lunes, 16 de junio de 2014

HISTORIA DE LOS MUNDIALES: 16-VI-1938, CUANDO LA ARROGANCIA CONDENÓ A BRASIL

Tercera entrega de mi ciclo sobre la historia de los mundiales, y en esta ocasión los protagonistas son dos de las selecciones con más tradición y títulos de la historia del fútbol: Italia y Brasil. Ambos equipos han protagonizado muchos partidos históricos, y hoy recupero uno de los más llamativos: el choque que les enfrentó en las semifinales de  Francia 38, ni más ni menos que la primera vez que estos dos colosos del deporte rey se veían las caras en un mundial.

Obviamente, la Copa del Mundo de entonces tenía poco que ver con la que estamos presenciando hoy día. La televisión era un invento de pañales y los partidos no eran retransmitidos; los salarios de las estrellas del torneo eran irrisorios comparados con los actuales; únicamente competían 16 selecciones y se hacía por el formato de eliminación directa, lo que suponía que un mal primer partido y te ibas a casa; y además, algunos de los mejores equipos del planeta no compitieron en el torneo (Uruguay como venganza por el desprecio europeo a su mundial de 1930, España por estar en plena Guerra Civil, Argentina como protesta por que el mundial volviese a ser en Europa, Inglaterra por no formar parte de la FIFA, y Austria por haber sido anexionada meses antes por Alemania, dentro de los planes de expansión europea de Hitler).

 Luís Regueiro: una de las estrellas españolas que se perdió el mundial por la Guerra Civil Española

Pero sí que había dos cosas que por entonces ya eran una realidad y que se han mantenido más o menos invariables durante décadas: la primera, que Brasil era una gran selección, repleta de futbolistas talentosos y con una gran tendencia a las alegrias ofensivas; la segunda, que Italia era una gran selección, caracterizada por un espíritu combativo, una gran disciplina táctica y un ataque titular repleto de gol y talento. Las señas de identidad que casi siempre han caracterizado a estos dos equipos (quizás sea precisamente en el mundial actual en el que ninguna de las dos se parece a lo que siempre han sido) ya eran visibles en 1938.

Italia, además, era la vigente campeona, después de haber conquistado el título en el mundial celebrado en su propio país en 1934, en lo que había sido una auténtica exhibición política del fascismo de Mussollini y un recital de ayudas arbitrales cada vez que la cosa se complicaba para los anfitriones. Casi todo el equipo había sido renovado, pero el entrenador Vittorio Pozzo seguía al frente, así como los constructores del juego en el medio campo, Ferrari y Giusseppe Meazza. Junto a ellos, destacaba el papel en defensa de Rava y de los jóvenes delanteros Colaussi y Piola (especialmente de este último, uno de los goleadores más destacados del momento).

Giussepe Meazza cuajó en Francia 38 su segundo gran mundial

Con estos mimbres, Italia alcanzó las semifinales tras dos partidos con luces y sombras, o sombras y luces para ser más exactos: en octavos, los transalpinos sufrieron mucho para superar por 2-1 a Noruega, consiguiendo el gol definitivo en la prórroga por medio de Piola; en cuartos, en cambio, Italia mostró una gran imagen, imponiéndose a la hostilidad del público y a los anfitriones franceses por 3-1. De nuevo Piola, esta vez con dos tantos, fue decisivo, bien acompañado por la calidad de Meazza y por Colaussi, autor del otro gol italiano.

Brasil, por su parte, se situó entre los cuatro mejores con más sufrimiento del esperado. Primero fue Polonia quien puso a la "canarinha" en dificultades, en un espectacular encuentro que acabó 6-5 tras una prórroga. Posteriormente, los brasileños necesitaron un partido de desempate para eliminar a Checoslovaquia, al acabar el primer duelo con 1-1 tras 120 minutos; en el segundo encuentro, disputado dos días después, Brasil llevó a cabo la primera rotación masiva de la historia del fútbol, al salir con nada menos que nueve novedades en la alineación (a lo Irureta en sus mejores tiempos del Super Depor). El experimento fue satisfactorio y los sudamericanos se impusieron 2-1 a la dura selección checoslovaca (finalista cuatro años antes).

Seguramente motivado por ese éxito, el seleccionador brasileño Ademar Pimenta tomó una decisión de cara al partido de semifinales contra Italia que hoy día es recordada como una de las mayores meteduras de pata de la historia de los mundiales: convencido del triunfo de su equipo ante una selección a la que consideraba inferior, el técnico continuó con las rotaciones y dejó fuera del once titular a dos delanteros que deberían haber salido al campo: Tim, que venía de hacer un buen partido ante los checos, y Leônidas, "El diamante negro".

 La máxima estrella de aquel mundial: Leônidas da Silva

Especialmente controvertida fue la ausencia de este último, figura del Flamengo y primer crack de Brasil que deslumbraba en la disputa de un mundial. Hasta el momento, Leônidas estaba siendo la estrella del campeonato, y había logrado ya seis tantos en los tres encuentros que había disputado; por marcar, hasta había marcado un gol descalzo ante Polonia, mientras los utilleros le arreglaban una bota. Pimenta creyó que Leônidas, único jugador de campo brasileño que había sido titular en los tes partidos jugados, necesitaba descansar para estar fresco de cara a la final (final a la que AÚN NO SE HABÍAN CLASIFICADO), y no lo sacó frente a los italianos. El desastroso resultado posterior hizo que la historia del fútbol recuerde a este entrenador por esta arriesgada y nefasta decisión.

 Leônidas a punto de marcar uno de sus tres goles a Polonia. "El diamante negro" goleó en todos los partidos que jugó

Vitorio Pozzo, en cambio, no se andó con tonterías y sacó lo mejor de su artillería. Las premisas eran claras: ante los artistas brasileños, Italia confiaba en la solidez defensiva de los zagueros Foni y Rava, así como de la experiencia y calidad de Meazza en el centro del campo. Los italianos sabían que tenían que ser firmes atrás y prácticos cuando los brasileños dieran alguan facilidad; tenían la lección bien aprendida y lo demostraron cuando saltaron al campo del Velodrome de Marsella, escenario de aquella semifinal.

Tras una primera parte disputada pero sin que se moviera el marcador, Italia dio un puñetazo sobre la mesa en el primer cuarto de hora del segundo tiempo, anotando dos goles. El primero de ellos en el 51 obra de Colaussi, el extremo de la Triestina, que remató junto al palo un centro realizado por Biavati; el segundo, nueve minutos más tarde conseguido gracias a la transformación por parte del gran Meazza de un penalty cometido sobre Silvio Piola. El delantero de la Lazio no consiguió anotar en este encuentro, pero fue una pesadilla para la defensa brasileña, especialmente para su marcador Domingos.

 Silvio Piola ante los defensas brasileños. El delantero italiano no marcó,pero hizo un gran partido

Con el marcador muy adverso y privados de su máxima estrella (recordemos que en aquellos años no podían realizarse sustituciones, así que ni siquiera había opción de replanterarse el descanso de Leônidas), los brasileños intentaron recuperar el terreno perdido. Sus intentos fueron infructuosos hasta que en el minuto 87 Romeu, el atacante del Fluminense, batió a Olivieri con un disparo dentro del área. Las esperanzas brasileñas renacieron brevemente, pero todo fue en vano. Italia, con su tradicional practicidad, supo aguantar la ventaja y obtuvo el premio de disputar la gran final.

76 años más tarde, la historia que rodea a este partido sigue siendo complicada de entender. ¿Cómo pudo Pimenta reservar a sus estrellas en las semifinales de un mundial? Es cierto que el torneo estaba siendo duro, que el desgaste de los delanteros por las patadas de los defensas era muy grande, y también hay que tener en cuenta la dureza de los desplazamientos, que habían llevado a Brasil a cruzar casi toda Francia en tren dos veces en menos de una semana. Pero aún así... ¿reservar a sus mejores jugadores? ¿Se imaginan en las próximas semifinales a Scolari reservando a Neymar y Hulk, o a Sabella dando descanso a Messi y Agüero?

Tal y como se intuía, el ganador de esta semifinal se alzó con el título del torneo: en un magnífico encuentro, Italia derrotó a Hungría por 4-2, ganó con su segundo mundial y se reivindicó como la gran dominadora del fútbol internacional. Brasil, por su parte, se impuso en la final de consolación a Suecia por 2-1, conformándose con la tercera plaza. Por cierto, uno de los goles brasileños ante los suecos fue anotado por un tal Leônidas...




FICHA TÉCNICA DEL PARTIDO

ITALIA: Olivieri, Foni, Rava, Andreolo, Ferrari, Locatelli, Serantoni, Biavati, Colaussi, Meazza, Piola.
BRASIL: Walter, Domingos, Machado, Alfonsinho, Martim, Zeze Procopio, Lopes, Luisinho, Patesko, Peracio, Romeu

GOLES: 1-0 Colaussi (51'); 2-0 Meazza (60'); 2-1 (Romeu 87')

ESTADIO: Velodrome (Marsella, Francia)

TAMBIÉN PASÓ UN DIECISEIS DE JUNIO...

FRANCIA 1938: En la otra semifinal de este mismo mundial, la selección de Hungría se impuso con contundencia a Suecia, por un total de 5-1. El delantero Gyula Zsengeller fue la estrella del encuentro, al lograr tres goles para el conjunto magiar.


CHILE 1962: El equipo anfitrión se aseguraba la tercera plaza de su mundial al vencer por 1-0 a Yugoslavia con gol de Rojas. Hasta nuestros días es la mejor actuación, de largo, de la selección chilena en un mundial.


SUDÁFRICA 2010: La selección española empezaba su participación en la competición con una preocupante derrota ante Suiza. Sin hacer un partido brillante España mereció la victoria, pero la falta de acierto ante el marco contrario y el gol de Gelson llevaron a una derrota que años más tarde no pasa de ser anecdótica.



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