domingo, 22 de junio de 2014

HISTORIA DE LOS MUNDIALES: 19-VI-1938, CUANDO ELIGIERON VENCER ANTES QUE MORIR

Todos sabemos que en muchas ocasiones la política y los políticos intentan o han intentado poner al deporte a su servicio, aprovechando las pasiones e ilusiones que despierta entre las personas. No siempre es con fines negativos: el famoso mundial de rugby de Sudáfrica de 1995, y el uso que hizo de él Nelson Mandela para unir a un país dividido por cuestiones raciales, es un gran ejemplo de como un acontecimiento deportivo puede tener un maravilloso impacto en una sociedad. Otras veces la manipulación interesada es tan plana y poco imaginativa que más que rabia despierta resignación e ironía; las múltiples fotos que intentan hacerse los políticos de este país con deportistas antes o después de grandes eventos son una buena muestra.

 El mundial de rugby de 1995 simboliza todos los valores positivos que el deporte puede aportar

Sin embargo, hay veces que esa injerencia de la política en el deporte traspasa los límites de lo ético o de lo superficial para convertirse en una auténtica amenaza, no sólo para el desarrollo de la competición sino para la propia vida de los deportistas. El partido que vamos a analizar hoy, la final del mundial de 1938 que enfrentó a Italia y Hungría, representa perfectamente esa injerencia, que en este caso puede resumirse en tres palabras: "Vencer o morir".

 Los jugadores italianos celebran el triunfo en la final del mundial. Les iba la vida en ello

Lo cierto es que los años 30 no era una época fácil para ser futbolista en determinados países europeos. Bueno, ni para ser futbolista ni para ser casi nada. La democracia se rompía en el continente: en la Unión Soviética se había impuesto una dictadura comunista controlada por Stalin con puño de hierro a base de purgas y gulags; en Alemania e Italia el fascismo había extendido sus redes hasta controlar todos los aspectos de la vida y liquidando (literalmente) cualquier tipo de voz alternativa que pudiera surgir en sus sociedades; y España se desangraba en una guerra civil que sería el preludio de la terrible contienda que asolaría el mundo muy poco tiempo después.

En medio de este complicado panorama, los dictadores de la época intuyeron el jugoso papel propagandístico que podían tener el deporte en general y el fútbol en particular. Y se pusieron manos a la obra para aprovecharlo. El mundial de Italia 34 y los Juegos Olímpicos de Berlín en el 36 son dos buenos ejemplos de como las potencias fascistas intentaron venderse al mundo y proclamar las bonanzas y la superioridad del fascismo frente a la (presunta) debilidad de las democracias. Y después de los éxitos obtenidos a nivel futbolístico (campéon del mundo en su mundial y campeón olímpico dos años más tarde), el dictador italiano Benito Mussolini no iba a consentir que la racha se rompiera.

Por ello, el día que se jugaba la final del mundial del 38, el seleccionador Vittorio Pozzo y sus futbolistas (esa magnífica generación de los Piola, Colaussi, Rava, Ferrari y Meazza de la que hablé hace unos días por su partido de semifinales contra Brasil) recibieron un telegrama de su "Duce". No eran palabras de ánimo, ni un mensaje reconfortante. Sólo esas tres palabras ya mencionadas en él, dejando muy claro que para los jugadores sólo había dos caminos: la victoria o el castigo. Seguramente si ese telegrama lo hubieran escrito Mariano Rajoy o Rodríguez Zapatero a los jugadores españoles aún nos estaríamos riendo de la charlotada. Pero cuando ese mensaje te lo manda un dictador fascista capaz de cualquier cosa el asunto es bastante más serio.

 Vittorio Pozzo, seleccionador italiano. Él también fue amenazado por "il Duce"

Seguramente parte de esa necesidad de "motivar" a sus chicos le venía a Mussollini por culpa del buen nivel que estaba mostrando la selección húngara en aquel torneo. Los magiares habían ganado sus tres partidos con un total de 13 goles a favor y uno sólo en contra, eliminando a Antillas Holandesas por 6-0 en octavos, a Suiza por 2-0 en cuartos y obteniendo un magnífico 5-1 en semifinales ante Suecia. Su defensa era sólida, su capacidad goleadora estaba fuera de toda duda y contaba con algunas figuras de nivel: en el centro del campo, destacaba el creativo medio Ferenc Sas; en la delantera Szengellér y Titkos se habían reivindicado como peligrosos atacantes; y por encima de todos ellos, la figura de su emblemático capitán Gyorgy Sarosi, un jugador todoterreno de exrtraordinaria capacidad goleadora que en aquel mundial encandiló como delantero pero que podía jugar perfectamente en la defensa y como centrocampista.

Sárosi, leyenda del fútbol húngaro y estrella de aquel equipo

Desconozco si fue por el telegrama, o si realmente era el plan inicial, pero hay una cosa que nadie que haya oido hablar de aquel encuentro puede discutir: Italia salió al ataque. Los "azzurri" dejaron de lado la practicidad con la que habían jugado contra los brasileños y desde el principio fueron a por el partido, frente a una selección húngara que, según las crónicas, jugó algo por debajo de lo esperado. La ofensividad italiana y la necesidad de remontar que acompañó a los magiares durante buena parte del partido desemobocaron en un encuentro muy entretenido y con múltiples goles.

Los más de 65.000 espectadores que se dieron cita aquel día en el Olympique de Colombes de París cantaron el primer gol muy pronto, a los 6 minutos: un contraataque llevado por el joven Biavati acaba con pase a Piola, quien desvía el balón para que el extremo de la Triestina Colaussi remache a la red. Italia, que ya había tenido alguna ocasión previa, se adelantaba en el marcador.
 
No obstante, el poderío ofensivo húngaro aparece y no deja a los italianos tiempo para hacerse ilusiones: el delantero del MTK Budapest Pál Titkos va a ser el encargado de batir a Olivieri con un disparo cercano tras asistencia de Vincze. Es el minuto 8 y ya estamos 1-1 en el marcador, algo casi insólito en la historia de los mundiales. Italia debe seguir tomando la iniciativa si quiere ganar el partido, Italia debe seguir tomando la inciativa si no quiere despertar la ira de Mussolini. Y lo hace.

 Los italianos hacen el saludo fascista antes del partido. Cualquiera se negaba...

El resto de la primera parte tiene a la escuadra "azzurra" como clara dominadora, consiguiendo dos goles más. El 2-1 se produce en el minuto 16, como resultado de una magnífica jugada colectiva en la que Meazza asiste a Silvio Piola (muy activo desde el principio del partido), que fusila al portero rival. En medio del buen fútbol italiano, los transalpinos aumentan su ventaja antes del descanso: vuelve a ser Colaussi quien tras recibir un nuevo pase en profundidad de Giuseppe Meazza conduce el balón hasta las inmediaciones de la portería contraria y marca de fuerte disparo con la izquierda.

Con dos goles de ventaja, Italia sigue atacando y tiene un par de buenas ocasiones en las botas de Piola, pero en la primera el balón se marcha fuera y en la segunda el guardameta Szabo evita el tanto. El portero del MTK Budapest ha realizado ya varias paradas de mérito, impidiendo que la diferencia al descanso sea más abultada. Aún así, visto el primer tiempo y con 3-1 en el marcador, parece muy poco probable una remontada de Hungría.

 El extremo Colaussi anota el tercer gol en el mínuto 35. La final cogía aroma italiano

Los magiares, no obstante, no se rinden en el segundo tiempo. Adelantan líneas y presionan con más ahinco, intentando remontar. Su dominio territorial es mayor y tienen más ocasiones que los italianos, quienes se han replegado e intentar crear más peligro a la contra, teniendo una ocasión clave en el minuto 58 que Biavati estrelló en el palo. El posible cuarto gol no sube al marcador, pero sí subirá el segundo de Hungría en el 69: entrando en carrera y desde cerca de la portería, el capitan Sarosi fusila al arquero italiano, reduciendo las diferencias entre los equipos.
 
Pero aquella final era de Italia. Les iba demasiado en ello como para dejarse remontar, y apretaron para conseguir un nuevo tanto que les diera la tranquilidad definitiva. Y lo consiguieron, por medio de su gran goleador en este mundial, Silvio Piola. El delantero de la Lazio, que fue quien inició la jugada, remató de primeras desde el punto del penalti un pase atrás de su compañero Biavati para poner el 4-2 final y permitir respirar tranquilos a todos los italianos (y especialmente a los jugadores y sus familias). Cuando el árbitro francés Capdeville pitó el final del encuentro, la euforia se despertó entre los seguidores de la "azzurra", que acababan de conseguir una proeza aún no repetida: ganar dos mundiales seguidos y el oro olímpico en los Juegos celebrados entre ambos.

 El histórico capitán italiano Giuseppe Meazza recoge la copa de manos de Albert Lebrun, presidente francés

Las muestras de júbilo de los italianos contrastaba con la decepción de los húngaros, los cuales no eran ajenos a la amenaza con la que habían saltado al césped sus rivales. Tiempo después Antal Szabo, portero de Hungría, hizo las siguientes manifestaciones: "Nunca me sentí tan feliz tras perder un partido. Con los cuatro goles que me hicieron salvé la vida de once seres humanos". Ante palabras como estas, es inevitable plantearse si los húngaros hicieron un favor a sus rivales o si realmente intentaron ganar el partido. En principio podríamos pensar que no, dado que es innegable que los húngaros lucharon y que el propio Szabo realizó paradas de verdadero mérito a lo largo del encuentro. No obstante, me atrevería a decir que semejante situación tuvo que afectar, aunque fuera escasamente o en momentos puntuales, a la mentalidad de un equipo húngaro que había ido a Francia a jugar al fútbol, no a ser jueces/verdugos de sus rivales.

Italia tuvo su segundo mundial, y Mussolini un nuevo éxito deportivo del que vanagloriarse. Obviamente, ningún jugador de aquella Italia fue juzgado ni condenado, sino que se convirtieron (algunos por segunda vez) en héroes nacionales. Su técnico, Vittorio Pozzo, fue agasajado por el régimen y mantuvo su cargo diez años más, despidiéndose del banquillo de la "azzurra" en 1948, sin haber podido defender su título de campeón en 1942 por el estallido de la Segunda Guerra Mundial (lo hizo en 1950, con un equipo totalmente transformado y fracasando en primera fase). En la versión oficial del régimen, el famoso telegrama nunca existió, y Pozzo murió sin haber reconocido públicamente la amenaza recibida. 



FICHA TÉCNICA DEL PARTIDO

ITALIA: Olivieri, Foni, Rava, Serantoni, Andreolo, Locatelli, Biavati, Meazza, Piola, Ferrari, Colaussi.

HUNGRÍA: Szabo, Polgár, Bíró, Szalai, Szücs, Lazár, Sas, Vincze, Sárosi, Zsengellér y Titkos.

GOLES: 1-O Colaussi (6'); 1-1 Titkos (8'); 2-1 Piola (16'); 3-1 Colaussi (35'); 3-2 Sárosi (69'); 4-2 Piola (82').

ESTADIO: Olympique de Colombes (París, Francia).

ÁRBITRO: Capdeville (Francia).

TAMBIÉN PASÓ UN 19 DE JUNIO

SUECIA 1958: Brasil se imponía con sufrimiento a País de Gales en los cuartos de final por 1-0. ¿El goleador? Un tal Edson Arantes do Nascimento, Pelé. Fue el primer tanto conseguido por el astro brasileño en un mundial.


ALEMANIA 1974: La inolvidable Polonia de los Tomazewsi, Deyna, Zmuda, Lato, Szamarch y compañía se imponía por un contundente 7-0 a la selección de Haití, en la primera fase de grupos del mundial. Szamarch en tres ocasiones, Lato en dos, Deyna y Gorgon fueron los autores de los tantos.




sábado, 21 de junio de 2014

HISTORIA DE LOS MUNDIALES: 18-VI- 1986, CUANDO "LA FURIA" HIZO EXPLOTAR "LA DINAMITA"

He de reconocer que, cuando ideé este proyecto sobre la historia de los mundiales, uno de los partidos que más ilusión tenía de comentar era el que nos ocupa hoy: el 5-1 de España a Dinamarca en México 86. Seguramente, a los más jóvenes no os dirá demasiado este encuentro: al fin y al cabo, habéis crecido viendo a la selección ganar dos eurocopas y un mundial, México 86 os pilla un poco lejos y después de todo aquel año fuimos eliminados en la siguiente ronda. Pero los que tenemos treintaytantos o más no fuimos tan afortunados en títulos en aquella época, y construímos nuestro orgullo en la selección en torno a dos partidos que se convirtieron casi en un mito: el archifamoso 12-1 a Malta del 83 y esta inesperada goleada a los daneses en octavos de final, en la que sigue siendo la victoria más contundente de España en un campeonato del mundo.

La actuación española tuvo todo lo necesario para que alcanzara la categoría de leyenda: el equipo jugó bien, se sacrificó en lo físico, estuvo inteligente en lo táctico, remontó un gol en contra y fue ambicioso con el marcador a favor. Además contó con la aparición de un héroe indiscutible, que disputó seguramente el mejor partido de su carrera y que alcanzó sus máximas cotas de popularidad tras los cuatro goles que consiguió: hablo de Emilio Butragueño, el histórico delantero del Real Madrid que apareció, marcó y desequilibró siempre que fue necesario, destrozando a la defensa de Dinamarca.

El héroe indiscutible de aquel día: Emilio Butragueño

Una Dinamarca que, por cierto, no era ninguna perita en dulce. Conocido como "La dinamita roja", los daneses contaban con un ramillete de magníficos jugadores, que formaron parte de lo más destacado del fútbol europeo de los 80. Entre ellos sobresalían cuatro nombres: el líbero Morten Olsen, eterno capitán del equipo; el centrocampista Soren Lerby, un jugador completísimo que luchaba, creaba y se incorporaba al ataque con peligro; y en ataques dos extraordinarias figuras como Michael Laudrup y Preben Elkjaer Larsen. De estos dos futbolistas sinceramente creo prefiero dejaros estos vídeos a comentar sus habilidades. Si no los conocéis juzgar por vosotros mismos, y si los conocéis disfrutar de ellos una vez más.



Con estas estrellas y algunos jugadores más de nivel (como Jesper Olsen, Frank Arnessen, Erikssen o el central Nielsen), Dinamarca había arrasado en la primera fase, venciendo en los tres partidos (sólo lo habían conseguido ella y Brasil): 1-0 a Escocia, 6-1 a Uruguay (tres goles de Elkjaer y otro magnífico de Laudrup, regateando hasta a su propia sombra) y un 2-0 sobre Alemania, uno de los "cocos" del torneo. Con tales credenciales, se les consideraba ya uno de los candidatos a ganar el mundial.

España, por su parte, no lo había hecho nada mal, pero el currículum no era tan brillante: había perdido el primer partido ante Brasil por 1-0, en un duelo que ha pasado a la historia al no conceder como gol el árbitro un chut de Míchel que botó dentro de la portería; se había repuesto ganando 2-1 a Irlanda del Norte, con tantos de Butragueño y Julio Salinas; y finalmente había resuelto con comodidad ante Argelia por 3-0, con Calderé como bigoleador y Eloy rematando el resultado.

 El famoso "gol de Míchel" ante Brasil. La imagen muestra claramente que la pelota entró

Era una época en la que los nuestros no se dedicaban precisamente al tiki-taka, sino que tenían un estilo más agresivo y directo. De hecho, se nos conocía como "La furia", y muchos de los jugadores escogidos por el seleccionador Miguel Muñoz estaban más cerca de un estilo batallador que de un perfil técnico. El portero indiscutible era Zubizarreta, que acababa de formalizar su fichaje por el Barcelona. En defensa, los laterales eran rápidos, resistentes y agresivos, con Tomás Reñones en la derecha, y Gordillo y Julio Alberto como opciones principales para la izquierda; Camacho solía tener como función marcar al hombre a la estrella rival, y el centro de la defensa era para el contundente Goicoechea y un líbero con calidad para sacar el balón jugado (Maceda o Gallego).

La media combinaba jugadores técnicos pero que aportaban trabajo, como Míchel, Francisco o Señor, con auténticos pulmones como Víctor y Calderé, que también tenían llegada. Y en ataque, la apuesta era clara: Julio Salinas para bajar balones, abrir huecos y pegarse con los defensas, y Butragueño con el papel de inventar y decidir. Para las segundas partes, Muñoz solía optar por el joven Eloy como opción de refresco, por delante de otros jugadores más experimentados como Hipólito Rincón o el "lobo" Carrasco.

 El líbero Antonio Maceda estaba destinado a ser clave en el equipo, pero una lesión lo impidió

Sin embargo, estos nombres y estas virtudes, no parecían suficientes para doblegar a la maquinaría danesa, que hasta entonces se había mostrado implacable. Ateniéndonos a la fase de grupos, los daneses parecían favoritos. Y las circunstancias que rodearon el partido no parecían ayudar a los nuestros: había malestar entre los jugadores por desacuerdos con la federación al respecto de las primas; el técnico no mantenía buena relación con una parte de la prensa; dos de los mejores jugadores, Maceda y Gordillo, no estaban disponibles por lesión; y se había creado polémica en torno a un presunto positivo por dopaje de Calderé en el encuentro anterior, del que fue absuelto. La euforia y optimismo de los "vikingos" contrastaba con el malestar de los nuestros.

Sabedor de la superioridad técnica mostrada por los daneses, y teniendo en cuenta el sofocante calor bajo el que se estaba disputando el campeonato, Muñoz decidió plantear un enfoque algo diferente al duelo anterior frente a Argelia. La idea era anteponer la presión y el físico por encima de la técnica, de ahí que prescindiera  de Francisco, su cerebro en los tres primeros partidos, para blindar con Víctor y Calderé el centro del campo, con Míchel como hombre más creativo. Las bandas quedaban para dos laterales largos, Tomás y Julio Alberto. A Camacho lo emparejó con el potentísimo Elkjaer, y Gallego tenía la doble misión de hacer de líbero y echar una mano en la creación del juego cuando fuera necesario. La idea era defender bien, y lanzar rápido en largo hacia Butragueño y Salinas, que debían bajar los balones y esperar el apoyo de los centrocampistas (y de un Julio Alberto que casi ejerció más de medio que de zaguero).

 Alineación de España ante Dinamarca

El guión se cumplió matemáticamente durante la primera media hora: Dinamarca tuvo más posesión de balón, y España aguantó en defensa sólo con apuros puntuales. Más que la actuación de nuestra zaga preocupaba la situación de los delanteros, lo cuales recibían pelotazos en los que solían tener las de perder. En cambio, los daneses siempre sacaban el balón jugado, algo de lo que se apercibieron los españoles que empezaron a situarse cerca del área en sus saques de puerta.

Todo el castillo que tan costosamente estaba construyendo España estuvo a punto de desmoronarse en el minuto 32: en una brillante combinación de los jugadores daneses, Elkjaer asistió a Lerby, que llegaba desde atrás en una de sus típicas arrancadas. El jugador del Bayern fue derribado por Gallego nada más entrar en el área, y el árbitro no dudó en indicar el penalti. Un experto lanzador como Jesper Olsen se hizo responsable de transformarlo con facilidad ante Zubizarreta, al que nunca se le dio demasiado bien lo de parar penas máximas.

Michael Laudrup fue vigilado de cerca aquel día. Aquí, Gallego y Camacho le cierran el paso

Con el marcador en contra, España se vio obligada a mover ficha, y adelantó algo sus líneas. Dinamarca seguía intentando controlar el balón y jugarlo siempre. Siempre. Pasara lo que pasara. España entendió que una de las claves para hacer daño partía de presionar más arriba, y empezó a hacerlo con más frecuencia. ¿El resultado? Primero, una buena ocasión saldada con un disparo de Julio Alberto muy cerca de la porteria que se marchó desviado; segundo, provocar una horrorosa cesión de Jesper Olsen sin mirar, que fue aprovechada por el astuto Butragueño para adelantarse a todos los defensas en el área y marcar su primer tanto de la noche definiendo con precisión. 1-1, minuto 43.

El tanto de la igualada tiene un efecto demoledor en los daneses, que empiezan a jugar mucho más nerviosos, y supone un auténtico balón de oxígeno para España, un ejemplo inmejorable de lo que se llama gol psicológico. En medio de esta situación, se llega al descanso, en el que España realizará un cambio que ayudará a mejorar al equipo: Julio Salinas deja su sitio a Eloy, un jugador que por su velocidad y habilidad parece tener las virtudes adecuadas para un partido como el que se está disputando.

 La lucha de Calderé en el centro del campo fue de gran importancia para el equipo español

A pesar de que España parece más fresca física y psicológicamente, Dinamarca tiene hasta tres buenas oportunidades para volver a adelantarse en el marcador. La primera en un tiro de Bergreen, que se va fuera; la segunda, en las botas de Elkjaer, quien tras una magnífica jugada individual dispara raso, salvando la situación Zubizarreta con una gran parada; y la tercera, de nuevo para Elkjaer Larsen quien recibe dentro del área pero remata a las nubes. La falta de eficacia del ariete rival aquel día fue una ayuda inestimable para los españoles.

Quien no falló fue Butragueño, que hizo el segundo en el minuto 56 en una jugada ensayada. Un córner sacado por Víctor lo toca Camacho en el primer palo, y es remachado por el Buitre en el segundo también de cabeza. El vuelco al partido se ha producido, y a partir de entonces se constatará el hundimiento de Dinamarca y el ascenso vertiginoso de una selección española repleta de fe en si misma.

 Momento en el que Butragueño marca, de cabeza, su segundo gol del partido

Desesperado, el técnico Sepp Piontek se lanza al ataque metiendo en el campo a Eriksen en lugar del defensa Andersen. Pero tener más delanteros no implica crear más ocasiones: con un pressing asfixiante en el centro del campo, España cada vez ahoga más a un rival al cual le está pasando factura el calor y el cansancio. Mientras Víctor, Calderé y Julio Alberto (e incluso Míchel) siguen corriendo incansables, la estrella danesa Lerby apenas entra en juego. El nerviosismo invade a los "vikingos", que ven como España está a punto de marcar el tercero en el 65, cuando Butragueño roba un balón y lo cede con maestría para que Míchel remate, desviando su disparo el guardameta Hogh. Dio igual, solo hubo que esperar tres minutos más: tras un nuevo balón en profundidad de Míchel para Butragueño, el delantero se escapa por velocidad de Morten Olsen y el líbero no tiene más remedio que derribarlo dentro del área. El claro penalti lo transforma con un auténtico obús Goicoechea.

El declive danés sigue frente a una España que ya no sólo se permite presionar y salir al contragolpe, sino que intenta mover el balón con criterio, controlando el juego. El último cartucho danés lo hace explotar Elkjaer en el 77, pero de nuevo Zubizarreta impide el gol con una rápida salida. Apenas tres minutos más tarde, España destroza el partido con un contragolpe de libro: Míchel vuelve a poner un balón preciso en profundidad al desmarque de Eloy, quien ve a Butragueño solo en el segundo palo y mete el pase de la muerte para que el Buitre la empuje a placer. Los eufóricos abrazos de los jugadores con los miembros del banquillo español denotan que dan el partido por sentenciado.

Elkjaer lo intentó varias veces, pero los defensas españoles y Zubizarreta le impidieron marcar

Tras el cuarto tanto, Dinamarca, baja los brazos, sabiendo que todo está perdido. Miguel Muñoz también lo ve así, y saca del campo a un Míchel que ha realizado un partido magnífico para sacar a Francisco. Sin embargo, Butragueño tiene ganas de más: ya en el minuto 90 recibe un nuevo balón en el área, y tras un magnífico regate es claramente derribado. El penalti lo señala el holandés Keizer, y los jugadores españoles le piden al propio Butragueño que asuma la responsabilidad, sabedores de que puede conseguir la Bota de Oro del mundial. El jugador del Real Madrid define con calidad, poniendo el definitivo 5-1 en el marcador.

 Portada de MARCA del 19 de junio de 1986. Obviamente, Butragueño es el protagonista

El impacto del resultado es enorme, y la visión del nivel de España sufre un cambio radical. La "Furia" se convierte automáticamente en uno de los rivales menos deseados del campeonato, debido a su fortaleza mental, su enorme resistencia física a pesar de las asfixiantes condiciones ambientales y la calidad de ese delantero matador que ya acumula 5 tantos en 4 encuentros. Las críticas a Muñoz y a algunas de sus decisiones quedan en un segundo plano, ante la posibilidad de que España se cuele entre los mejores. El propio entrenador no pone techo a los suyos: "¿Por qué no seguir la racha? Mis jugadores han estado a la altura de Dinamarca y de lo que nos echen".

Lamentablemente, las enormes expectativas generadas duraron solo cuatro días: toda la magia y fortuna que nos acompañó en el choque contra los daneses se desvaneció en el encuentro de cuartos de final contra Bélgica: pese a ser muy superior, sobre todo a partir del segundo tiempo, España sólo pudo empatar a uno al final del tiempo reglamentario, resultado que se mantuvo tras la prórroga. En los penaltis, la historia es sobradamente conocida: Eloy Olaya falló el segundo lanzamiento, mientras los belgas anotaban sus cinco disparos y nos dejaban fuera del mundial. Cuenta la leyenda que cuando Salvador Bilardo, entrenador de Argentina, regresó a la concentración de su selección tras ver el partido, les dijo a sus jugadores las siguientes palabras: "Muchachos, tranquilos, prepárense porque España ha perdido, ya estamos en la final".


FICHA TÉCNICA DEL PARTIDO

ESPAÑA: Zubizarreta, Tomás, Camacho, Gallego, Goicoechea, Julio Alberto, Víctor, Míchel (Francisco 84'), Calderé, Julio Salinas (Eloy 46') Butragueño.

DINAMARCA: Hogh, Busk, Morten Olsen, Nielsen, Andersen (Erikssen 60'), Bergreen, Bertelsen, Jesper Olsen (Molby 71'), Lerby, Michael Laudrup, Elkjaer Larsen.

GOLES: 0-1 Jesper Olsen (33'); 1-1 Butragueño (43'); 2-1 Butragueño (56'); 3-1 Goicoechea (68'); 4-1 Butragueño (80'); 5-1 Butragueño (90').

ÁRBITRO: Keizer (Holanda)

ESTADIO: La Corregidora (Queretaro, México)


TAMBIÉN OCURRIÓ UN 18 DE JUNIO

ALEMANIA 1974: Yugoslavia obtenía un espectacular 9-0 en la primera ronda frente a la mediocre selección del Zaire, representante en aquel mundial del continente africano. Bajevic fue el autor de tres de los goles de un equipo yugoslavo que acabaría lider de su grupo.


COREA-JAPÓN 2002: La selección de Corea del Sur eliminaba al potente equipo italiano en los octavos de final, gracias entre otras cosas a dos tantos anulados por el árbitro a la "azzurra". Vieri adelantó a los suyos, Ki Hyeon Seol empató en el 88, y el gol de oro definitivo lo consiguió de cabeza Jung Hwan Ahn en el 117.




martes, 17 de junio de 2014

HISTORIA DE LOS MUNDIALES: 17-VI-1970, CUANDO SE JUGÓ EL PARTIDO DEL SIGLO

A ninguno nos extraña la expresión "Partido del siglo". La hemos oído muchas veces, sobre todo aquí en España cada vez que Barcelona y Real Madrid se enfrentan con algo en juego. Pero la realidad es que ni catalanes ni madrileños inventaron esta expresión, y que a nivel internacional existe cierto consenso a la hora de aplicar este término a un encuentro que nada tiene que ver con nuestros dos colosos: me estoy refiriendo a la semifinal del mundial 70 disputada por Italia y la República Federal de Alemania, que finalizó con 4-3 en el marcador.

 Placa conmemorativa del llamado "Partido del siglo" en el estadio azteca

Supongo que la mayoría habéis visto el partido. En caso de no ser así, os recomiendo que aprovechéis el enlace que os dejo más abajo y que lo veáis cuando tengáis un rato. Asistiréis a un espectáculo repleto de emoción, tensión, ocasiones, goles y dramatismo, especialmente en la media hora de la prórroga, considerada junto con la disputada por Francia y la RFA en el 82 como la mejor de todos los tiempos. Italia se llevó el gato al agua, pero aquella tarde sobre el césped del estadio azteca de Ciudad de México ambos equipos se hicieron un hueco en la historia de este deporte.

No hay mucho más que contar sobre la RFA en el mundial 70, puesto que fue protagonista de la entrada que hice el 14 de junio, pero no cuesta nada dedicar unas líneas a aquella selección italiana de excelente nivel. Y es que estamos hablando del equipo que llegó a México 70 como campeon de Europa, título que había alcanzado en 1968 al derrotar en la final a Yugoslavia. En su línea tradicional, sus planteamientos no eran excesivamente ofensivos, pero tenían pegada cuando se lanzaban al ataque y solían encajar pocos goles. Sus estrellas principales eran los zagueros Burgnich y Facchetti (los dos del Inter), los centrocampistas ofensivos Rivera (Milán) y Mazzola (Inter), que protagonizaban una intensa rivalidad por un puesto en el equipo titular, y los delanteros Gigi Riva (Cagliari) y Boninsegna (Inter). Un auténtico equipazo al que sólo una gran Brasil, quizás la mejor de la historia, pudo alejar del título.

 Gianni Rivera, legendario jugador del mundial y de la selección italiana, Balón de Oro en el 69

No obstante, su camino hasta las semifinales no había sido todo lo brillante que se esperaba. Sus tres partidos de la primera fase se solucionaron con resultados bastante pobres, protagonizados por un equipo más pendiente de defender que de atacar; debido a ello, Italia sólo anotó un gol, el de la victoria frente a Suecia, saldando los otros dos encuentros ante Uruguay e Israel con dos empates a cero. Mejor le fue en el partido de cuartos ante México, en el cual remontaron el tanto inicial de los anfitriones para acabar imponiéndose por 4-1 con goles de Riva (2), Rivera y de Pena en propia meta.

Para el encuentro contra los alemanes, el técnico Ferruccio Valcareggi optó por la misma alineación y sistema que tan buen resultado le dio contra los mexicanos: Albertosi en la portería; Burgnich, Facchetti, Cera, Rosato en defensa; Bertini, Mazzola y De Sisti en la media; y Riva, Domenghini y Boninsegna como atacantes. Los alemanes, por su parte, si que realizaron cambios respecto a la victoria frente a Inglaterra, destacando la presencia en el equipo de Grabowski, el futbolista del Eintracht de Frankfurt que había sido vital en cuartos. También Schultz y Patzke entraron en la defensa reemplazando a Hoettges y Fichtel. En general era difícil pronosticar un favorito, aunque se especulaba con un factor que podía ser importante: el esfuerzo extra que había supuesto para los alemanes jugar la prórroga ante Inglaterra.

 El saludo previo entre los dos capitanes, Uwe Seeler y Facchetti. El partido está a punto de empezar

El partido se rompió al poco de empezar gracias a un gol de Italia a los 7 minutos. Su autor fue el delantero Roberto Boninsegna, con un fuerte disparo desde fuera del área. El tanto puso el partido para el escenario favorito de los italianos: defensa sólida y firme, dejar el dominio territorial al adversario e intentar sentenciar a la contra. Los alemanes, de nuevo se veían obligados a tomar la iniciativa. Y lo hicieron.

Roberto Boninsegna celebra eufórico su gol

No fueron pocas las ocasiones que tuvieron en esa primera parte: Gerd Müller desperdició un par de remates, Albertosi se lució ante un potente disparo de Grabowski, y se pidió un posible penalti a Beckenbauer. Italia esperaba, y de vez en cuando asustaba, teniendo su mejor opción con un tiro libre indirecto desde dentro del área grande que desperdició Mazzola. Precisamente el crack de Inter fue sustituido en el descanso por la figura del Milán Gianni Rivera, un cambio que ya había realizado Valcareggi ante México con buenos resultados.

En el segundo tiempo Alemania intensifica su dominio. Los germanos acosan la porteria italiana, y tienen en el veterano Uwe Seeler su rematador más activo y peligroso. También el creativo centrocampista Overath tiene un par de buenas ocasiones, primero con un tiro desviado y luego con un remate desde el corazón del área que se acaba estrellando en el larguero. Movido por la ambición de la remontada, el técnico alemán Helmut Schoen agota pronto sus dos cambios, al sustituir al inoperante Loehr por Libuda, y al defensa Patzke por el centrocampista ofensivo Held. Schoen busca en los cambios un desequilibrio que en ocasiones está generando precisamente el cambio rival: Gianni Rivera está siendo el conductor de los contrataques italianos, y su jugador más peligroso en los primeros compases de la segunda parte.

Sin embargo, el hecho de que Alemania agotara sus cambios desemboacaría en una de las situaciones más heroicas e inolvidables del encuentro: en torno al minuto 70, Beckenbauer realiza una más de sus espectaculares arrancadas desde la defensa, y es derribado sin miramientos al borde del área. Los jugadores alemanes protestan indignados lo que ellos consideran penalti, sin darse cuenta de que se les plantea un nuevo problema: Beckenbauer se ha lesionado al caer y ya no hay opción de sustituirle. Haciendo de tripas corazón, el "kaiser" recibe una cura rudimentaria y vuelve a saltar al campo con el brazo en cabestrillo, para no dejar a su equipo en inferioridad numérica. Sin duda, una de las estampas más famosas de la historia de la copa del mundo.

 Beckenbauer dio toda una lección de sacrificio al seguir jugando lesionado

Los últimos minutos del tiempo reglamentario son intensísimos, de gran emoción: Alemania saca lo que le queda dentro y repetidamente asedia la porteria de Albertosi, con Seeler de nuevo al mando. El delantero del Hamburgo es objeto de un claro penalti que el árbitro no señala, y realiza un espectacular remate de cabeza que el guardameta italiano salva con una mano prodigiosa. Albertosi se ha mostrado a lo largo del partido capaz de todo, realizando paradas de mucho mérito pero siendo peligrosamente inseguro con el balón en los pies o cuando tiene que salir del marco.

Finalmente, del córner provocado por Seeler, surge el empate en el 92: un nuevo centro del peligroso Grabowski alcanza la frontal del área pequeña, ningún italiano sale al cruce, el portero no se decide, y tal oportunidad no la desaprovecha el central Schnellinger, que envia el balón a la red. La desesperación italiana contrasta con la euforia alemana y de los aficionados mexicanos presentes en el estadio, deseosos de vengar la eliminación de los suyos a manos de la "azzurra". El árbitro pitará el final un minuto más tarde, dando paso a una prórroga inolvidable.

 Momento en el que Schnellinger consigue el ansiado empate a uno

En el tiempo extra, Gerd Müller sustituye a Seeler como protagonista del ataque alemán. Primero, con un fenomenal remate de cabeza que Albertosi despeja a córner. En el saque de esquina, el balón queda suelto en el área, Albertosi y el recién salido Poletti no se ponen de acuerdo en quien va a por él y el ariete del Bayern de Munich muestra su oportunismo. 2-1 para Alemania en el minuto 95, parece que una nueva remontada esta en camino.

Verse por detrás en el marcador obliga a los italianos a hacer algo que no les gusta demasiado: llevar la iniciativa. Y sin embargo, no sólo son capaces de hacerlo, sino que además lo hacen con una eficacia demoledora: es ahora cuando surge la mejor Italia, capaz de remontar el choque en menos de diez minutos. Primero es el defensa Burgnich quien marca, tras rematar un balón suelto después de que los alemanes no acierten a despejar un balón colgado al área; después es el gran Gigi Riva, el peligroso delantero del Cagliari, quien anota tras recibir un pase en profundidad, romperle la cintura a Schnellinger y cruzar el balón lejos del alcance de Maier. Finaliza la primera parte de la prórroga e Italia vuelve a estar por delante, frente a un rival casi agotado y en el que uno de sus jugadores ha de llevar un brazo sujeto al cuerpo.

Pero ya lo dije en la entrada del día 14: Alemania NUNCA se rinde. Los germanos siempre aprovechan hasta la última bala que tengan en el cargador, y aquel día aún les quedaba una. Tras otro córner provocado por otro remate de Seeler que desvía Albertosi, el balón vuelve centrado a la cabeza del veterano  ariete, que esta vez en lugar de rematar la coloca en la frontal de la pequeña; allí Albertosi vuelve a dudar y Müller hace su segundo gol. Minuto 110, 3-3.

 Müller mostró sus recursos cara a puerta al anotar dos goles

Italia debía responder con contundencia para evitar que se le escapara el partido, y vaya si lo hizo. Su reacción fue tan fulgurante que los jugadores alemanes no llegaron a tocar el balón desde el saque de centro hasta que la "azzurra" consiguió el cuarto gol. Un pase en profundidad de Facchetti buscando el desmarque de Boninsegna dejó al atacante con la pelota cerca de la portería; en vez de rematar buscó el pase atrás para que Rivera, que venía lanzado, anotara su gol más importante con la selección de un disparo raso. El 4-3 que acabaría por ser definitivo subía al marcador.

Este tercer jarro de agua fría es ya demasiado para Alemania, que ahora sí se muestra incapaz de conseguir una nueva igualada. Sus últimos intentos son estériles, quedando para el recuerdo la conmovedora imagen de un Beckenbauer agotado y mermado físicamente persiguiendo con lo que le queda a los jugadores italianos, que a la mínima que pueden duermen el balón. Sin más novedad y ante el delirio de los aficionados transalpinos, el árbitro señala el final del partido. El tanto de Rivera conduce a lo suyos a la final, en la cual... Bueno, hicieron lo que pudieron ante Pelé y compañía (probablemente Alemania no hubiera hecho mucho más).

 Albertosi vuela para despejar un remate alemán. El portero del Cagliari tuvo intervenciones de mérito

Aún hoy, la leyenda de este mítico partido persigue a todos los que formaron parte de él. Sus 120 minutos, y muy especialmente los 30 últimos, forman parte de los momentos de oro de la historia de los mundiales de fútbol. Las contras italianas, las ocasiones alemanas, la lesión de Beckenbauer, el abarrotado estadio, el gol al límite del tiempo de Schnellinger, los dos tantos de Müller y las reacciones italianas en el tiempo añadido configuraron una auténtica obra de arte a la cual los años no han restado belleza. ¿Tendremos en Brasil 2014 algún partido eliminatorio de este nivel? Seguramente no, pero tampoco pedimos tanto. Con que fueran la mitad de emocionantes yo creo que nos conformaríamos.




FICHA TÉCNICA DEL PARTIDO

ITALIA: Albertosi, Burgnich, Facchetti, Cera, Rosato (Poletti 91'), Bertini, Mazzola (Rivera 46'), De Sisti, Domenghini, Boninsegna, Riva
ALEMANIA FEDERAL: Maier, Schnellinger, Beckenbauer, Schultz, Vogts, Patzke (Held 66'), Overath, Grabowski, Loehr (Libuda 53'), Gerd Müller, Seeler

GOLES: 1-0 Boninsegna (7'); 1-1 Schnellinger (90); 1-2 Gerd Müller (95'); 2-2 Burgnich (99'); 3-2 Riva (103'); 3-3 Gerd Müller (110'); 4-3 Rivera (113')

ÁRBITRO: Yamasaki (México)

ESTADIO: Azteca (Ciudad de México, México)

TAMBIÉN OCURRIÓ UN 17 DE JUNIO

CHILE 1962: Brasil se proclamaba campeona por segunda vez en su historia, al imponerse a Checoslovaquia por 3-1. Los europeos se adelantaron en el marcador por medio de Masopust, pero Amarildo (sustituto del lesionado Pelé en el equipo titular) empató rápidamente. Ya en la segunda parte, Zito y Vavá corrobaron la victoria "canarinha". Mauro fue el encargado de recoger la copa y Garrincha fue reconocido como el jugador más desequilibrante de esta edición de la copa del mundo.


COREA-JAPÓN 2002: La selección de Estados Unidos hacía historia al acceder a los cuartos de final del mundial, derrotando a México por 2-0. McBride y Donovan marcaron para los estadounidenses, que verían su racha truncada por los alemanes en el siguiente encuentro.



lunes, 16 de junio de 2014

HISTORIA DE LOS MUNDIALES: 16-VI-1938, CUANDO LA ARROGANCIA CONDENÓ A BRASIL

Tercera entrega de mi ciclo sobre la historia de los mundiales, y en esta ocasión los protagonistas son dos de las selecciones con más tradición y títulos de la historia del fútbol: Italia y Brasil. Ambos equipos han protagonizado muchos partidos históricos, y hoy recupero uno de los más llamativos: el choque que les enfrentó en las semifinales de  Francia 38, ni más ni menos que la primera vez que estos dos colosos del deporte rey se veían las caras en un mundial.

Obviamente, la Copa del Mundo de entonces tenía poco que ver con la que estamos presenciando hoy día. La televisión era un invento de pañales y los partidos no eran retransmitidos; los salarios de las estrellas del torneo eran irrisorios comparados con los actuales; únicamente competían 16 selecciones y se hacía por el formato de eliminación directa, lo que suponía que un mal primer partido y te ibas a casa; y además, algunos de los mejores equipos del planeta no compitieron en el torneo (Uruguay como venganza por el desprecio europeo a su mundial de 1930, España por estar en plena Guerra Civil, Argentina como protesta por que el mundial volviese a ser en Europa, Inglaterra por no formar parte de la FIFA, y Austria por haber sido anexionada meses antes por Alemania, dentro de los planes de expansión europea de Hitler).

 Luís Regueiro: una de las estrellas españolas que se perdió el mundial por la Guerra Civil Española

Pero sí que había dos cosas que por entonces ya eran una realidad y que se han mantenido más o menos invariables durante décadas: la primera, que Brasil era una gran selección, repleta de futbolistas talentosos y con una gran tendencia a las alegrias ofensivas; la segunda, que Italia era una gran selección, caracterizada por un espíritu combativo, una gran disciplina táctica y un ataque titular repleto de gol y talento. Las señas de identidad que casi siempre han caracterizado a estos dos equipos (quizás sea precisamente en el mundial actual en el que ninguna de las dos se parece a lo que siempre han sido) ya eran visibles en 1938.

Italia, además, era la vigente campeona, después de haber conquistado el título en el mundial celebrado en su propio país en 1934, en lo que había sido una auténtica exhibición política del fascismo de Mussollini y un recital de ayudas arbitrales cada vez que la cosa se complicaba para los anfitriones. Casi todo el equipo había sido renovado, pero el entrenador Vittorio Pozzo seguía al frente, así como los constructores del juego en el medio campo, Ferrari y Giusseppe Meazza. Junto a ellos, destacaba el papel en defensa de Rava y de los jóvenes delanteros Colaussi y Piola (especialmente de este último, uno de los goleadores más destacados del momento).

Giussepe Meazza cuajó en Francia 38 su segundo gran mundial

Con estos mimbres, Italia alcanzó las semifinales tras dos partidos con luces y sombras, o sombras y luces para ser más exactos: en octavos, los transalpinos sufrieron mucho para superar por 2-1 a Noruega, consiguiendo el gol definitivo en la prórroga por medio de Piola; en cuartos, en cambio, Italia mostró una gran imagen, imponiéndose a la hostilidad del público y a los anfitriones franceses por 3-1. De nuevo Piola, esta vez con dos tantos, fue decisivo, bien acompañado por la calidad de Meazza y por Colaussi, autor del otro gol italiano.

Brasil, por su parte, se situó entre los cuatro mejores con más sufrimiento del esperado. Primero fue Polonia quien puso a la "canarinha" en dificultades, en un espectacular encuentro que acabó 6-5 tras una prórroga. Posteriormente, los brasileños necesitaron un partido de desempate para eliminar a Checoslovaquia, al acabar el primer duelo con 1-1 tras 120 minutos; en el segundo encuentro, disputado dos días después, Brasil llevó a cabo la primera rotación masiva de la historia del fútbol, al salir con nada menos que nueve novedades en la alineación (a lo Irureta en sus mejores tiempos del Super Depor). El experimento fue satisfactorio y los sudamericanos se impusieron 2-1 a la dura selección checoslovaca (finalista cuatro años antes).

Seguramente motivado por ese éxito, el seleccionador brasileño Ademar Pimenta tomó una decisión de cara al partido de semifinales contra Italia que hoy día es recordada como una de las mayores meteduras de pata de la historia de los mundiales: convencido del triunfo de su equipo ante una selección a la que consideraba inferior, el técnico continuó con las rotaciones y dejó fuera del once titular a dos delanteros que deberían haber salido al campo: Tim, que venía de hacer un buen partido ante los checos, y Leônidas, "El diamante negro".

 La máxima estrella de aquel mundial: Leônidas da Silva

Especialmente controvertida fue la ausencia de este último, figura del Flamengo y primer crack de Brasil que deslumbraba en la disputa de un mundial. Hasta el momento, Leônidas estaba siendo la estrella del campeonato, y había logrado ya seis tantos en los tres encuentros que había disputado; por marcar, hasta había marcado un gol descalzo ante Polonia, mientras los utilleros le arreglaban una bota. Pimenta creyó que Leônidas, único jugador de campo brasileño que había sido titular en los tes partidos jugados, necesitaba descansar para estar fresco de cara a la final (final a la que AÚN NO SE HABÍAN CLASIFICADO), y no lo sacó frente a los italianos. El desastroso resultado posterior hizo que la historia del fútbol recuerde a este entrenador por esta arriesgada y nefasta decisión.

 Leônidas a punto de marcar uno de sus tres goles a Polonia. "El diamante negro" goleó en todos los partidos que jugó

Vitorio Pozzo, en cambio, no se andó con tonterías y sacó lo mejor de su artillería. Las premisas eran claras: ante los artistas brasileños, Italia confiaba en la solidez defensiva de los zagueros Foni y Rava, así como de la experiencia y calidad de Meazza en el centro del campo. Los italianos sabían que tenían que ser firmes atrás y prácticos cuando los brasileños dieran alguan facilidad; tenían la lección bien aprendida y lo demostraron cuando saltaron al campo del Velodrome de Marsella, escenario de aquella semifinal.

Tras una primera parte disputada pero sin que se moviera el marcador, Italia dio un puñetazo sobre la mesa en el primer cuarto de hora del segundo tiempo, anotando dos goles. El primero de ellos en el 51 obra de Colaussi, el extremo de la Triestina, que remató junto al palo un centro realizado por Biavati; el segundo, nueve minutos más tarde conseguido gracias a la transformación por parte del gran Meazza de un penalty cometido sobre Silvio Piola. El delantero de la Lazio no consiguió anotar en este encuentro, pero fue una pesadilla para la defensa brasileña, especialmente para su marcador Domingos.

 Silvio Piola ante los defensas brasileños. El delantero italiano no marcó,pero hizo un gran partido

Con el marcador muy adverso y privados de su máxima estrella (recordemos que en aquellos años no podían realizarse sustituciones, así que ni siquiera había opción de replanterarse el descanso de Leônidas), los brasileños intentaron recuperar el terreno perdido. Sus intentos fueron infructuosos hasta que en el minuto 87 Romeu, el atacante del Fluminense, batió a Olivieri con un disparo dentro del área. Las esperanzas brasileñas renacieron brevemente, pero todo fue en vano. Italia, con su tradicional practicidad, supo aguantar la ventaja y obtuvo el premio de disputar la gran final.

76 años más tarde, la historia que rodea a este partido sigue siendo complicada de entender. ¿Cómo pudo Pimenta reservar a sus estrellas en las semifinales de un mundial? Es cierto que el torneo estaba siendo duro, que el desgaste de los delanteros por las patadas de los defensas era muy grande, y también hay que tener en cuenta la dureza de los desplazamientos, que habían llevado a Brasil a cruzar casi toda Francia en tren dos veces en menos de una semana. Pero aún así... ¿reservar a sus mejores jugadores? ¿Se imaginan en las próximas semifinales a Scolari reservando a Neymar y Hulk, o a Sabella dando descanso a Messi y Agüero?

Tal y como se intuía, el ganador de esta semifinal se alzó con el título del torneo: en un magnífico encuentro, Italia derrotó a Hungría por 4-2, ganó con su segundo mundial y se reivindicó como la gran dominadora del fútbol internacional. Brasil, por su parte, se impuso en la final de consolación a Suecia por 2-1, conformándose con la tercera plaza. Por cierto, uno de los goles brasileños ante los suecos fue anotado por un tal Leônidas...




FICHA TÉCNICA DEL PARTIDO

ITALIA: Olivieri, Foni, Rava, Andreolo, Ferrari, Locatelli, Serantoni, Biavati, Colaussi, Meazza, Piola.
BRASIL: Walter, Domingos, Machado, Alfonsinho, Martim, Zeze Procopio, Lopes, Luisinho, Patesko, Peracio, Romeu

GOLES: 1-0 Colaussi (51'); 2-0 Meazza (60'); 2-1 (Romeu 87')

ESTADIO: Velodrome (Marsella, Francia)

TAMBIÉN PASÓ UN DIECISEIS DE JUNIO...

FRANCIA 1938: En la otra semifinal de este mismo mundial, la selección de Hungría se impuso con contundencia a Suecia, por un total de 5-1. El delantero Gyula Zsengeller fue la estrella del encuentro, al lograr tres goles para el conjunto magiar.


CHILE 1962: El equipo anfitrión se aseguraba la tercera plaza de su mundial al vencer por 1-0 a Yugoslavia con gol de Rojas. Hasta nuestros días es la mejor actuación, de largo, de la selección chilena en un mundial.


SUDÁFRICA 2010: La selección española empezaba su participación en la competición con una preocupante derrota ante Suiza. Sin hacer un partido brillante España mereció la victoria, pero la falta de acierto ante el marco contrario y el gol de Gelson llevaron a una derrota que años más tarde no pasa de ser anecdótica.