), y ayudó al equipo americano a ganar tres veces la copa Federación. Pero estos buenos guarismos no pudieron ocultar que el prodigio mundial, la genuina Mónica Seles, desapareció aquel terrible día en Hamburgo para no volver jamás.
Al menos, podemos congratularnos  de que Seles haya superado totalmente sus problemas con la ingesta compulsiva de alimentos. Según ella misma ha reconocido, empezó a realizar verdaderos progresos tras retirarse temporalmente de las pistas en 2003:
“Era una atleta, trabajaba todo el día con los mejores nutricionistas y entrenadores. Pero aún estaba gorda, y me volví una experta en esconder mi cuerpo bajo la ropa. Es increíble como los logros de 6 horas de trabajo se pierden en 20 minutos comiendo con locura. También me volví muy buena en mentir a entrenadores y nutricionistas sobre mis hábitos de comida (…)
Entonces, algo ocurrió. En 2003 decidí tomarme un descanso del tenis. Sentí que necesitaba dedicarme tiempo a mí misma, sin presiones. Me deshice de los expertos y de los que daban consejos, dejé de contar calorías, y me olvidé de mis largos y rígidos horarios (…)
Empecé a dar pequeños pasos fuera de mi rutina habitual, y empecé a hacer cosas que nunca antes había considerado: saltar en paracaídas, pasear tranquilamente por París, organizar las fotografías que mi padre había tomado de mí durante 20 años… (…) En cuanto llené mis días con calidad, mi estomago dejó de sentirse vacio”.
Nunca hubo regreso al tenis para Mónica, al menos en competición oficial. El 15 de febrero de 2008 anunció oficialmente su retirada, aunque de hecho ya llevaba cinco años alejada de las pistas. Pero para entonces, las condiciones físicas de la jugadora habían mejorado considerablemente, tal y como puede apreciarse en el siguiente vídeo de marzo de ese mismo año. En él, vemos a Seles competir en el programa americano “Dancing with the stars”:


Siempre recordaremos sus éxitos, sus grandes partidos, sus mágicos golpes y, por qué no decirlo, sus alaridos sobre la cancha. Pero también recordaremos siempre ese fatídico día, esa tarde de abril en la cual un perturbado truncó la carrera de una de las tenistas más talentosas que jamás haya existido. Esperemos que ni el tenis, ni ningún otro deporte, vuelva a vivir una situación semejante.

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